¿Queremos una ciudad amurallada?

El análisis de la ecuación costo-beneficio es sin dudas el eje de la viabilidad de toda obra que se intente o se pretenda llevar a cabo, incluyendo naturalmente todo lo que tiene ver con el aspecto medioambiental en juego y la perspectiva de financiación, además de la coyuntura y prioridades.
En este contexto es que corresponde evaluar el anteproyecto de dique elaborado por la Facultad de Ingeniería, cuyo objetivo sería el de proteger a la zona oeste de la ciudad de inundaciones provocadas por desbordes del río Uruguay, en este caso previendo que alguna salida de madre pudiera superar en magnitud la creciente de 1959, la mayor de la que se tenga memoria en el litoral del río Uruguay.
Por supuesto, en toda evaluación, más allá de los aspectos técnicos y financieros, entran en consideración elementos relacionados con decisiones políticas, incluyendo orden de prioridades y otras perspectivas, como costo del mantenimiento, por lo que es pertinente establecer determinados elementos a tener en cuenta a priori, más allá del natural entusiasmo que se podría despertar entre los directamente interesados en que se lleve a cabo el proyecto, es decir vecinos de esa zona y organismos vinculados de una y otra forma con esta problemática.
Otra cosa es el interés general, donde deben ponerse sobre la balanza una diversidad de elementos en juego, y por ello es pertinente ir despacito por las piedras y sopesar todo el contexto, con la mayor ecuanimidad y realismo posible, para que a la hora de las decisiones no haya factores que no se hayan evaluado y así llegar a una determinación que minimice riesgos.
En este caso, el Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental de la Universidad de la República presentó su informe de prefactibilidad para la construcción de un dique que proteja la ciudad de inundaciones incluso superiores a la registrada hace 60 años en Paysandú, y que ha marcado a la ciudad para siempre en una extensa franja ribereña.
Este muro tendría 8 kilómetros de extensión y 4,8 metros de altura, aproximadamente, e insumiría un costo no menor a los 250 millones de dólares, que sería una suma algo superior a todo el presupuesto quinquenal de la Intendencia Departamental de Paysandú.
El proceso que ha dado lugar a este estudio se generó a partir de la iniciativa de vecinos de la zona portuaria, los que formaron una comisión en su momento con la idea de lograr apoyos para llevar adelante obras que permitieran establecer una contención del río a partir de determinado nivel, en una forma similar a los diques que se utilizan desde hace décadas en los Países Bajos, donde se han llevado a cabo emprendimientos monumentales con los que se ha incluso “robado” tierra al mar para su aprovechamiento, habida cuenta de la elevada población y reducida superficie de esos países.
Tras elevar este inquietud a la Junta Departamental y la Intendencia sanducera, se logró que la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande financiara un estudio de prefactibilidad del proyecto, de forma similar a la idea que se maneja para Salto, y es así que el ingeniero ambiental Juan Sanguinetti, del citado instituto de la Facultad de Ingeniería, trazó lineamientos del proyecto ya estructurado, para cuya elaboración se han manejado elementos de seguridad vigentes en el primer mundo.
Para Paysandú, la altura de seguridad promedial es de casi cinco metros, es decir el equivalente a una casa de dos pisos, aunque en algunos lugares se necesitaría una altura superior, en tanto se requeriría a estos efectos un movimiento de tierra del orden del millón de metros cúbicos.
De acuerdo a los técnicos, las dimensiones de la obra permitirían la contención de inundaciones que se pudieran registrar al cabo de doscientos años, salvo algún acontecimientos fuera de lo común que nunca hay que descartar, pero de difícil concreción en lo que refiere a los cálculos de posibilidades. Esto es necesariamente así porque de superar el agua el muro de contención, se produciría una inundación repentina en los barrios poblados que estarían detrás, con consecuencias catastróficas y seguramente mortales, como ya ha sucedido en casos similares en otras partes del mundo; por ejemplo cuando el huracán Katrina elevó el nivel de río Misisipi que superó los diques e inundó buena parte de Nueva Orléans, cobrándose miles de víctimas.
Planteadas así a grandes rasgos las características de la obra y sus beneficios, tenemos que considerar a su vez los aspectos negativos tanto directos como indirectos, el primero de los cuales naturalmente pasa por prioridades y el costo económico del emprendimiento.
Para algunos, los directamente interesados sobre todo, puede tratarse de una obra de primera prioridad, lo que tal vez no sea compartido por la mayoría de los sanduceros, pero sobre todo cabe la pregunta: ¿son compatibles sus beneficios con el costo de entre 250 y 300 millones de dólares, más allá de que se logre o no diversidad de fuentes de financiación y no recaiga toda esta sobre los sanduceros?
Y en el marco de la ecuación costo-beneficio, la pregunta inmediata que surge es si la mayoría de los sanduceros quiere tener una ciudad amurallada, a este o cualquier otro costo, y a la vez perder la tradicional vista al río desde toda la zona costera, los accesos y los atardeceres del río Uruguay desde amplias zonas costeras, uno de los atractivos turísticos que establecen fuertemente la “marca Paysandú”. Cuando se compara la obra con una de similares características llevada a cabo en Concepción del Uruguay, no debemos olvidar que “La Histórica” nunca tuvo una rambla como la nuestra ni paseo costero alguno, y que el único acceso directo al río es a través de Banco Pelay, un balneario que está fuera de la ciudad.
Nos permitimos aventurar que la enorme mayoría de los habitantes de la ciudad, entre los que nos incluimos, creemos que sería mucho más lógico invertir en construir, reconstruir y/o trasladar a lugares más seguros buena parte de viviendas de las zonas afectadas, con la consecuente parquización de los espacios ganados; un proyecto que no es nuevo y tiene más de 40 años.
Tampoco es un problema menor la necesidad de expropiar amplias superficies para incorporar lagunas de amortiguación para el agua de lluvia, con lo que habría que desalojar igualmente a numerosas familias de la zona del puerto, además de requerir la instalación de bombas para la extracción de agua y saneamiento.
Paralelamente, se trata de una obra que requeriría permanentemente vigilancia y mantenimiento, un aspecto en el que no se puede improvisar, que tiene también importantes costos fijos, más allá de la inversión inicial.
Estamos por lo tanto ante un emprendimiento de ribetes faraónicos, y no solo en su aspecto económico, sino que en la ecuación costo-beneficio a que nos referíamos todo indica que dejaría mucho más en el debe que en el haber, y que para colmo privaría a Paysandú del paseo que más disfruta, la costa del río.