Río Uruguay por debajo del cero en Paysandú; hace 61 años padecíamos mayor creciente de la historia

La costa sanducera presenta un panorama pocas veces visto, con amplias franjas adentrándose en las aguas, cuando normalmente están cubiertas por el “paterno”.

La bajante histórica que registra el río Uruguay en el presente mes de abril –anoche a las 19 no se pudo medir la altura del río por Prefectura de Puerto de Paysandú porque no había escala, es decir por debajo del cero, pero a simple vista era de 5 o 6 centímetros por debajo– contrasta con la situación que vivía el departamento y el litoral uruguayo-argentino en el mismo mes de 1959, cuando se registró la crecida más grande que se tenga memoria en Paysandú, con el río superando los once metros sobre el cero e invadiendo gran parte de la ciudad y aledaños.
Actualmente, en agudo contraste con la situación de hace 61 años, la sequía se extiende por toda la región, con marcada repercusión en el río Paraná, donde no se recuerda un caudal tan bajo como el que se registra en estos días, y precisamente esta sequía extendida contribuye al bajo nivel del río Uruguay, desde que normalmente el río Paraná hace las veces de “tapón” en la desembocadura del río Uruguay en el Río de la Plata, y a la vez tampoco hacen contención los afluentes a lo largo del curso del río Uruguay desde su nacimiento en Brasil, porque también tienen muy bajos caudales por la falta de agua.
A simple vista, es posible observar en la costa sanducera amplios lugares al descubierto, los que normalmente quedan ocultos bajo las aguas del “paterno”, con arenales, suelo barroso y piedras en lugares inimaginables, a la vez que la desembocadura de arroyos como La Curtiembre y el propio Sacra, incluyendo además al río Queguay, entre otros, ofrecen paisajes únicos, muy lejos de los que estamos acostumbrados a ver los sanduceros.
La represa de Salto Grande está evacuando aguas abajo unos 600 metros cúbicos por segundo, es decir unas cuarenta veces menos que en las inundaciones de 1959, cuando no existía el complejo.
En el río Paraná y otros cursos de la región los caudales mínimos prácticamente hacen imposible la navegación, incluso por barcazas en determinadas zonas, con lo que el panorama se mantiene prácticamente uniforme en esta franja del cono sur del subcontinente.
En Paysandú, el registro mínimo hecho por Caru fue a las 4.45 de la madrugada de ayer, que alcanzó la cota -25 centímetros. Las imágenes de EL TELEGRAFO corresponden a la cota -19 centímetros, a las 5 de la tarde.

HACE 61 AÑOS, PASADOS POR AGUA

Las inundaciones de abril de 1959 en Uruguay no solo fueron las mayores de que se tiene memoria y por lo tanto llegaron a lugares insólitamente alejados de la costa en Paysandú –por 18 de Julio se llegó prácticamente hasta calle Libertad, superando la esquina del Liceo Departamental Nº 1, para tener una idea– sino que fueron tan devastadoras como fulminantes en cuanto a la celeridad con que se registró el desborde a esta altura del curso, en tiempos en que no se contaba demás con el efecto regulador de la represa de Salto Grande. El agua inundó los silos del puerto y echó a perder miles de toneladas de trigo, entre otras consecuencias, y desalojó a miles de personas, a la vez que se entiende que la magnitud del desastre marcó para siempre la zona portuaria –estigma del que ese sector histórico de la ciudad nunca pudo recuperarse–, en tanto también en zonas rurales del departamento se perdieron cosechas y murió cantidad de ganado encerrado por el avance de las aguas.
En 1959 se dieron lluvias torrenciales en toda la región entre marzo y abril, y es así que los registros indican que a partir del 24 de marzo comenzó a llover en todo el territorio uruguayo y no cesó hasta el 23 de abril. Esta inesperada situación desbordó las previsiones y los recursos, y generó una catástrofe nacional, no solo en la costa del río Uruguay, sino que había carreteras cortadas, campos inundados, pérdidas de cosechas, caminos vecinales destrozados y toda consecuencia imaginable que se pueda dar por el exceso de lluvias. En esta zona hubo inundación de poblaciones enteras, cayeron líneas telefónicas, se afectó el transporte y se crearon serios problemas en el abastecimiento de energía eléctrica. Particularmente grave fue la situación de la represa de Rincón del Bonete sobre el río Negro, al punto que se temió que la construcción cediera ante el embate de las aguas, y se optó por dinamitar los terraplenes para dejar salir el agua por los costados, de forma de prevenir una catástrofe que se hubiera llevado miles de vidas en poblaciones ubicadas hacia el oeste de la represa. En el norte del país las lluvias registradas en el mes de abril arrojaron un promedio superior a 600 mm. En la zona de Tacuarembó Chico se registró el máximo absoluto de 1.200 milímetros en el período, cuando la lluvia promedio anual en esa región es de 1.100.
En la cuenca del río Negro las lluvias extraordinarias registradas alcanzaron un promedio de 608 mm, provocando una crecida que excedió el doble de los caudales máximos anotados en 50 años de observaciones. Las precipitaciones excedieron ampliamente las previsiones de los proyectistas de la obra de la represa, que habían estimado la creciente máxima en 9.000 m³/s. La onda de crecida que llegó al embalse tuvo un pico máximo de aportes de 17.300 m³/s. Aguas abajo, dicho pico resultó reducido casi a la mitad por el efecto regulador del embalse. El desagüe máximo alcanzó a más de 10.000 m³/s, al llegarse al nivel de 85 metros en el embalse.
Los damnificados fueron muchos miles. Según diferentes versiones oscilaron entre 40.000 y 50.000 los evacuados en todo el país, y las cosechas se perdieron prácticamente en su totalidad. Se recibió ayuda extranjera, sumándose a los esfuerzos internos, y varios países enviaron por vía aérea medicamentos, vestimenta, alimentos, etcétera. Todo esto ocurría entre el 17 y el 22 de abril de 1959, hace exactamente 61 años.

 

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