Resistir la crisis desde las bibliotecas

Las instituciones culturales, fuertemente afectadas por la pandemia de COVID-19, tuvieron que cerrar sus puertas dejando un vacío pocas veces tan notorio. El cese impuesto por la emergencia sanitaria ha enfrentado a muchos a la insospechada situación de extrañar el cine, el teatro, los espectáculos musicales y artísticos en todas sus formas, las exposiciones, presentaciones, la tertulia, talleres, los mini recitales en pubs y cafés, el encuentro en el boliche y tantos otros espacios de sociabilidad y actividades culturales.
También han cerrado sus puertas las bibliotecas. Presentes desde tiempos inmemoriales y surgidas como espacios de custodia de acervos a los que solo una élite accedía, estas instituciones culturales han evolucionado con el tiempo –sin perder su parte de su esencia originaria como sitio de reunión y preservación de los diferentes soportes materiales del conocimiento– avanzando hacia versiones poscustodiales y ampliando servicios y funciones.
Con independencia del tipo de biblioteca que se trate –las hay públicas, populares, nacionales, universitarias, escolares, especializadas, para personas con discapacidad, para pacientes, entre otras– todas tienen una función social que las hace insustituibles y totalmente necesarias por un sinnúmero de razones que van desde el cimiento de la democracia y la preservación de la memoria hasta la atención de las necesidades de información cotidianas del ciudadano común.
El pasado martes, 26 de mayo, se conmemoró el Día Nacional del Libro en un contexto muy particular dado que la amplia mayoría de las bibliotecas del país no tienen aún sus puertas abiertas. No obstante, la amplia mayoría de ellas están trabajando intensamente y su personal ha echado mano a formación, capacidades técnicas, creatividad e ingenio para desafiar la pandemia y atender las necesidades de sus usuarios en la medida de lo posible y proponer actividades interesantes.
Así lo indica el trabajo realizado por el Departamento de Documentación y Biblioteca de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República que identificó experiencias de virtualización de las bibliotecas de nuestro país en el contexto actual.
Entre las estrategias identificadas se incluye la intensificación del uso de redes sociales y los esfuerzos por potenciar el uso de las TIC a través de mayor presencia en medios y plataformas digitales (Zoom, webinars, YouTube, WhatsApp, Instagram, Facebook, entre otros) además de la planificación del retorno al trabajo con todas las recomendaciones pertinentes.
En el caso de las Bibliotecas Universitarias de la UdelaR (BIUR) –tanto las de Montevideo como el interior del país– se han recibido con aprobación “las medidas adoptadas por proveedores de editores y distribuidores de información, tendientes a facilitar el acceso a recursos digitales ofreciendo acceso abierto a materiales de interés de las distintas áreas académicas, para su descarga fuera de los ámbitos institucionales, con menos restricciones, para apoyar la labor a docentes, estudiantes, investigadores y público en general”.
Otros permiten el acceso facilitando el registro de nuevos usuarios y el acceso a los materiales por fuera de las redes oficiales (accesos temporales abiertos a las comunidades). También se ha apoyado a investigadores, docentes y estudiantes, a través de los recursos disponibles, con referencias bibliográficas, búsquedas de materiales y contenidos en plataformas digitales, acceso a bases de datos, gestión de publicaciones científicas, listas de recursos abiertos por temáticas específicas, entre otras actividades, sin descontar la importancia de tendientes a la promoción de la lectura y la recreación.
Asimismo, se destacan iniciativas como la de la Facultad de Ciencias Sociales, por ejemplo, que trabaja en la digitalización de documentos accesibles, a través de la adaptación de textos educativos para estudiantes con discapacidad visual.
A nivel de bibliotecas liceales el proyecto “Aquí se lee” –ahora con actividades virtuales e interacción por Facebook– hace hincapié en la generación de actividades relacionadas con el fomento y la promoción de la lectura. Por otra parte, las bibliotecas digitales Biblioteca Ceibal y la Biblioteca País –existentes desde antes del inicio de la pandemia– han sido también aportes fundamentales para la recreación y lectura por placer en el hogar en tiempos de confinamiento.
También desde el espacio virtual viene teniendo un interesante desarrollo la propuesta “Mayo de lecturas”, desarrollada por Biblioteca País, el Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación y Cultura y el Proyecto Aquí Se Lee del Consejo de Educación Secundaria, que invitaron a festejar el Día Nacional del Libro 2020 recomendando un libro de manera original y subirlo a las redes sociales.
Las bibliotecas públicas –que dependen de intendencias o municipios– no se han quedado atrás, instrumentando en todo el país diferentes actividades de promoción de la lectura mediante medios virtuales pero también a través de bibliotecas itinerantes vinculadas a barrios o asociaciones.
Aunque no se cuenta con un relevamiento acabado de la actividad bibliotecaria departamental y sin desconocer la existencia de posibles propuestas en otras bibliotecas, en nuestra ciudad las dos bibliotecas universitarias existentes están desarrollando actividades virtuales y la Biblioteca José Pedro Varela –cuyo nuevo local fue inaugurado a fines del año pasado– ha mantenido contacto con sus usuarios a través de redes sociales incursionando además en propuestas de conversatorio y club de lectura virtual.
Además, se destacan la propuesta del Plan Nacional de Lectura a través de la maestra Mabel de Agostini, referente departamental de dicho plan, con un espacio diario –que inicialmente se grabó en la biblioteca pública– a través de Canal 4, orientado a la lectura de cuentos para niños y, por otra parte, la muy buena participación lograda por “Tu cuento cuenta”, a impulso de la coordinación departamental del MEC.
Las bibliotecas, habituales cenicientas de los presupuestos públicos, están demostrando una vez más que son espacios de resistencia con gran potencial de transformación social, que son útiles, que tienen larga experiencia en resiliencia y que son capaces de reinventarse, adaptarse y evolucionar. Quizá por eso están contribuyendo de tan buena forma en un momento tan adverso en los aspectos sanitarios, sociales y económicos.
Aún en este contexto, hay hechos que aunque parezcan pequeños revisten singular importancia como trinchera para la esperanza. Por ejemplo, esta semana la inauguración de una biblioteca popular impulsada por la comunidad del barrio Nuevo Horizonte (Paysandú), es una muestra más del valor social e importancia de las bibliotecas como espacio de cultura y encuentro, como puerta de acceso a la información y el conocimiento.