Procesaron por lesiones graves al sospechoso de la desaparición de Amparo Fernández

Hace un año, cuando se conoció la desaparición de la sanducera Amparo Fernández en Florida, el corazón de Marta Lasarte (63) se estrujó nuevamente. Al conocerse que el casero de una estancia de Sarandí Grande, identificado como Luis Alberto Deorta Vera, había sido el último en verla con vida, Marta no pudo contener el aliento. Es que ese nombre y ese rostro que se mostraba en los medios de prensa le eran más que familiares: se trataba de la persona que hace 10 años la atropelló con su camioneta, y que luego había intentado hacerla desaparecer llevándola hacia la misma localidad a la que Amparo viajó. Si bien los casos no tienen la misma raíz, está claro que la violencia, el modo y la “cabeza fría” hacen que se asemejen.
“Yo soy la otra que no pudiste matar”, rezaba un cartel que Marta levantó el pasado 29 de junio cuando familiares y amigos de Amparo se movilizaron frente al Juzgado pidiendo justicia. Esa mujer de estatura baja y cabello rubio no temió contar lo que había tenido que vivir a manos de Deorta Vera, y cómo lo ocurrido con la sanducera había logrado reflotar una causa que estaba archivada, vaya a saber por qué motivo.
A mediados de junio, Marta brindó su crudo testimonio a EL TELEGRAFO. Dado que se avecinaba la fecha en que Deorta Vera debía comparecer por su caso, este medio decidió resguardarla y esperar la instancia penal.
Al haberse celebrado la audiencia en la que el hombre –que cumple prisión preventiva acusado del homicidio de Amparo aunque aún no haya aparecido el cuerpo– debió comparecer y resultara procesado con prisión por un delito de lesiones graves culpables, su palabra vuelve a hacerse fuerte.

HOSTIGAMIENTO Y AMENAZAS

Todavía le cuesta el relato. Es que tantos años lo contó y vivenció, que es una herida que no ha cerrado. Pese a que con el procesamiento siente un poco de justicia, la fiscal Alicia Abreu –que acompañó el proceso– había pedido que se le tipificara el delito de homicidio en grado de tentativa, por lo que el fallo sería apelado.
Luis Deorta era capataz en la estancia de la por entonces pareja de Marta. Al tener problemas de convivencia, la mujer se separó pero continuó viviendo en una estancia de la zona de Chamangá (Flores), en una casa a poca distancia de donde dormía el casero, que en ese entonces tenía 25 años.
“Me empezaron a hacer la vida a ‘cuadritos’ porque yo seguía en la estancia. El hacía como de ‘mandadero’ digamos, y se encargaba de hacerme problema. Si yo agarraba leña para usar, me denunciaban que robaba estando en la misma estancia. Me controlaban los movimientos durante todo el día. Buscaban que yo me cansara y me fuera de ahí”, dijo.
“Yo sabía que me querían matar porque alguna vez los escuché hablando de eso”, comentó la señora. Así, contó que una vez vio llegar a Deorta con su expareja, y apagó todas las luces. “Habían puesto a un chiquilín para cuidarme, y les dijo que yo no estaba porque no había luz; yo había apagado todo. Ellos creyeron que ese era el momento y fueron a buscarme. Me quedé quieta en una esquina de la casa y vi como me buscaban en el potrero. No me encontraron y se fueron”, recordó con angustia.

HACE DIEZ AÑOS…

En la tardecita del 21 de noviembre de 2010, Marta había ido hacia la ciudad a acompañar a familiares de su ex, ante la pérdida de un integrante. Un matrimonio la llevó de vuelta al campo, y la dejó en la entrada de la estancia, por lo que debía caminar unos 700 metros hasta llegar a la casa.
Vio pasar a Deorta en camioneta por su lado. “Me llamó la atención que llegó hasta el portón, lo abrió pero sentí que la camioneta volvía. Pensé que se podría haber olvidado de algo, así que me fui bien hacia el trillo para darle paso. En ese momento sentí que aceleró, me chocó y me pasó por arriba. Me llevó puesta y quedé tirada. Creo que por el golpe me desmayé. Lo que recuerdo es que me vino a hablar, pienso que para saber si estaba viva, y enseguida me empezó a pegar patadas estando tirada”, relató.
La imagen que se le viene a la mente es que la alzó y tiró en la caja de la camioneta. “Yo estaba toda arrollada del dolor y se me terminó el mundo; me desmayé”, dijo. Más tarde, cuando retomó la conciencia, Marta se encontró en el asiento delantero junto a quien la había intentado matar.
“Yo no sé qué pasó después, pero me desperté y era como si no tuviera nada de la cintura para abajo. Miré para el costado y él iba manejando. Le pregunté qué iba a hacer y me dijo que cumplía órdenes”, contó la mujer.
La camioneta iba rumbo a Sarandí Grande, por lo que Marta cree hasta hoy que su intención era tirarla en algún campo; descartarla lejos de la estancia donde residían. “Cuando me dijo que cumplía órdenes supe que me quedaba poco, porque todos los días me amenazaban. Miré hacia el asiento de atrás y vi que estaban mis cosas, así que manoteé la cartera y me la puse en la falda. Cuando él vio eso, bajó la mano derecha para agarrarme y yo me puse para adelante, doblada, como que iba a vomitar. Empecé a hacer arcadas y como que le daba asco, entonces no miraba”.
En un descuido de su agresor, Marta logró tomar su celular y esconderlo entre su ropa, a la vez que se puso la campera encima para protegerse. Imaginaba su destino, y estaba decidida a hacer todo lo posible para salvarse. “Me pegué bien a la puerta y pensé que cuando viera a alguien me tiraba. Yo no sabía para dónde me llevaba, solo veía luces. En un momento reconocí que estaba en Sarandí Grande. Quiso atravesarlo para agarrar ruta 5, pero al llegar a una dobla vía había un carrito de comidas y vi gente. Abrí la puerta de la camioneta y tiré el cuerpo para afuera porque no podía mover las piernas”, dijo recordando lo que le tocó vivir.
La caída de Marta fue vista por dos personas que estaban en el lugar, pero Deorta bajó de la camioneta y haciendo aspaviento dijo: “Esta mujer está loca, se me tiró de la camioneta”.
“Empecé a gritar que me ayudaran porque él me quería matar. Como vio que la gente se acercaba, se fue. Pero se dirigió a la comisaría de la zona a dejar mis bolsos”.
“El hombre que me asistió fue hasta la comisaría y trajo a la Policía. Me llevaron al hospital y la doctora me dijo que por como tenía las piernas seguramente estaba quebrada, pero que no había ambulancia para trasladarme a Florida ni tampoco tenía con qué sacarme placas. Tenía que esperar hasta el otro día para que me llevaran. No quise eso y llamé a mi hija para que por favor me fueran a buscar”, contó.

CAUSA ARCHIVADA

La Policía de Flores tomó datos del hecho, de lo que Marta contó, y hasta del informe médico. Pero el caso no fue tomado con la seriedad que debía. “Antes de entrar al hospital de Flores (a donde fue llevara por su hija) fui a la estancia a buscar mis cosas y estaba la Policía de Chamangá. Preguntaron por él y llegué a escuchar: ‘llévala porque se puede complicar la cosa’. Le preguntaron qué le pasaba y ella, conocedora de como se manejaba la cosa por ahí, no dijo nada.
Luego de conocer sus lesiones, que le demandaron varios meses de recuperación, procuró que su caso llegara de alguna forma al Juzgado. Logró hacerlo a través del médico forense al que pudo contactar. La denuncia e informes llegaron al mostrador, pero todo se archivó. “Hice denuncia penal e íbamos bárbaro con una abogada del Juzgado, y la trasladaron. Después las autoridades archivaron el caso y se terminó todo”.
La realidad es que Deorta estuvo demorado seis horas en la comisaría de Sarandí Grande –tras ser detenido en Durazno–, pero fue liberado una vez que contó que nada de lo dicho por Marta era cierto.

COMUNIÓN CON AMPARO

Cuando desapareció Amparo y se hablaba de Deorta como sospechoso, Marta no dudó. “Hablé con el hermano de ella y le conté todo lo que yo había pasado. Mi caso llegó a oídos en Florida y empezaron a mover los archivos; hasta me llamaron de Fiscalía de Montevideo. Mi causa empezó a andar de nuevo, lamentablemente, por la desaparición de Amparo”, dijo.
“Lo que he llorado… Horrible. Yo conté todo pero nunca salió a luz. Además, él no habla. Le dije a la fiscal que no busquen (a Amparo) en el agua porque no está. Estará enterrada no muy lejos de la estancia. Si hubiesen hecho algo por mí, capaz que Amparo estaba viva”, indicó Marta aún compungida.
Con el expediente en rodaje, el 20 de julio se vencía el plazo para que se diera una resolución sobre el caso de Marta. Como el hecho ocurrió hace 10 años, correspondía ser juzgado con el viejo código penal. Manteniendo su postura de silencio absoluto, Deorta no se defendió ni aseveró nada de lo vertido en su contra.
Por su parte, el Juzgado Letrado de 1ª Instancia en lo Penal y Adolescentes de 1er Turno de Flores, que dirige el doctor Eduardo Guevara, por resolución 214/2002 comunicó el procesamiento y prisión de Luis Alberto Deorta Vera, de 35 años, imputado por “un delito de lesiones graves”. El hombre ya estaba cumpliendo prisión preventiva en el exComcar como “presunto autor de un delito de homicidio muy especialmente agravado por feminicidio”, por la desaparición de la sanducera Amparo Fernández.