El efecto Maradona

A quien conoce algo de la interna argentina, de su modo de vivir las cosas, y de las diferencias políticas profundas que existen en esa sociedad, no le sorprendió en absoluto tanto la demostración de afecto hacia su ídolo mayor en la historia como los incidentes generados en su velatorio, llevado adelante nada menos que en la Casa Rosada y por la que pasó un millón de personas.
El fallecimiento el miércoles de Diego Armando Maradona, el notable jugador de fútbol campeón del Mundo en 1986, sacó a flote toda esa idiosincrasia de nuestros hermanos argentinos, al tiempo que extendió la brecha latente, política y social, que hay en ese país.
En primer lugar, los disturbios registrados el jueves en el multitudinario evento, desataron fuertes acusaciones cruzadas entre el Ejecutivo de Alberto Fernández y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, respecto a la responsabilidad en el fallido operativo de seguridad. El presidente de Argentina aseveró ayer que “hubo una acción desmedida de la Policía de la Ciudad”, con una “violencia incomprensible”.
La ministra de Seguridad de Argentina, Sabina Frederic, aseveró que el “responsable primario” del operativo de seguridad era el gobierno capitalino, liderado por el alcalde Horacio Rodríguez Larreta, un opositor al Ejecutivo de Fernández.
El vicejefe del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y ministro de Seguridad de la ciudad, Diego Santilli, argumentó que la organización del velatorio estaba a cargo de la Presidencia argentina y que se constituyó un comando unificado de seguridad al mando de fuerzas federales y con el que “colaboró” la Policía capitalina.
Santilli sostuvo que fue el gobierno nacional el que pidió que fuera interrumpida la fila para el ingreso –algo que Fernández negó– “y luego aparecieron los violentos”. Para Santilli, la despedida “de una leyenda de los argentinos” debió hacerse en más de un día. Los disturbios tuvieron como saldo 13 personas detenidas y 11 policías y un civil heridos.
Esta contradicción entre un lado y otro parece ser cosa de todos los días en un país como Argentina, en crisis económica y con un manejo de la pandemia del coronavirus que ha dejado mucho que desear. En efecto, para este velatorio se montó un protocolo en 24 horas, cuando los ciudadanos tienen restringidos sus movimientos y no pueden despedir a sus familiares fallecidos.
También hay que mencionar que el propio Maradona se ha encargado de ensanchar la grieta con sus posiciones políticas. Adepto a la línea de pensamiento y acción de Fidel Castro o Hugo Chávez, construyó una relación muy cercana a Cristina Fernández de Kirchner, la hoy vicepresidenta de Argentina, y a su vez marcó diferencias con Mauricio Macri, al que defenestraba pese al común sentimiento por Boca Juniors.
“Peronista desde la cuna”, como ha dicho el “10”, “sus idas y vueltas, amores y odios en la política comenzaron con Carlos Menem. En 1999, Maradona apoyó la candidatura presidencial del riojano, pero a los pocos años tuvo un encontronazo –sin retorno– con el vicepresidente Eduardo Duhalde”, detalla un análisis del diario La Voz del Interior.
Luego vino el enfrentamiento con Macri, el conocimiento de Chávez a través de Fidel y el acercamiento a Cristina, a quien apoyó fervientemente en los últimos años pese a los casos de corrupción en contra de la viuda de Néstor Kirchner. Incluso, respaldó la candidatura presidencial de Alberto Fernández, porque su compañera de fórmula era Cristina.
“Sin disimulo, Maradona se alineó con el gobierno de los Fernández (…) Por su perfil cristinista de su última etapa, Maradona se zambulló en la grieta nacional: su adhesión por Cristina, también fue una forma de marcar diferencias con su enemigo político de todos los tiempos: Mauricio Macri”, ahonda el reporte de La Voz del Interior.
Por este motivo, la masiva presencia de fanáticos en torno al ataúd del crack del fútbol mundial, tenía mucho de las marchas y manifestaciones peronistas. Multitudes exaltadas, cánticos de tribuna, cero respeto a la autoridad, ir de pesado, con mala onda. Sin duda que muchos de ellos estarían verdaderamente apesadumbrados por el deceso de alguien que les brindó muchas alegrías, pero no deja de sorprender que el modus operandi de los congregados en la Plaza de Mayo de Buenos Aires sea casi un calco de las peores expresiones peronistas. De las que nada bueno puede salir.
En definitiva, el velatorio de Maradona, el mejor jugador de fútbol de la historia –dotado de un talento extraordinario, de una mentalidad ganadora exuberante y de un gran carisma–, estuvo acorde a su tumultuosa vida, llena de vaivenes, de baches, de éxitos y fracasos. Muy maradoniano, muy argentino. El efecto Maradona que seguirá repercutiendo en la vida de este gran país, caótico y maravilloso a la vez.