Estudio del Cenur Paysandú confirmó que hay 28 especies que se alimentan del mejillón dorado

Los bagres también se alimentan del bivalvo, según se confirmó en el estudio.

Hace 29 años se descubrió en un balneario porteño un pequeño molusco proveniente de Asia: el mejillón dorado. Con gran rapidez, este bivalvo exótico se reprodujo en toda la zona de la cuenca del Plata. En el río Uruguay, llegó a Paysandú en 2001, y alcanzó a Bella Unión en 2003.
Al principio, cuando se lo descubrió, había cuatro o cinco individuos por metro cuadrado; en 2000 en la misma superficie había 82.000. Hoy ese número supera los 150.000 ejemplares, lo que demuestra su gran capacidad de multiplicarse. Además, se desconocía si tenía enemigos naturales, o si los peces los usarían como alimento.
Se trata de un verdadero problema para las especies autóctonas –como otros moluscos– pero también para las ciudades costeras, en cuanto el mejillón dorado daña las tomas y eventualmente las plantas potabilizadoras de agua, adhiriéndose a las construcciones sumergidas, en las que crece y se reproduce. Como consecuencia, se reduce el diámetro y se obstruyen las tuberías, disminuye la velocidad del flujo de agua, se acumulan valvas vacías y se tapan los filtros.

BAJAN OTRAS POBLACIONES

Otro perjuicio es el rápido cambio de las comunidades de organismos que viven en el fondo de los cuerpos de agua, así como el desplazamiento de especies nativas de moluscos. Por ejemplo con una de las especies más llamativas que habitan el río Uruguay, como es el caracol Pomella Megastoma, según el biólogo una de las más grandes del mundo de agua dulce, que puede alcanzar los trece centímetros de longitud. La población de caracoles disminuyó sensiblemente en el lago de Salto Grande y en los segmentos del río ubicados frente a grandes aglomeraciones humanas, en tanto especies foráneas como el mejillón dorado y la almeja asiática han impactado negativamente tanto en las especies autóctonas como en estructuras arquitectónicas como represas y acueductos, según explicaron a EL TELEGRAFO los biólogos Viveka Savaj y Cristhian Clavijo en una actividad desarrollada en 2009.
La presencia del invasor asiático provoca alteraciones en las cadenas tróficas del ambiente. Además, por ser un gran filtrador de plancton disminuye la disponibilidad de alimento para el resto de la fauna. También causa impactos en el turismo y deportes náuticos, y puede afectar la pesca deportiva y comercial. En las embarcaciones ocasiona problemas en los sistemas de drenaje e inclusive de las hélices.

MÁS PECES COMENZARON A COMERLO

Si bien en 2016 se comprobó que las bogas se alimentaban del bivalvo, ahora un trabajo de maestría de la investigadora Ivana Silva busca descifrar el potencial de los peces nativos para controlar al mejillón dorado asiático y mitigar alguno de sus impactos ecológicos negativos en la zona del bajo Río Uruguay, específicamente en Las Cañas, departamento de Río Negro, según informó Montevideo Portal.
Silva es investigadora del Polo de Ecología Fluvial, departamento del Agua, en la sede Paysandú del Cenur Litoral Norte y del departamento de Ecología y Biología Evolutiva del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, y trabajó en este proyecto junto a su tutor en este trabajo, Iván González, del Cenur Litoral.
“El mejillón dorado vino de Asia en la década del 90 y se introdujo en el río Uruguay en el año 2001. Poco se sabía hasta el momento de los impactos que tenía sobre el ecosistema, más bien se sabe mucho de los impactos que tiene a nivel económico, ya que el mejillón se asienta en las centrales hidroeléctricas, obstruyendo cañerías y provocando el reemplazo de todas las estructuras afectadas, lo cual genera importantes costos para UTE y OSE, por ejemplo”, explicó Silva.
La investigadora señaló que “como se sabía que los peces podrían consumir ese tipo de mejillón” es que se analizó “cuál era el poder de los peces para moderar las poblaciones de este bivalvo”.
Se capturan los peces y se analiza su alimento
Silva contó que hace varios años trabajan en “el análisis de contenido estomacal. Se hacen colectas de peces con redes nórdicas, que son de unos 30 metros de malla y con paños de distinto tamaño. Se colocan en el río durante 12 horas y de ahí se capturan estos organismos. Se utilizan esas redes para obtener peces de todas las tallas y no hacer un gran daño al ecosistema”, comentó.
Una vez capturados, lo que se hace es el análisis de lo que tienen en el estómago para ver qué comieron. “Se abre el estómago de los peces para ver qué tanto mejillón comen y cuál es la contribución de los mismos a la reducción de sus poblaciones”, señaló.
Silva explicó que en su tesis se pudo determinar que “28 de 80 especies colectadas en total consumen mejillón actualmente y 10 de esas especies lo consumen de forma frecuente y abundante.
Usamos un criterio específico que era ver cuáles consumían a este invasor de forma importante. Diez de ellas incorporaron este recurso, pudiendo potencialmente generar un efecto importante sobre las poblaciones”, añadió.

REDUCIR POBLACIÓN DE MEJILLONES

Además, comentó que otro objetivo era “saber si los peces nativos tenían efecto sobre las poblaciones de mejillones”, algo que se confirmó durante la investigación. (Los peces nativos) “son capaces de reducir las poblaciones de forma importante, tanto en densidad, biomasa como en tamaño”, dijo Silva.
Otro objetivo era saber si esos peces, a través de la depredación “tenían importancia sobre otros organismos nativos”, ya que se había sugerido que “este mejillón podría generar un desplazamiento de otros invertebrados nativos del río. Encontramos que los peces tienen un efecto indirecto sobre otros organismos nativos del río, contribuyendo a la persistencia de algunos grupos nativos. A través de la depredación sobre el mejillón esos otros organismos se recuperan en abundancia”, comentó la investigadora.
La investigación se publicó en dos artículos recientes: el primero en enero 2020, en la revista Journal of Applied Ecology (revista de Ecología Aplicada de la Sociedad Ecológica Británica) y otro reciente en octubre de 2020 en la revista Hydrobiologia.
“Los resultados eran los que esperábamos respecto a los objetivos que nos planteamos, pero poco se sabía sobre esto”, señala Silva sobre lo conocido hasta el momento sobre el mejillón dorado.

AHORA HAY EVIDENCIA CIENTÍFICA

Además, la investigadora explicó a Montevideo Portal que había hipótesis, pero se desconocía cuáles eran los impactos de los peces nativos en esta especie invasora. “La importancia del estudio es poder ver que los peces tienen ese efecto y con el trabajo se enfatiza el proceso de conservación y preservación de las especies nativas de peces que implican la moderación del mejillón”, comentó Silva.
“Hay otros estudios a lo largo del tiempo que tratan sobre las medidas de mitigación de los efectos económicos, pero en la parte ecosistémica y las medidas de mitigación en esa área no se habían realizado investigaciones en el país. No había evidencia científica, sí mucha cosa sugerida, pero nada en concreto”, añadió.
El proyecto fue financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (proyecto ANII-FCE-2016-2-155780), la Comisión Académica de Posgrado de la Universidad de la República (financiación de proyecto de maestría) y contó con apoyo del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), en donde se enmarcó este posgrado.
Ivana Silva e Iván González trabajaron en este proyecto junto con un equipo de investigadores de la UdelaR y el Museo Nacional de Historia Natural.