Disponer de energía más barata sin afectar la rutina, un gran desafío

La problemática de la generación, distribución y consumo de la electricidad en nuestro país tiene numerosas aristas, tanto positivas como negativas, e involucra aspectos que tienen que ver por un lado con que la operativa esté en manos de un organismo estatal monopólico en los hechos, afectado por la ineficiencia propia de la gestión por el Estado en una diversidad de áreas y además por el hecho de que los cambios de gobierno no han tenido siempre una continuidad en objetivos enmarcados en políticas de Estado.
De todas formas, con disponibilidad o no de generación y distribución, el común denominador con el paso de las décadas ha sido el alto costo de la electricidad para los usuarios, con mayor o menor parque de generación, con energías renovables o no. Así, seguimos ubicados entre los países que a nivel global tienen la electricidad más cara –no ya solo en la región– y ello afecta las economías de empresas y familias, y a la vez se traduce en mayores costos para producir y dar servicios, y por ende mayores dificultades para competir con lo que se produzca.
Y en realidad incluso las eventuales mejoras en la gestión del ente en cuanto a modernización y búsqueda de la eficiencia, de prestar servicios en alguna medida más acorde a las necesidades de los clientes, tanto a nivel residencial como empresarial –buscando ofrecer menores costos bajando la demanda en las horas pico, que son el cuello de botella para la generación y la distribución– ha tenido un suceso muy relativo, por la oferta pero también por factores que no se pueden soslayar en cuanto al horario de consumo y la rutina diaria.
En este contexto, la presidenta del Directorio de UTE, Silvia Emaldi, sostuvo que por ejemplo los cambios instrumentados en el plan de tarifa inteligente son un primer paso en la dirección de que sobre el fin del actual período de gobierno “Uruguay se posicione mejor” en el costo de los servicios de energía eléctrica, según declaró a El Observador.
Explicó en este sentido que “tenemos en total unos 106.000 clientes con tarifa doble horario y triple horario. Desde que iniciamos la campaña a mediados de 2020 se incorporaron unos 13.000 clientes. Nuestra expectativa es que a fines de junio próximo unos 30.000 clientes se hayan adherido. En los últimos cinco años se habían sumado 8.000. En pocos meses logramos pasar esa barrera que teníamos como un tope. Hay un potencial de 300.000 clientes que por el consumo que tienen, que en general es de 250 Kw para arriba, les podría beneficiar”.
A la vez de señalar los beneficios en el precio, la jerarca señaló que el objetivo es que “se utilice la energía que hay disponible, y también que el pico de la demanda se vaya achatando. Al distribuirse mejor el consumo durante el día, hace que se tengan que hacer menos inversiones en generación y que las redes soporten mejor las cargas simultáneas”.
Más allá del punto de hacer los mayores esfuerzos para ir evolucionando hacia desplazar los picos de consumo en un marco de valores tarifarios que son muy altos, tanto en lo interno como en el comparativo internacional, hay elementos a tener en cuenta en cuanto a costos incorporados y compromisos en suministro, siguiendo en buena medida políticas de inversiones a efectos de poner a cubierto al país de déficit en generación en circunstancias extremas como sequías o inundaciones, así como la vez ir reconvirtiendo la matriz a impulsores renovables.
En estos aspectos se ha ido actuando a lo largo de los años, con buen suceso en cuanto a la transformación energética del origen de generación, reduciendo significativamente la dependencia de impulsores fósiles, de forma de ir diversificando el punto de generación y tener respaldo para los tiempos de crisis.
La presidente de UTE dijo asimismo respecto a los contratos suscriptos por el ente con generadores privados de energía –que implican tener que pagar aún cuando hay energía que no se utiliza–, que “son contratos a 20 años donde hay un costo fijo del orden de los 500 millones de dólares anuales. Muchos de ellos están operativos desde 2015-2016, por lo que quedan varios años por delante. Las inversiones en general ya se hicieron y ahora hay que aprovecharlas. Hemos tirado agua y viento. Uruguay no puede darse ese lujo, porque en realidad fue la ciudadanía la que permitió esas inversiones en el sector eléctrico. Además de exportar energía, tenemos que aprovecharla en el mercado interno. Ese es el objetivo que entre otras cosas, con el plan inteligente estamos tratando de llevar adelante. Esto que es que en 20 horas de lunes a viernes y en 24 horas los fines de semana y feriados las personas pueden acceder a energía a un menor precio, y que tengan más posibilidades de utilizarla”.
Acotó que “estamos en el camino de ir adecuando nuestros costos y tarifas para ir cumpliendo el objetivo: que en el fin de este período se posicione mejor en el costo de los servicios de energía eléctrica. Antes del primer año se materializó el Plan Inteligente y el menor de los ajustes que pudimos hacer en tarifas. Se ajustó 5 por ciento, por debajo de la inflación, para dar esa señal de que vamos a cumplir con la adecuación de las tarifas”.
Eso está muy bien en el marco de los objetivos y búsqueda de la eficiencia, además de la instrumentación de tarifas diferenciales para bajar costos a los sectores reales de la economía, lo que hará circular recursos adicionales que mucho se necesitan.
Pero sin dudas el Plan de Tarifa Inteligente, para el que se espera ir ganando clientes mediante la difusión de los beneficios que ello trae aparejado, podría llevarse adelante eventualmente como la regla general y no la excepción a pedido del cliente, como hasta el presente, lo que conlleva que realmente el usuario termine asumiendo que le conviene desde el punto de vista económico, con la contrapartida de cambios en hábitos que no le signifiquen contratiempos y terminen afectando su calidad de vida por un reordenamiento horario con el que no esté de acuerdo.
Este es el punto: entre el ideal y lo posible, de lo que se trata es de aprovechar la generación ociosa por la que todos estamos pagando –se use o no se use– que es el mal menor respecto a la otra posibilidad, la de no tener esta reserva y pagar altos costos cuando se planteen en el momento menos esperado las crisis energéticas.
Además, otra posibilidad es rebajar las tarifas –como todos deseamos– de forma de crear una mayor demanda por rebote, en el mejor de los casos, solo que nadie asegura que esta demanda se pueda satisfacer sin problemas en las horas pico, cuando se pone a prueba el respaldo, porque lo que sobra de madrugada puede faltar en las horas pico y se seguiría con generación ociosa por la que se está pagando.
Un nudo gordiano entre los precios altos y las horas en que se puede bajar, pero con actividades constreñidas y a contramano de los hábitos y necesidades del común de los usuarios. Pero habrá que trabajar en ello, agudizar la imaginación y ver cómo se puede hacer para que lo que abunda a cierta hora pueda estar disponible a costos razonables cuando las actividades de rutina hogareñas y empresariales lo requieran, trastrocando lo menos posible la rutina.