La última alerta de Vázquez

El expresidente Tabaré Vázquez lideró un equipo de trabajo académico cuyos resultados se conocieron en los últimos días. El título adelanta su contenido, que será publicado en la Journal of Global Oncology: “La distancia social y la crisis económica durante la pandemia de COVID-19 redujo el control del cáncer en América Latina y tendrá como consecuencia diagnósticos tardíos y costos”.
Expertos latinoamericanos exponen que la pandemia ha desplazado otras prioridades que tenían los sistemas de salud pública y las alteraciones en la atención de una diversidad de problemas sanitarios de las poblaciones. Las políticas de prevención, detección temprana y tratamiento quedaron suspendidas, al igual que las consultas presenciales, controles periódicos y los tratamientos fueron limitados.
A nivel global las estadísticas ubican, aún, a las enfermedades cardiovasculares, patologías respiratorias y afecciones neonatales, es decir, no transmisibles, entre las primeras causas de muerte. Y si recorremos los continentes, observamos que en Europa y concretamente en España, los tumores de pulmón fueron la primera causa de muerte por cáncer durante 2020. O en América Latina, donde la COVID-19 es señalada como un obstáculo para la prevención de muertes por cáncer de cuello uterino.
Este es el cuarto tipo más común de cáncer entre las mujeres de todo el mundo y su incidencia es casi el doble en países con ingresos bajos o medianos, donde las tasas de mortalidad son cuatro veces superiores a los países desarrollados, por la detección temprana y las campañas de prevención.
El aislamiento por la pandemia también provocó un incremento de las muertes en los hogares por causas no asociadas al coronavirus y de esa realidad han dado cuenta los servicios de emergencias regionales.
En el caso de las cardiopatías, se mantienen desde hace 20 años como la causa principal de la mortalidad en el planeta y año tras año, incrementa sus números fatales. Tanto como el Alzheimer, que permanece entre las 10 principales causas de muerte en el mundo y ocupan el tercer lugar tanto en las Américas como en Europa. O los fallecimientos que se han duplicado por causa de la diabetes y entre 2000 y 2019 aumentó 70% su diagnóstico positivo.
Y aunque la longevidad en esta región sea un argumento utilizado por las autoridades para dar cuenta de la necesidad de reformar el sistema de la seguridad social, es una realidad bastante fácil de constatar su tendencia al crecimiento de las discapacidades asociadas al aumento de la edad. Solo por citar los accidentes cerebrovasculares o la neumopatía obstructiva crónica, contabilizamos dos ejemplos de enfermedades que provocan la pérdida de la calidad de vida en las personas mayores.
En referencia al trabajo liderado por Vázquez, ha quedado claro que una constante disminución en los exámenes de casos de cáncer a corto plazo, seguramente conlleve a un descenso en los registros. Pero, sin dudas, habrá una detección de fases más avanzadas con la consiguiente suba de las muertes.
El documento académico exhorta a que el personal médico debe responder a los pacientes sobre las diversas opciones existentes aún en tiempos de pandemia. Y a nivel de los sistemas de salud, es relevante la conclusión de evitar poner “el foco excesivo solamente en la epidemia de COVID”. Las enfermedades oncológicas, tal como los plantean los académicos, se han transformado en un desafío sanitario, tanto por su aumento en los diagnósticos como en los costos para su atención. Porque, si la condición sanitaria se transforma diariamente de acuerdo al mapa global de la COVID-19, también lo hace el mapa social y económico.
Un incremento de la pobreza en los países latinoamericanos, del desempleo y las realidades intrafamiliares, llevan a desmejorar el panorama de atención de estas enfermedades. Incluso la posibilidad de mantener en alto la percepción del riesgo y de acceder a intervenciones oportunas.
Si bien una mayoría de opiniones expertas aseguran que las formas de protección que adquirimos en los últimos meses y la denominada “nueva normalidad” llegaron para quedarse, es lógico suponer que algún día la pandemia terminará o mutará para volverse más soportable. Ese día, seguramente, volveremos a nuestras “viejas” patologías. Allí nos daremos cuenta, como comunidad internacional, que se incrementaron los casos de distintos tipos de cáncer y su incidencia en la población.
Si embargo, este y otros flagelos, siempre estuvieron presentes. Con el aumento de las consultas –algunas de ellas tardías– también incrementarán los estudios de diagnósticos y los tratamientos, que alimentarán los titulares al anunciar una mayor incidencia del cáncer.
Ya es preocupante que el país detecte cinco casos de cáncer de mama por día, con la perspectiva de que una de cada diez pueda contraer esta enfermedad en su vida. O que lleguemos a una mortalidad aproximada a 670 mujeres por año.
Y que Uruguay sea el país de Latinoamérica con más cáncer de piel, ubicado dentro de los peores con unas 3.000 personas diagnosticadas cada año. Es que lo sabemos porque el Registro Nacional del Cáncer lleva una estadística estricta sobre esta patología. Por esa razón adquiere relevancia el último legado del expresidente Tabaré Vázquez, quien poco antes de morir se dedicó a continuar con el tema que lo convocara durante casi toda su vida en la medicina.
El resultado queda con nosotros. Y con nosotros, también, la forma de encarar estos temas ahora. Tal vez mañana sea tarde.