Con Milton González Montemurro a poco tiempo de su retiro; una vida dedicada “de corazón” a la medicina

El doctor Milton González Montemurro se retiró del ejercicio de su profesión, como médico cardiólogo y presidente de Comepa, a finales de 2020. En diálogo con Pasividades detalló anécdotas de su vida que comenzó en el barrio de las calles Independencia y Leandro Gómez, siguió por sus estudios en la Escuela Nº 8 y el Liceo Departamental, para completar con una decisión por la medicina.
Su madre maestra y su padre, inculcaron el estudio en sus tres hijos. “Además, de hacer cuatro años en el liceo y dos de preparatoria, estudiaba el idioma inglés. Pero no sé hasta qué punto lo mío fue una vocación innata, porque no tengo recuerdo de nadie en particular que haya estado vinculado a la medicina en mi familia”.

Doctor Pinky

Recordó que su padre fue el primer vendedor de seguros de Paysandú, cuando aún no existía el Banco de Seguros del Estado y junto a su familia, desde niño, solían vacacionar en Piriápolis y Montevideo. “Me cuentan que durante los veranos, cuando tenía unos 4 o 5 años, me preguntaban cómo me llamaba y yo respondía ‘Doctor Pinky’. Corresponde a una película de Hollywood, con James Dean, y de allí me pusieron su sobrenombre”.
Afirma que “nunca dudé por una opción dos y realmente no me arrepiento para nada. Hice la profesión con mucho amor y el gusto de siempre. Desde el punto de vista técnico y humano aprendí a valorar y acompañar lo que dice el refrán: Un médico cura a veces, alivia mucha veces, pero debe consolar siempre”.
Su vida de estudiante en la Universidad de la República fue como la de tantos que viajan desde el interior del país. “Las actividades eran estudiar, ir a ver a Nacional o al cine algún fin de semana”.
Al recibirse, debió elegir una especialidad: “y ahí sí, tuve varias dudas entre la cardiología e incluso el ámbito quirúrgico. Pero felizmente me incliné por la cardiología, que finalicé en 1978 y me colmó de satisfacciones. A mi juicio es una especialidad hermosa”.
Antes de tomar una decisión; “tuve un buen vínculo con dos referentes docentes, como los doctores Hugo Senra, formado en México, y Alberto Barcia, quien fuera jefe de los servicios en Birmingham, en Houston, Rochester y Minnesota. Es decir, eran de mucho nivel científico y ambos me querían en sus respectivos lugares”.
Sin embargo, “resolví quedarme. En ese momento, la inserción laboral en Uruguay estaba compleja. Había colegas que se habían ido por períodos cortos y a la vuelta, les costó insertarse. Entonces, decidí volver al pago. Tenía una buena posibilidad laboral porque solo eran dos colegas en la especialidad”.
Esos años fueron de formación académica, con cursos en Estados Unidos, Argentina y la asistencia a congresos internacionales. “Los primeros años de la década de 1980 fue un período muy fermental”, agrega. Comenzó a trabajar el 1º de diciembre de 1978 en Comepa, cuando la mutualista tenía 11 años de creada. “Tenía una cuarta parte de los socios que tiene ahora y simultáneamente asistí como médico honorario en el Hospital. Mantuve esa condición durante 15 años, porque en esos años no había recursos disponibles y había un solo cargo de cardiólogo”.
En forma paralela, se desempeñó como médico general durante 15 años en la policlínica de Paycueros –SETP– y, “después de 4 años en el servicio de Urgencia pude dedicarme a mi especialidad, en Comepa, desde 1982”.
Precisa que nunca olvidará una fecha: “el 4 de febrero de 1979 abrí mi consultorio y ese mismo día llegó el primer paciente, y ahí me mantuve hasta hace unos dos meses”.

La tecnología

De sus comienzos, recuerda que “la especialidad era muy restringida a la parte clínica. Con los conocimientos actualizados y la decisión de avanzar en cosas más complejas, traje un equipo de ergometría, electorcardiógrafo y cardiodesfribilador. Era un espejo de lo que hacía en Montevideo, donde trabajé junto a colegas que llegaron a ser profesores de la especialidad. Hice ergometrías por un año y medio allá, así que llegué con la experiencia de haber hecho más de mil”.
En 1982, luego de un viaje a Estados Unidos, “me traje el primer Holter. que en el Interior nadie lo tenía. Había pequeños equipos que grababan unos minutos, pero este equipo lo hacía por el día entero. Unos años después trajimos la ecocardiografía y en 4 años, la especialidad tomó otro vuelo”. Reflexiona que “con independencia de la planta física hospitalaria, se multiplicaron las ergometrías, los holters y las ecocardiografías. Hoy, son técnicas de uso cotidiano para cubrir todo el espectro fisiopatológico de la especialidad”.
En esos años, también, “la medicina privada pura, estaba en franca declinación. La afiliación colectiva crecía con la incorporación de nuevos grupos de actividad, a través de Disse. De esta forma, hemos conocido las distintas maneras de hacer medicina en Paysandú, desde lo privado a lo colectivo”.
En medio del avance científico, destaca la necesidad de profundizar los lazos médico-paciente. “A veces, los pacientes son un número más en un listado y no se profundiza en la parte vincular humana. Hace unos años, pude darme cuenta que la persona que tenía delante de mí, no sabía mi nombre”.
Las dificultades por acceder a un médico especialista puede causar la fragilidad que se observa. En cualquier caso, “cuanto más lejos estamos de Montevideo, más difícil se vuelve asentar a médicos en el interior. Por eso, es muy válido que un paciente pida el especialista que atienda con menos demora”.

UNA TRAYECTORIA

Junto a otros médicos de la especialidad, formó parte del equipo que creó UCEM. “Fue la primera emergencia móvil de Paysandú y tuvo una aceptación rápida. Éramos 4 cardiólogos, 2 anestesiólogos, 2 cirujanos y un internista. Fue, además, la tercera unidad del interior junto a Salto y Maldonado”.
En 1995, “tuve la confianza de médicos de Comepa y comencé una trayectoria de gestión en la dirección de la mutualista. Fueron 12 años como tesorero, director de Farmacia por 4 años y finalmente 5 años como presidente. Es la gestión que culminé a fines de noviembre”.
Asegura que Comepa ocupó una gran parte de su tiempo personal y profesional. “De ahí, un agradecimiento a mi señora y mis dos hijos que han tenido que tolerar la ausencia de su padre por estar al frente de una institución tan grande. Fueron 25 años en cargos de dirección y es una satisfacción verla crecer, duplicar su tamaño y contar con 64.000 afiliados”.
Fue protagonista en la etapa del despegue edilicio, “a cargo de la construcción del nuevo sanatorio Modelo, la reforma de la sede Norte, también en Guichón y Quebracho, para culminar el edificio con la ampliación del sanatorio por Vizconde de Mauá”.
Al culminar sus reflexiones asegura: “me siento de 40 años y con el mismo entusiasmo, pero la normativa vigente establece un límite en la edad, más allá de lo que sintamos”. Sus actividades futuras estarán enfocadas por fuera de la medicina, “en actividades que hemos postergado como la fotografía, la filmación, el tenis, viajar, salir a caminar y visitar a los hijos. No nos vamos a aburrir”, asegura.