Al recrudecer la pandemia, la política debe elevar la mira

En 27 días de comenzada la campaña de vacunación, Uruguay lleva realizadas 500.005 aplicaciones hasta el sábado y para este lunes están agendados casi 197.000 uruguayos. A nivel global, la estadística de inoculación está liderada por Israel con casi 112 dosis cada 100 habitantes, seguido por Emiratos Árabes con 72,6 y en América Latina encabeza Chile con 44,3.
Por el perfil poblacional uruguayo el país vacuna 12 veces más rápido que otros de la región y hasta el 19 de marzo, la tasa de referencia nacional es de 6,25 dosis cada 100.000 habitantes.
El plazo manejado por las autoridades para la profundización de las medidas prevención, se reduce a algunas semanas. Sin embargo la situación actual no es comparable con el escenario reflejado al comienzo de la pandemia, donde los casos aumentan en forma exponencial.
Al día de hoy, no es tan difícil de entender que “movernos en burbuja” significa reducir al máximo los contactos a las personas con las que convivimos. Incluso con otros miembros de la familia y aceptar, sin cuestionar, las consideraciones que se reiteran desde hace un año.
Porque desde hace más de un año, escuchamos, vemos y leemos a diario prácticamente los mismos mensajes. No es posible que el Poder Ejecutivo se vea obligado a recurrir a medidas coercitivas para hacer respetar las medidas que la población que ya sabe de memoria.
El punto de inflexión, quizá, se encuentre en las medidas de contingencia y en la pregunta recurrente: ¿Por qué algunas actividades cierran y otras se mantienen abiertas?
Asistir “en burbuja” a los espacios de alta rotación de personas como shoppings y bares, por menos tiempo de permanencia en comparación a otras épocas y respetar los aforos permitidos, es ser una opción para mantener en algo la actividad económica y reducir los contagios, pero puede que no sea suficiente.
La economía, que se ha visto enormemente afectada, puede mantenerse activa si asumimos que la responsabilidad es de todos. Sin embargo, permanentemente es necesario reiterar sobre las aglomeraciones porque por ejemplo se siguen realizando fiestas clandestinas, cuando es bien sabido que las reuniones son el caldo de cultivo ideal para la propagación del virus. O se debe imponer el cierre de un espacio público porque las comunidades no respetan los mensajes que exhorta a evitar la concentración de personas.
Pero no es éste, el de ahora, un tiempo para demostrar rebeldías adolescentes ni de pegarle a todo lo que se mueve.
Por otra parte, no es posible que un sector político pierda el tiempo hoy, en discutir sobre la forma utilizada para resolver la suspensión de la actividad parlamentaria en el Senado, ni tampoco reclamar un día por el endurecimiento de las medidas y al otro, salir al cruce por su rudeza. Un día gritar porque no están dadas las condiciones para la presencialidad en el sistema educativo y al otro, cuestionar por qué se quita el derecho a la asistencia a la escuela pública.
Un día utilizar en su discurso de confrontación continua, al complicado panorama sanitario que atraviesa el país, sin tener en cuenta su contexto regional y mundial.
Y otro día, tomar cifras del aumento de la pobreza que de manera oficial publicó el Instituto Nacional de Estadística, sin reconocer que los países a los que pretenden imitar incrementaron en forma explosiva sus propios guarismos de pobreza e indigencia. Las comparaciones sacadas de contexto y utilizadas como eslóganes se han transformado en una especialidad que se reduce a salir en la prensa todos los días.
Porque este talento no descansa ni en las crisis. Y ni en tiempos de pandemia, es posible ver una autocrítica ponderada, sino todo lo contrario. La mezquindad se ha transformado en una verdadera forma de hacer.
Esta no puede ser de ninguna manera la enseñanza que le dejemos a las nuevas generaciones porque urge elevar la mira de las discusiones.
Es correcto que no es posible concebir un mundo ni una comunidad ideal. Sin embargo, no es admisible que ante un agravamiento de los casos positivos en plena pandemia, con la consecuencia de un incremento de los casos fatales, siempre se encuentre un motivo para salir todos los días a pegarle a alguien.
Las comunidades hoy se encuentran abrumadas por sus propias realidades, con falta de empleo y elevado desánimo. Es muy flaco el favor que le hacen al tratar de imponer sus agendas, con temas que no están en la preocupación ciudadana. Vamos por más altura ante esta circunstancia. Es su tarea que se den cuenta de ello.