El sentido de la oportunidad y los resultados de Rivera

El departamento de Rivera salió del nivel rojo y contabiliza unos 400 casos activos de COVID-19. Los positivos descendieron en las últimas semanas y esa realidad permitió que ingresara al nivel naranja y se constituyera como un ejemplo de lo que puede ocurrir en un futuro, a pesar de las complicaciones existentes a nivel local, donde Paysandú se enmarca en una región “incendiada”.
Las autoridades riverenses estiman que el elevado nivel de inoculación (más del 47 por ciento de su población) y los decretos departamentales establecidos en marzo presionaron a la baja al coronavirus y permitieron una mayor libertad económica en 12 kilómetros de frontera seca.
Sin embargo, fue uno de los departamentos más complicados del Interior desde finales del año pasado hasta marzo y encabezó las peores estadísticas con los primeros dos fallecidos con o por COVID-19 el 23 de mayo de 2020. Desde entonces el recuento se elevaba mes a mes, hasta el punto de sumar aproximadamente 190 fallecidos. De hecho, el 27 de abril arribaba a los 10.000 casos confirmados desde el comienzo de la contingencia sanitaria.
Incluso era –al 17 de marzo– el más afectado, con 81, 98 de promedio en el Índice de Harvard cada 100.000 habitantes, cuando a esa fecha en el país el promedio era de 33,85. Entonces, el gobierno creaba una barrera sanitaria y destinaba una mayor cantidad de dosis de vacunas e instalaba vacunatorios en las localidades más pobladas como Minas de Corrales, Vichadero y Tranqueras.
Un mes después (15 de abril), más del 45 por ciento de su población estaba vacunada y en mayo, era el cuarto departamento con mayor cantidad de primeras dosis (57,7 por ciento) y el segundo con segundas dosis (43,16 por ciento). Si bien el departamento cuenta con una población de aproximadamente 104.000 habitantes –de acuerdo al Censo de 2011– este fin de semana alcanzaba a 66.000 personas con la primera y 47.000 con la segunda dosis.
También la realidad económica y social de los riverenses es complicada desde hace años. De acuerdo con los datos de 2019 del Observatorio Territorio Uruguay de la Dirección de Descentralización e Inversión Pública de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), al menos el 10 por ciento de los hogares ya se encontraba debajo de la línea de pobreza y más del 45 por ciento de las personas tenían al menos una necesidad básica insatisfecha. Era significativamente mayor al promedio nacional.
Además, casi el 50 por ciento carecía de conexión a la red del sistema sanitario y el 9 por ciento de los hogares no estaba conectado al servicio de agua potable. Contaba con el mayor porcentaje de población analfabeta mayor a 15 años de todo el país (2,7) y se ubicaba en el de menor cantidad de años de escolaridad. Tenía en 2018 la tasa más alta de homicidios a nivel nacional, con 13,8 cada 100.000 habitantes.
Y como esta realidad económica y social se volvió más compleja en tiempos de pandemia, es posible analizar que la respuesta ciudadana a las campañas establecidas por las autoridades para la vacunación y por un descenso en la movilidad, fue la consecuencia del panorama actual.
En los últimos días Uruguay alcanzó un total de tres millones de dosis aplicadas, de las cuales poco más de un millón corresponden a la segunda dosis (30,4 por ciento).
En medio de esta situación, el 14 de mayo la cámara de representantes votaba por unanimidad el proyecto que solicitaba al Poder Ejecutivo la reapertura de los free shops. Tanto el oficialismo como la oposición coincidían en que el descenso de los casos activos en Rivera habilitaba a tal decisión. A pesar de las discusiones demagógicas instaladas en los últimos días, aquella iniciativa aseguraba: “La situación al presente es distinta pues ha habido un descenso importante en los casos activos en los departamentos fronterizos en los que están autorizados los free shops, pero además ha habido un aumento sustantivo de la vacunación”. Por lo tanto, manifestaban “la aspiración del Cuerpo para que se proceda a la reapertura de los comercios que operan en régimen de free shop”.
Rivera sostiene el 60 por ciento de los free shops a nivel nacional y emplea a unas 1.500 personas de un total de 4.000 que trabajan en este sector. Actualmente arriban miles de personas a la frontera y los residentes aseguran que, en realidad, nunca dejaron de llegar.
Toda esta descripción es posible que aporte a mantener en alto las expectativas de lo que puede lograr la ciudadanía desde su lugar, en cada rincón del país. Rivera es hoy la excepción, pero no lo era hasta hace algunas semanas.
La perseverancia, como en otros órdenes de la vida, permite resultados positivos. Así como la resiliencia, que hará mucha falta cuando pase esta pandemia y nos deje enseñanzas a transmitir a las siguientes generaciones.
Cada habitante de este país, nacido aquí o no, tiene un compromiso personal y comunitario. Sin embargo, cada uno deberá demarcar su propio camino y tratar de escuchar cada vez menos a aquellos referentes de la clase política que no están a altura de las actuales circunstancias.
Hoy es más urgente que nunca utilizar el sentido de la oportunidad para resolver por cada uno de nosotros. De lo contrario, estamos condenados a dejar las decisiones en manos de otros y a enojarnos por su falta de resultados.