Con el pie en el acelerador para lograr otros acuerdos

A fines de este año, la presidencia temporal del Mercosur pasará a Paraguay y Uruguay aprovecha los últimos meses de la titularidad de Brasil para avanzar en su iniciativa de conseguir acuerdos más allá del bloque regional.
El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, abrió la cancha en marzo pasado cuando expuso su idea de negociar con otros bloques. Sus declaraciones provocaron un cruce de palabras con el mandatario argentino, Alberto Fernández, quien manifestó su oposición a la propuesta uruguaya.
Desde aquel énfasis puesto en que el Mercosur “no puede ser un lastre”, pasando por la respuesta del mandatario argentino que propuso a Uruguay que “tome otro barco”, muy poca agua ha corrido bajo ese puente.
Ya no es novedad la crisis del bloque regional, creado a comienzos de la década de 1990, tanto por cuestiones ideológicas como obvias y estratégicas. Son situaciones que hoy le impiden a los países negociar abiertamente y mantener enfoques en unidad. Una unidad que ha sido más o menos endeble, según la época y los gobiernos que pasaron, mientras el bloque se mantenía.
Al mismo tiempo que otras regiones se abren y firman acuerdos multinacionales, el Mercosur permanece allí, arraigado a antiguas épocas proteccionistas. Mientras observa a otros países que producen y exportan lo mismo, pero crecen y se vuelven competitivos con amplias mejoras en los niveles de vida de sus poblaciones, el bloque austral encuentra dificultades para insertarse en nuevos mercados.
Tampoco es novedoso que en los últimos años, el Mercado Común del Sur ha servido de trampolín para sostener influencias políticas y discursos con altos contenidos de victimización. O de promoción de figuras políticas hasta el escándalo. Y más allá, también.
Hasta ahora, Uruguay –acompañado por Brasil– ha levantado su voz y Paraguay, con una visión más cautelosa, espera por las reacciones de Argentina. El punto de cuestionamiento es que ningún socio puede imponer su modelo a los demás, porque son por demás visibles las asimetrías estructurales, entre otras variables económicas que remarcan esas disparidades. Y, porque en cualquier caso, creer que el bloque es una caparazón, va a contrapelo de lo que se hace en el mundo entero.
Sin embargo, estos sobresaltos no son nuevos. Incluso ocurrieron en la propia interna del gobierno uruguayo, pero en administraciones pasadas. A comienzos del primer gobierno de Tabaré Vázquez, su canciller Reinaldo Gargano amagó con renunciar en reiteradas ocasiones. La firma del Tratado de Inversiones con Estados Unidos, que impulsó el exmandatario no era digerida por Gargano, quien sostenía la tesis de “más y mejor Mercosur”.

Brasil no está alejado de la posición uruguaya, en tanto su presidente Jair Bolsonaro ha manifestado su voluntad de aunar esfuerzos en la modernización de la economía propia y de la región.

A pesar de que el gigante norteño es el principal socio comercial de Argentina, éste último registró –al menos hasta mayo pasado– un saldo negativo en su comercio bilateral de 470 millones de dólares. Un escenario que termina sazonado por la intensa discusión interna sobre el arancel externo común que manejan los países del bloque.
Ese debate –que lleva años– se intensificó durante la pandemia a raíz de sus efectos adversos sobre las economías de los países. Cuando asumió la presidencia pro témpore en julio, Brasil solicitó una baja del arancel para los productos importados por fuera de la zona y, en la misma línea de Uruguay, la posibilidad de concretar acuerdos en forma individual.

La postura argentina, opuesta a esta práctica, va en el sentido de proteger a las industrias regionales y acordar una reducción segmentada. En medio de esa puja ideológica, se manifestaron a favor de la posición del gobierno de Fernández la asociación de fabricantes de vehículos automotores de Brasil, en tanto un cambio de estrategia haría que las importaciones superaran a las exportaciones.

Es que las cuestiones de corte ideológico han influido en las marchas y contramarchas que ha tenido el bloque en los últimos tiempos, que nunca alcanzó una unión aduanera. A 30 años sigue inconcluso, distorsionado, muy discursivo, anquilosado en el tiempo y con barreras a la libre circulación. Es decir que, en vez de avanzar, retrocede.

Y porque existen urgencias, al menos para Uruguay. Tal como lo dijo el mandatario en marzo: “No hay tiempo para grandes diálogos y comisiones, es tiempo de actuar”. Sin embargo, a mitad del año Argentina cerró su presidencia temporal sin avances ni respuestas al pedido de los dos socios.

Por eso, Uruguay pone el pie en el acelerador y envía a la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, a reunirse con su par Paulo Guedes, antes de un nuevo traspaso a la nación guaraní.

De todas formas, Uruguay ya salió a dialogar por fuera del bloque, con Armenia, Georgia, Turquía y España, a través de una extensa gira efectuada por el canciller Francisco Bustillo. El punto de destaque hay que ubicarlo en Estambul, donde las autoridades turcas manifestaron su interés en el desarrollo de acuerdos comerciales, de la llegada de Turkish Airlines y de la apertura de una embajada uruguaya en Ankara o su similar diplomática en Montevideo.
Por su parte, el presidente debutará en la Asamblea General de la ONU, viajará a México para tener encuentros bilaterales con los países que integran la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y, a fines de setiembre, se reunirá con empresarios en Estados Unidos.

Por ahora, mientras Brasil quiere ingresar en la “cuarta revolución industrial” para llegar a una mayor cantidad de cadenas productivas internacionales, Argentina y Paraguay se apegan a la letra que ya tiene más de tres décadas.
Porque “consenso” no significa “freno” y porque la región es muy rica para huir de la integración y globalización que se practican en otras regiones.