Inclusión y burocracia: escollos para los diabéticos

En las tirillas, el paciente pone una gota de sangre y controla su nivel de glucosa en la sangre.

En 2014, la exedil Sandra Navadián propuso en la Junta Departamental que la diabetes fuera declarada de interés departamental y fue aprobado por unanimidad. En diálogo con EL TELEGRAFO, recuerda que en ese momento “me pareció un tema sensible, a pesar de no tener familiares diabéticos”.
Cuenta que “busqué información y me contacté con la doctora Laura Savio para que expusiera el tema en la Junta. En aquella oportunidad presentó un material muy explicativo por power point y todos los ediles pudimos informarnos”.

La sorpresa para Navadián llegó tres años después de aquella sesión, cuando su hijo adolescente fue diagnosticado con diabetes. “En 2017, sin tener a nadie en la familia con antecedentes, mi hijo contrae diabetes emocional y empieza el tratamiento con 11 años. Hoy tiene 15 años y, por supuesto, sigo el tema más de cerca con la doctora Savio, que es su médico de cabecera”.
Actualmente “me contactan muchas madres que se enteran del caso de mi hijo”, asegura la exedil. “Y la verdad es que quedo sorprendida porque no sabía que había tantos casos a diferentes edades. Incluso, se suman día a día por los diagnósticos. Es que antes pensábamos que era un problema de salud de gente adulta”.
La comunicación entre familiares la lleva a descubrir que en el entorno de un paciente diábetico muy joven, todos transcurren por etapas similares. “Al conversar con otras madres veo que atravesamos por distintos procesos depresivos porque pensamos que ellos serán insulino-dependientes para toda su vida. En mi caso particular, me emociona mucho verlo cuando se pincha todos los días. Pero son verdaderos guerreros porque al ser tan jóvenes, naturalizan enseguida esa situación”.

En el contacto fluido con otras madres de hijos diabéticos, “nos solidarizamos entre nosotras y recuerdo que cuando empezó el tratamiento, me sugerían las agujas que tenía que usar por la sensibilidad de la piel y las venas. Además, vamos aprendiendo sobre sus cambios de humor, porque hay días en que no quieren hacer el tratamiento. Ese no es mi caso, porque lo sigue a rajatabla, pero hay otros casos que no pueden”.
La tecnología ha creado nuevos dispositivos que “se colocan en los brazos. Pero no es su caso, porque al ponerse ese aparato, es algo así como una referencia para otros de que es diabético y él me dice que no quiere llevar nada que lo distinga como tal, para que todos lo traten por igual”, dice Navadián sobre su hijo.
La exedil presentó una carta “ante el presidente de la Junta Departamental, Braulio Álvarez, en nombre de Gladys (Bertulo) para que el frente del edificio se encienda con las luces azules, y lo mismo hice con el director del Hospital, el doctor Gustavo Curbelo”.

Policlínicas y recursos

Navadián precisó que “desde 2011 hay una policlínica de prevención y tratamiento de la diabetes que es única en el país. Pero hay que tener stock de materiales, como la insulina, e ir todos los meses a la oficina de material quirúrgico para levantar las tirillas. Eso funciona porque siempre tengo fecha, pero ahora se han recortado algunos materiales y cuando preguntamos por las demoras, nos dicen que se están licitando. Por ejemplo, antes nos daban cuatro cajas de tirillas y ahora nos dan dos”.
Sin embargo, aclara que “tengo que agradecer al hospital y a los funcionarios por la atención. Pero se complica, por ejemplo, si le cambian la insulina que tiene que estar aprobada por el Fondo Nacional de Recursos. Para eso hay que hacer un papeleo burocrático pidiendo el cambio”.

En este sentido, deben fundamentarse las variaciones en el tratamiento del paciente. “Llevamos el lector y esos resultados van al Fondo. La respuesta del Fondo demora hasta 10 días y una vez aprobada, vamos con la receta y nos dan sin ningún problema. Pero se volvió burocrático porque antes la doctora lo extendía en forma trimestral y ahora debe hacerlo todos los meses”. En medio de los días de espera, “tengo que volver a suministrarle la insulina que le daba antiguamente. Con la nueva, solo se pincha una vez al levantarse. Con la anterior, tiene que hacerlo hasta cinco veces y eso afecta su parte emocional”.
Navadián puntualiza que “un diabético tiene que tener sus colaciones cada dos horas y los cuidados para que no se lastimen. Si hace calor, hay que ver que no anden descalzos y que usen medias o zapatos especiales. Hay que trabajar mucho aún por la accesibilidad de los pacientes que tienen una patología crónica”.

Explica que falta inclusión y la disponibilidad de productos en los locales de venta de comidas. “Hablamos mucho de inclusión todos los días, pero no lo aplicamos. Si busco un refresco cero (azúcares) para él, no lo encuentro en todos lados. Incluso en sus cumpleaños, su torta de cumpleaños es ‘cero’”.
No obstante, reconoce que en el centro educativo al que asiste “siempre hay un refresco ‘cero’ para él y otros tantos niños y adolescentes que van al mismo colegio. Además, el equipo de dirección organizó una charla a cargo de la fundación para capacitar a sus pares”.
Finalmente resaltó que “a esa edad es emocionante verlos, porque son unos luchadores incansables pero siempre deben tener los materiales. No hay que recortar en estos tratamientos porque siempre juega en contra su salud emocional”.