Cierre del año de Promesec, dedicado a la atención de adolescentes en conflicto

Con una actividad diferente se llevó a cabo en Casa de Cultura de Paysandú el cierre de año del Programa de Medidas Socioeducativas Comunitarias (Promesec), dirigido a adolescentes de 13 a 18 años. Es un programa que depende del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) y que trabaja con adolescentes que han tenido algún problema con la ley y que el juez, el sistema judicial, decide no privarlos de libertad, pero sí penarlos con medidas alternativas. Los adolescentes son imputables desde los 13 años y es con ese grupo que trabaja Promesec.

María Lorena Mendizábal es la coordinadora del programa que en Paysandú trabaja en convenio con el INAU y el Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA). La coordinadora departamental es Elizabeth Ipar, quien colaboró para que esta jornada fuera posible. En nuestra ciudad la población promedio de adolescentes comprendidos en este programa es aproximadamente de veinte, si bien varía un poco, Paysandú es de los departamentos con más adolescentes en esta situación.

PROMESEC

Mendizábal conversó con EL TELEGRAFO para informar sobre la forma de trabajar y qué áreas cubre el programa. El equipo de trabajo está compuesto además de la coordinadora por un docente, una abogada, una licenciada en trabajo social, una sicóloga, un tallerista, educadores y un médico. “Trabajamos muy bien con el Poder Judicial, con Defensoría y con Fiscalía de manera de articular acciones para que los menores no sean privados de libertad”, asegura.
Agrega además que “se apuesta mucho a lo educativo, a medidas socioeducativas, como por ejemplo que los adolescentes terminen el ciclo básico, la secundaria y –aunque parezca increíble– a darles identidad, ya que muchos ni siquiera han sacado la Cédula, los ayudamos en eso también”. En el local de Zorrilla de San Martín y Número 5 trabajan sobre las necesidades que vayan surgiendo: tener el carnet de vacunas al día, revisación médica y talleres sobre sexualidad responsable. “Es reconfortante trabajar con adolescentes en estas condiciones porque son muy receptivos y responden más de lo que cualquier persona o la sociedad toda pueda esperar”, afirmó.

Los chicos que llegan a estas instancias es porque han sido abandonados por algún otro sistema, por lo que el programa trata de darles una atención integral, máxime teniendo en cuenta que atienden a chicos desde los 13 años, que prácticamente son niños, y si bien abarcan hasta los 18 años, quienes tengan más edad pero hayan cometido delitos siendo menores, también son atendidos. Aunque en teoría trabajan de lunes a viernes, si hay un menor detenido en investigaciones, ya sea sábado o domingo, ellos se hacen presentes para poder garantizar que un menor no esté detenido más de 4 horas. Pasado ese tiempo, el adolescente es trasladado al centro donde pasa la noche, se puede bañar, mirar televisión y esperar hasta que fiscalía decida si hay pena o no.
Lorena Mendizábal explica que “trabajamos mucho derivando. Articulamos y coordinamos las acciones para que puedan terminar el liceo, así como atender su salud física y mental”. La actividad de cierre de año fue sugerida por los mismos adolescentes quienes conocían a Federico González, quien tiene para contar su experiencia de vida, la que incluye haber pasado por varias etapas, además de generarles interés por cómo fue resolviendo y cambiando su situación a través del tiempo.

FEDERICO GONZÁLEZ – KUNFÚ OMBIJAM

Federico tiene 35 años y su apodo es “Kunfú”; viajó desde Montevideo invitado por INAU para este cierre de año, con el fin de brindar una charla participativa a los adolescentes y contar su historia. En conversación con EL TELEGRAFO resumió lo que ha vivido: “me crié en una familia rodeada de tecnología y de música, en un momento llegó a mis manos un disco de hip hop de Eminem y empecé a conocer el ritmo de lo que ahora hago. No era un ritmo muy popular, pero nos juntábamos en la Plaza de los Bomberos en Montevideo los domingos a tocar y ahí nos enterábamos de qué actividades habría. Con el tiempo empecé a involucrarme con las drogas, no sólo marihuana, sino también pasta base. Ya no me juntaba por la música, en ese momento era para drogarme, ya era dependiente. A partir de ahí, empecé a sacar cosas que no eran mías, a robar y ‘rastrillar’ a mi familia y amigos para poder comprar droga”.

“Cuando vi que otros pibes salían a robar dije: es por acá, plata fácil y entonces comencé a delinquir. Ya siendo mayor de edad tuve mi primer antecedente, y seguí sumándolos; cuando caí ‘pesado’ por copamiento me dieron 18 años de pena. Los primeros 2 años en la cárcel tuve visitas, después la gente se cansa y deja de ir, me fui desvinculando de todos y sólo me visitaba mi mamá. De a poco empecé a recordar que tenía otras herramientas, hacía música y poesía y sabía de computación y además por otro lado encontré dentro del sistema penitenciario el Espacio de Yoga y Valores en Cárcel. Desaprendí lo malo y aprendí más cosas buenas. Me liberaron 8 años antes porque el juez entendió todo lo que yo había cambiado, el proceso que había hecho”.

Desde entonces, “Kunfú” (como le gusta que lo llamen) comenzó a vivir de la música, da talleres en centros penitenciarios y da charlas donde se lo requiere. Está convencido que en su historia tiene cosas importantes para compartir y trasmitir que “la plata no es todo, cuando lo entendés, la vida empieza a ser linda”.