Destinos naturales y seguros

Con el desarrollo de distintos operativos, como Verano Azul y Verano Seguro, Uruguay está comenzando la temporada estival 2021 – 2022 en un contexto de fronteras abiertas para los turistas, un importante incremento del número de casos de la COVID-19 positivos, el inminente inicio de la vacunación a partir de los 5 años, la reciente confirmación de que la variante ómicron de coronavirus ha ingresado al país y algunas advertencias en cuanto a la próxima ola de la pandemia en el territorio nacional.
Se trata de un escenario complejo que se desarrolla en paralelo al deseo de las personas de salir a vacacionar luego de ya casi dos años de inicio de la pandemia, así como la necesidad de reactivar un sector de actividad nacional que antes de este problema global generaba miles de empleos y producía más divisas que las exportaciones de carne.
Al realizar el lanzamiento de la temporada turística veraniega en Colonia a principios de este mes, el ministro de Turismo, Tabaré Viera, invitó a todos los visitantes que vengan a Uruguay a que aprovechen las fortalezas, de paisajes, y ofertas turísticas variadas.
En tanto, la pieza promocional utilizada para promocionar la campaña estival tuvo como inspiración el reconocimiento de Uruguay por la pandemia y las finales de la Conmebol, mostrándole a los extranjeros que otros atractivos se pueden encontrar en el país. A su vez, en sus redes sociales digitales el Ministerio invita a salir de vacaciones y “cambiar la foto de perfil” apelando a imágenes de playas y naturaleza, y poniendo énfasis en que los trabajadores del sector turístico esperan a los visitantes con todos los cuidados.
Indudablemente que el turismo de sol y playa, así como seguramente el de naturaleza en general, sean los preferidos por los visitantes y también el turismo interno. Si históricamente, en esas tipologías del turismo se ubican mayormente los visitantes veraniegos, la experiencia de la pandemia –y el hecho contundente de no haberla superado aún– hacen que destinos que permiten el disfrute del aire libre seguramente sean los elegidos a también en esta oportunidad.
En diciembre del año pasado, procurando promover el turismo interno luego del mazazo del primer año de pandemia, el Ministerio de Turismo había realizado el lanzamiento del programa Destinos Naturales, para promover las áreas protegidas del país como puntos turísticos. Era una invitación a conectarse con la naturaleza, conocer paisajes naturales uruguayos singulares, avistar aves y especies nativas y recorrer senderos interpretativos ubicados en 17 áreas protegidas.
Se trata de espacios de biodiversidad con protección legal donde la presión de los recursos naturales –ya sea por la sobrecarga de visitantes u otros problemas, como la caza ilegal– se vuelve de particular cuidado.
Hoy las autoridades actuales no están haciendo una invitación directa a visitar las áreas protegidas pero sin dudas que siguen siendo un atractivo muy interesante. Es importante que quienes las visiten, además de disfrutar, apreciar y conocer la naturaleza o cualquier manifestación cultural, tengan presente generar un bajo impacto sobre los recursos naturales. Esto incluye, en primer lugar ser cuidadosos con el rastro de basura que dejamos pero también otros cuidados particulares y necesarios específicos de cada zona.
Solo por mencionar dos ejemplos entre muchos, se puede señalar que en lo que refiere a la faja costera, es importante el cuidado del ecosistema costero –vital para la amortiguación de eventos extremos y como sustento de pesquerías, además de ser sitios de recreación con gran valor paisajístico– y evitar los daños que provoca la circulación de vehículos al contaminar, desestabilizar y erosionar la costa, afectando su vegetación y generando grandes perjuicios a la fauna asociada.
Nuestros bosques nativos, además de ser hábitat de flora y fauna y fuente de frutos, también protegen los suelos y cumplen un rol fundamental en el mantenimiento de la calidad del agua, contribuyendo de igual forma con la fijación de carbono y la reducción del riesgo de inundación. Por su parte los humedales favorecen la recarga de acuíferos, protegen la línea de costa, mitigan las inundaciones y depuran las aguas.
Mientras tanto, en los entornos rurales, la protección de la biodiversidad incluye cuestiones muy concretas como el cuidado de nuestras especies protegidas cuya caza es ilegal y otras más intangibles pero no menos importantes como el respeto de las costumbres e identidad de la población local.
En lo que se refiere a las áreas protegidas, las opciones son muy variadas, algunas muy emblemáticas y otras poco conocidas. A modo de ejemplo cabe señalar que Rocha posee 7 de las 17 áreas naturales protegidas uruguayas. No obstante, todas son lugares maravillosos para descubrir. Los Humedales del Santa Lucía constituyen el área protegida más grande que tiene el país. Además de los imponentes humedales, el área presenta formaciones vegetales nativas, monte ribereño y monte parque, así como playas arenosas, puntas rocosas e islas fluviales que constituyen una diversidad de ambientes y alojan numerosas especies. Asimismo, la zona constituye un ambiente único en el país para que se cumpla el ciclo reproductivo de especies marítimas de alto valor para el sector pesquero.
Aquí en Paysandú contamos con el área protegida de Montes del Queguay, que alberga la mayor superficie boscosa del Uruguay y, muy cerca, el Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, integra también el Sistema Nacional de Áreas Protegidas y tiene una de sus puertas de entrada en la localidad de San Javier, que este año fue nominada para representar a Uruguay en la convocatoria internacional Best Tourism Villages, un reconocimiento que otorga la Organización Mundial del Turismo a los pueblos de todo el mundo que hayan demostrado su compromiso con la promoción y la conservación de su patrimonio cultural y con el desarrollo sostenible a través del turismo.
Entre tantas cosas negativas y hasta nefastas que nos trajo el COVID-19, hemos aprendido todos a ser más cuidadosos con nosotros mismos y quienes nos rodean. Es un aprendizaje duro que nos reveló la fragilidad de nuestro estar en el mundo. Y la fragilidad del mundo mismo.
Es de esperar que también estemos aprendiendo a ser más responsables con nuestros entornos naturales y su biodiversidad. En particular aquí en Uruguay, sería bueno que la reapertura responsable de las actividades turística y el verano sea seguro también para nuestros espacios naturales y, en primer lugar entre ellos, para aquellos que poseen características que los hacen singulares y los han constituido en áreas protegidas. Una mayor y mejor infraestructura de servicios para visitantes también es necesaria en la mayoría de los casos para su adecuada puesta en valor y disfrute en usos compatibles con la conservación.