Entre lo macro y lo pequeño de la pandemia

Mientras el ministro de Salud, Daniel Salinas, insta a “mirar lo macro”, ante el aumento de casos de COVID-19 por la variante ómicron en Uruguay, donde se registra un desacople entre la cantidad de positivos registrados a diario y los internados en CTI, otras autoridades que manejan el panorama a nivel macro mantienen sus posturas acotadas a una circunstancia pequeña.
En su última conferencia de prensa antes de Navidad, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió que es una ilusión la dosis de refuerzo para superar la pandemia.
Alertadas por las autoridades sanitarias uruguayas desde hace varios meses, en nuestro país se reconoce que la vacunación con la pauta completa no es una condición de inmunidad absoluta. A nivel nacional, tanto las autoridades del gobierno, así como las académicas, sostienen que descendió la gravedad de los casos en función de los elevados índices de vacunación registrados desde el primer trimestre de 2020. Incluso, en las últimas semanas hubo un aumento en el registro de inscripciones para recibir la tercera dosis.
La información diaria que registra el Sistema Nacional de Emergencia, a través del ministerio, parece desalentadora, ante los esfuerzos registrados por profesionales de la salud. Sin embargo, el panorama macro mantiene otras aristas.
A nivel local, por ejemplo, no hay registros de internaciones por COVID-19 y en el país, en comparación al mismo período del año pasado, se incrementaban las ocupaciones de camas que se extenderían a lo largo del primer semestre de 2020.
¿Qué conclusión es posible sacar de este escenario uruguayo? Si las variantes provienen del exterior y el país comenzó su blindaje a través de la inoculación, no es posible suponer que los programas de refuerzo prolongarán la pandemia, en vez de acabar con ella. Sin embargo, la autoridad global así lo piensa.
Salinas, por el contrario, establece que hay un desacople entre el crecimiento exponencial de los casos positivos y el número de activos, en relación a la cantidad de internados graves y fallecidos.
Por ejemplo, de los 33 pacientes en cuidados intensivos, solo 3% cuenta con las tres dosis, el 18% recibió las dos dosis y el 80% decidió no vacunarse.
Esa es nuestra realidad. Y la de otros 120 países que retomaron sus niveles de vacunación. El problema no es la discusión sanitaria que puede extenderse mientras dure la pandemia, sino el contenido social de su discurso. Porque los países que encaran las dosis de refuerzo pertenecen en su mayoría a los ricos o de ingresos medios. Y, tal como lo ha dicho el comité de expertos en políticas de inmunización de la OMS, “ningún país pobre ha desarrollado aún un programa de refuerzo”.
Nuestra región se ha caracterizado por mantener esta brecha y Uruguay marca una tendencia favorable a su política sanitaria. De lo contrario, no tendrían otra explicación las colas de turistas que llegan a vacunarse en tiempos de vacaciones.
En cualquier caso, el programa sanitario uruguayo ha sido bastante más ambicioso que la exhortación de la OMS. La autoridad global recomendó que “los esfuerzos de inmunización deben seguir centrándose en la reducción de muertes y de los casos más graves y en la protección del sistema sanitario”.
La línea conductora en Uruguay se desmarcó desde sus inicios de ese objetivo inicial y apuntó a la búsqueda de una salida propia. Porque ese concepto tan polémico de la “libertad responsable” ubica a cada uno en su lugar de agente multiplicador de conciencia, donde cada uno resuelve hacia dónde va o con quién se reúne.
No es tarea fácil evitar que el virus circule, porque la interrupción de tareas implica costos laborales para trabajadores y empresas, en el marco de una coyuntura aún sensible a los niveles prepandemia.
También es posible analizar al grito de la tribuna este incremento de positivos y pedir medidas restrictivas de la movilidad o la convocatoria al Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que oportunamente ya aportó todo su conocimiento y destaque académico.
La tensión en el primer nivel de atención está confirmada y las demoras en la atención generan hastío en una población –nacional y del planeta– que cumplirá dos años en marzo, hablando prácticamente del mismo tema.
Ningún discurso temerario ha tenido asidero ni ha llamado la atención del público. Porque mientras las palabras fluyen, los casos se multiplican en Europa, que contabiliza más de cien millones de casos desde el comienzo de la pandemia. Sólo en la última semana del año 2021, el viejo continente registró cinco millones y la variante se extiende rápidamente desde entonces.
Estados Unidos, en la misma situación, superó el millón de casos en un día y pasó por encima de la marca mundial desde el inicio de esta contingencia. Argentina, con 45 millones de habitantes, duplica los contagios cada día y en forma continua, cada país bate su propio récord.
Las primeras economías del mundo reportan situaciones críticas de atención a sus usuarios en los centros hospitalarios, ante la falta de recursos humanos. Y los centros educativos retrasan el comienzo del año lectivo europeo ante la escasez de personal. Es el caso de Inglaterra, que realizó un llamado a profesores jubilados para que ayuden a enfrentar el problema.
Es decir, el mundo entero sufre por la arremetida de esta nueva variante y ve un horizonte incierto de punto final. Las medidas individuales aportarán a ese escenario “macro”, pero ningún discurso tremendista servirá para algo más que las dudas y la crispación.
No es momento de ver a corta distancia ni desde el pequeño lugar del “yo”, sino del amplio “nosotros” que siempre fue el sino de nuestra propia historia.