Escribe Ernesto Kreimerman: El derrumbe del ultraliberalismo inglés

Apenas 8 minutos y 21 segundos soportó Liz Truss la rueda de prensa que tuvo lugar este último viernes. Tan sólo 501 segundos para balbucear cuatro preguntas y huir, dejando perplejos a los periodistas que se quedaron, además, con sabor a poco y nada.
La primera ministra debía en esa ocasión explicar o justificar la destitución de su ministro de Hacienda, y dar también una lectura del mapa político toda vez que se asume que fue la presión del grupo parlamentario de los tories los que forzaron esa salida. Esta política ultraliberal asumió su cargo sucediendo a Boris Johnson hace apenas unos días, el 5 de setiembre.

En Londres, ya se recogen apuestas para acertar no ya qué día renuncia, sino a qué hora. Más allá de lo anecdótico, de que sea verdad o no, lo unánime es que el gobierno asumido hace menos de dos semanas ya sucumbió, por sus debilidades técnicas y su incomprensión del momento político y económico.

La breve historia

La historia política relevante de Truss está asociada a la de Johnson (BJ). En 2019, con la llegada de BJ al liderazgo conservador y primer ministro, ella es designada secretaria de Estado de Comercio Internacional y presidente de la Junta de Comercio. Adicionalmente, el de ministra de la mujer y la igualdad desde setiembre de 2019. En 2021, cuando BJ reorganiza su gabinete, logra ascender a secretaria de Relaciones Exteriores y asume el rol de negociadora principal del gobierno con la Unión Europea y presidenta del Reino Unido del Consejo de Asociación UE-Reino Unido (diciembre 2021).
Fue parte del grupo que BJ formó para dar respuesta a la invasión rusa de Ucrania en 2022.

En la última crisis y el vacío de sucesión, producto de la renuncia de BJ el 7 de julio de 2022 pero que recién se efectivizó su salida el día 6 de setiembre. En el ínterin, BJ se tomó vacaciones en dos ocasiones: la primera vez una semana en un balneario de Eslovenia, y la segunda en Grecia. Más de cincuenta altos funcionarios habían renunciado de forma inmediata, según la prensa británica, hartas todas ellas de los escándalos y las mentiras del renunciado primer ministro. Ahora mismo, BJ está nuevamente de vacaciones, pero en República Dominicana. Dos semanas en singular paraje.

La sucesión

El mismo 5 de setiembre, Infobae publicaba un artículo que título “Quién es Liz Truss”, y la categorizó como una “libertaria”, con el apoyo del ala derechista de su partido, el Conservador. Admiradora de Margaret Thatcher, protagonizó insólitas situaciones imitando a su referente. Para ejemplos, dos: copió su estilo de trajecito azul marino y camisa blanca; y “reproducir” fotos icónicas de la dama de hierro en un tanque de combate.
Pero quizás la “etiqueta” en cuestión sea excesivamente prudente. En Londres se habla de ella como una “abanderada de la derecha conservadora euroescéptica”, y todos recuerdan que antes de su repentina transformación conservadora había hablado en actos promoviendo el fin de la monarquía. A partir de allí, su sinceridad política quedó cuestionada.

Pero después de allí, y el reiterado uso de giros discursivos, poca cosa más. Es que la delicada coyuntura que vive hoy el país no da espacio para aventuras de folletines.
Y la verdad, no ha acertado una. A saber, en sus discursos de campaña anunciaba medidas para reducir el sector público. La primera en implementar, recortar salarios a los funcionarios que vivieran fuera de Londres, debió negarla al día siguiente.
También en su campaña, y sin ofrecer detalles, anunciaba un “plan audaz” para reducir impuestos y simplemente con ello lograr un crecimiento económico.
En cuanto al mayor problema inmediato para los ingleses, se comprometió a “abordar la crisis energética, lidiar con los recibos de energía de las personas, pero también con los problemas a largo plazo que tenemos con el suministro de energía”.

Y ahora, ¿qué?

El capital político, escaso, con que contaba Truss parece casi agotado. En menos de dos semanas, sacrificó a su ministro de Kwasi Kwarteng en su último giro de 180 grados. Truss canceló su rebaja del impuesto de sociedades a las empresas. Johnson había decidido pasar del 19% al 25% y con ello financiar ayudas a la población para afrontar el precio de la luz. Ella anunció que no, que se quedaba en 19%. Lo expuso el miércoles pasado en la sesión de control en el Parlamento.
El resultado, un grotesco giro de 180 grados, volver a lo anterior y cesar al ministro Kwasi Kwarteng. Ella había defendido la medida en el último congreso anual del partido y también en la Cámara de los Comunes.

Esta derrota autoinfligida e insensata, es fundamentalmente una derrota política y de fundamentos.
Ese dogma que tuvo su apogeo en los tiempos de Thatcher, que sostiene que ante toda coyuntura económica, ante todo desequilibrio, la solución correcta, la de aplicación forzada, es bajar impuestos, especialmente a las empresas, favorece el crecimiento. Vuelve al presente el desastre del miércoles negro de 1992 cuando la libra tuvo que abandonar el sistema monetario europeo, fue “cuando los tipos de interés se dispararon, perdimos la credibilidad económica y nos costó quince años recuperarnos”. Los documentos del Tesoro publicados en 2005 permitieron saber que aquella aventura costó 3,3 mil millones de libras.

Cuestión de días

En la conferencia de prensa del viernes de apenas 501 segundos, tras confirmar la renuncia/destitución de Kwarteng, acertó a decir que permanecería en cargo para dar estabilidad a la economía. La revista The Spectator, conservadora, se sinceró: “es mala en todo”.
El Brexit y su referéndum se convirtió en lo que se advirtió: una tormenta de agua y viento. En seis años se ha devorado cuatro primeros ministros diferentes.
En la mesa de Truss no hay más comensal que ella misma, sola y desprestigiada. Ella, y su esquema del dogma fracasado de la rebaja fiscal corporativa en tiempos de incertidumbre y debilidad financiera.