Cero vertederos, meta necesaria

La gestión de residuos constituye uno de los aspectos más complejos y problemáticos que se presenta en materia ambiental urbana en el país y un gran dolor de cabeza para las intendencias y municipios, que son los que deben hacerse responsables de su existencia y operativa. La situación es grave si se considera que la amplia mayoría de los departamentos del país actualmente disponen los residuos en lugares no habilitados por el Ministerio de Ambiente.

Los pasos que se han ido dando han sido lentos pero se ha avanzado en el andamiaje legislativo que permitirá desarrollar mejoras. En primer lugar, nuestro país aprobó en 2019 la Ley de Gestión Integral de Residuos (Nº 19.829), que marca un hito en la normativa nacional, ya que establece los cimientos de la planificación y la política de gestión de residuos a nivel nacional y departamental; y pretende un salto cualitativo, impulsando una gestión planificada y moderna.

Luego en, 2021 el gobierno comenzó a trabajar en el diseño de un Plan Nacional de Gestión de Residuos (PNGR) que, en su etapa final realizó una consulta pública el año pasado. Este plan es el que guiará las innovaciones en materia de gestión de residuos se realicen en los próximos diez años.

Se trata de una herramienta de planificación estratégica que apuesta a ser motor de las transformaciones en residuos para lograr el desarrollo sostenible. Fue elaborado en el marco de un proceso participativo en el que participaron 27 organizaciones de diversos sectores del ámbito público y privado; de escala nacional, departamental y municipal; incluyendo a la academia, organizaciones de la sociedad civil, asociaciones y cámaras empresariales.

Cuenta con 10 ejes que lo estructuran y aborda a todos los tipos de residuos establecidos en la Ley N°19.829 e incluye la dimensión ambiental, social y económica. Además, establece los mecanismos de seguimiento y gobernanza. Impulsa fuertemente la disminución de la generación de residuos y los posiciona como recursos, apostando al desarrollo de capacidades nacionales para que la disposición final de residuos no sea la base de la gestión.

El Plan fija metas para los próximos 10 años con revisión intermedia a los 5 años, entre ellas se plantea el objetivo “Cero vertedero a cielo abierto para 2025”.
Una de sus metas es la reducción de los flujos de residuos con destino a enterramiento, a la vez que determina el cierre de los vertederos y la instalación de rellenos sanitarios, que en algunos casos serán de carácter regional (Tacuarembó y Rivera, Río Negro y Soriano o Cerro Largo y Treinta y Tres).

En este sentido, recientemente el ministro de Ambiente, Adrián Peña, anunció que el gobierno destinará 17 millones de dólares para el cierre de los vertederos a cielo abierto. En tal sentido, se conformó una comisión en la que participan dicho Ministerio, el Congreso de Intendentes y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) de Presidencia de la República para analizar los acuerdos que se efectivizarán con cada intendencia.

El ministro calificó a este logro como un “hito” en la concreción del Plan Nacional de Gestión de Residuos, destacando la necesidad de eliminar los vertederos a cielo abierto que existen en 16 de los 19 departamentos de Uruguay.
También se pretende desacoplar la generación de residuos en relación a la producción de bienes y servicios. Se buscará que el crecimiento de la generación de residuos sea menor al crecimiento económico. Para ello se apuesta a reforzar la estrategia de reducción del uso de plásticos de un solo uso, el desarrollo de un esquema de certificación de empresas libres de plásticos de un solo uso y se irá extendiendo con otras medidas. También se trabajará en la línea de reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos, en todos los eslabones de las cadenas de alimentos así como en el incremento en la recuperación y valorización de residuos.

En otro orden, se refuerza el control y la reglamentación de residuos especiales, como  los de aparatos eléctricos y electrónicos y los de obras de construcción, planificándose también la recuperación y valorización de residuos plásticos del agro. Otras líneas de trabajo consisten en la promoción de la producción de compost en diversos eslabones de la cadena de residuos (domiciliarios, comerciales, industriales, municipales) y a reglamentación de la exención de IVA al compost industrial.

Algunas generaciones atrás nuestros antepasados seguramente no se hubieran imaginado algunos de estos problemas que hoy requieren acciones y tratamientos específicos para reducir su daño ambiental. Aunque qué hacer con la basura y los desperdicios de todo tipo ha sido un problema tan antiguo como el mismo ser humano, es cierto que en el mundo actual el problema se ha profundizado, diversificado y se ha vuelto más complejo debido a factores tecnológicos, económicos y culturales. Yendo solo algunas décadas hacia atrás es evidente que no solo el volumen de residuos urbanos era menor sino que no estaban presentes hábitos contemporáneos de “usar y tirar”, los envases de plásticos se utilizaban menos y los plásticos de un solo uso simplemente no existían.

Si pensamos tan solo un momento en la inmensa cantidad de bandejas, vasos descartables, cajas de envío de comidas en servicios de delivery, nos daríamos cuenta del gran volumen que genera una sola casa y el gran problema que constituyen este tipo de desperdicios.
Por otra parte, la mala gestión (o la ausencia de ella) de los residuos sólidos urbanos genera no sólo impactos ambientales sino también sanitarios y sociales de relevancia. Se requieren no sólo soluciones técnicas sino también la inclusión de los recicladores informales, cambios culturales en relación a la conducta de las personas y educación y motivaciones claras para que la gente se motive a reducir y reciclar sus residuos.

Es una arista del problema que está claramente identificada puesto que el propio ministro de Ambiente reconoció en declaraciones oficiales que se trata de un tema ambiental pero también social, ya que genera que 5.000 personas trabajen desde la informalidad y mediante el plan se procura combatir esta situación.
En definitiva, una buena gestión de residuos sólidos es más que contar con una ciudad limpia. Constituye un necesario compromiso social y ambiental que redunde en la mejora de las condiciones de vida de todos. Eso necesita de inversiones, decisiones políticas y madurez ciudadana para constituirse en protagonista de transformaciones culturales y de hábitos que son tan necesarias.