Tras urgencias, es preciso reactivar la agenda hacia energías renovables

A partir de eventos de repercusión mundial como la pandemia de COVID-19 y la invasión rusa a Ucrania, muchas cosas han cambiado en el globo, y seguramente el escenario se ha modificado en una diversidad de áreas, con la interrogante planteada sobre si estamos ante un nuevo ciclo de carácter temporal o que se incorporarán nuevos elementos estructurales cuya entidad hoy todavía resulta imposible de evaluar.

Uno de los escenarios tiene que ver con la energía, porque aquella Europa que parecía incólume en el rumbo de cambio gradual hacia la reconversión de combustibles fósiles a generadores amigables con el medio ambiente, presenta un impasse y medidas que van en dirección contraria para hacer frente al temporal, en tanto en América Latina hay una visión particularmente distinta, aunque sin tener capacidad de trascender sus fortalezas más allá del subcontinente.
Una pista de lo que ocurre la plantea Alonso Blanco, director ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), quien por ejemplo considera que América Latina debería definir una postura común frente a los retos del cambio climático, que marcan una hoja de ruta para la energía.

En declaraciones al suplemento Economía y Mercado, del diario El País, el especialista considera que la problemática de la energía tiene diversas puntas, tanto en lo que refiere a la situación de países y regiones como respecto a las características del respectivo sector que necesita la energía para moverse, por cuanto una cosa es la demanda de los centros urbanos, otra la del transporte en general y otras son las características de la demanda de los grandes emprendimientos fabriles y otros grandes consumidores, por lo que debería considerarse una respuesta específica para cada una de las respectivas áreas en cuanto a la mejor forma de satisfacer sus necesidades.

Igualmente, en lo que respecta a la coyuntura actual, tras la pandemia, inflación, guerra en Ucrania y subas de precios, Blanco indica que “lo que hay es un reordenamiento de prioridades. La pandemia genera una crisis de oferta y demanda en absolutamente todo, y eso también impactó fuerte en el sector de la energía. Lo vimos al inicio de la pandemia con precios muy bajos en el crudo”, en tanto al estallar la guerra en Ucrania “la realidad cambia, se instala no solo la necesidad de una apuesta más fuerte a cómo se venía trabajando, sino que el tema pasa a ser de seguridad energética, el suministro. Es un problema grave, la dependencia europea del gas ruso coincidiendo con la salida anticipada de Europa de la oferta nuclear interna, lo deja altamente dependiente del gas”.

Ese es precisamente un tema clave, por cuanto la hoja de ruta hacia el origen renovable de la energía que parecía absolutamente confirmada, ha dado lugar a que las urgencias coparan la agenda, y que las necesidades hicieran desalojar del primer lugar en la agenda a los orígenes renovables de la energía a tratar de contar con recursos de la forma que sea, porque además el severo invierno europeo no es el mejor momento como para quedar con falta de suministro para calefacción.

No puede extrañar que en la crisis y ante los temores de extorsión de Rusia a sus socios europeos se desatara la búsqueda de sustitutos, sin mirar si se trata de fósiles o contaminantes de alto impacto como el carbón, porque como bien dice el refrán popular, la necesidad tiene cara de hereje, y no es difícil elegir entre necesidades manteniendo inalterable la agenda o apelar a buscar calor poniendo un alto en el rumbo que se creía ya inamovible. Es que hay pocas o nulas alternativas para Europa y no hay forma de responder con celeridad a este problema, por cuanto las fuentes renovables no son suficientes para sustituir la faltante por los problemas de gas y la agenda pasa a tener como tema número uno el problema emergente de la seguridad energética. Y lo que ocurre en Europa, mal que nos pese, es de repercusión mundial, en uno u otro sentido, y ello es lo que hay que tener en cuenta. En América Latina, con el verano y sin depender del gas ruso, el escenario parece distinto, pero ello no debe llamarnos a engaño, porque de una u otra forma el cambio en la agenda va a tener sus consecuencias, y al respecto el director ejecutivo de la Olade estima que “el tema está dado fundamentalmente en los instrumentos de corto plazo, utilizados para la visión de largo plazo. Eso es lo que de alguna forma está teniendo un impacto muy fuerte en los precios internos, en la construcción de los mercados, porque se han puesto en evidencia problemas claros de diseño de los mercados de energía, no solamente en Europa, sino también en otras regiones del mundo”.

Y en lo que refiere a la América Latina, hay solidez manifiesta por la alta penetración de la generación hidroeléctrica –que por cierto, también es mala palabra para los ambientalistas–, además de un gran potencial en fuentes renovables interminentes, como son la energía eólica o la solar, que permiten mantener reservas de hidroelectricidad en los embalses.

Igualmente, cuando se habla de energía en general, hay que establecer diferencias en cuanto a su uso, y por ejemplo, en el caso del transporte, la electrificación es un paso en curso pero muy gradual, en tanto el uso del hidrógeno es visto como una opción viable y más adecuada a las necesidades del sector, en lo que respecta a la demanda que no es electrificable.
Evalúa el jerarca de la Olade en este sentido que la electromovilidad permitiría actuar en el consumo individual, pero es poco electrificable el transporte de larga distancia, el transporte marítimo o la movilidad aérea. Este espacio está disponible por lo tanto para el hidrógeno, y de la misma forma todo indica que en los consumos térmicos el espacio a ganar es para el hidrógeno, como la mejor opción posible. Aunque ciertamente para producir hidrógeno “verde” se necesita un gran excedente de energía eléctrica también “verde”.

Quiere decir que el tiempo del petróleo omnipresente, como antes lo era el carbón, ya ha tenido su momento, pese a que la coyuntura actual plantea respuestas que hacen cerrar los ojos a la contaminación, nada menos que en el continente europeo, que se alza como abanderado de la reconversión energética.
La diversificación, la descarbonización del globo, la reconversión energética a fuentes renovables, igualmente son los ítems que deben volver a ocupar los primeros lugares en la agenda, tras el impasse impuesto por las urgencias, y es necesario volver a dimensionar las políticas para el mundo del mañana cercano, una vez se disipen las consecuencias de los eventos que en poco tiempo han hecho retroceder años en acciones para investigación e incorporación de energía amigable con el medio ambiente.