M’hijo el youtuber

A comienzos del siglo XX Florencio Sánchez escribió M’hijo, la obra teatral por la cual adquirió gran reconocimiento dentro y fuera del país. Una obra en la que traslada la dicotomía que comenzaba a plantearse en el país entre su tradición rural y el urbanismo que empezaba a despertarse –mientras en la campaña sonaban los últimos estertores revolucionarios–, traducida en el enfrentamiento entre dos generaciones. Pero el título de esa obra devino en una expresión popularmente empleada a lo largo de (prácticamente) todo el siglo para aludir al ideal de aquella nueva generación a la que refería el principal dramaturgo nacional: cursar una carrera universitaria para garantizar un buen ingreso y una buena vida. Y aquí hemos de hacer notar el “prácticamente” entre paréntesis, porque ese concepto en las últimas décadas se desdibujó bastante y de allí es que viene el título de esta nota, satirizando sobre el título de la obra de Sánchez.

Un informe de la empresa de servicios financieros Remitly, basado en búsquedas de Google entre octubre de 2021 y octubre de 2022 comenzadas con “Cómo ser” plantea un cuadro a escala mundial sobre el “trabajo soñado” de país en país. En todo el mundo las búsquedas muestran que la mayoría de las personas desearían ser pilotos. Los datos van variando mucho, aunque se pueden detectar determinadas tendencias regionales. Citemos algunos ejemplos: en China, el de dietista es el trabajo soñado para la mayoría de los ciudadanos, según el estudio; los libaneses se preguntan cómo pueden convertirse en comediantes; en India, Nueva Zelanda y Sudáfrica, el de escritor es el trabajo soñado –con más de 800.000 búsquedas globales en Google– aunque esta búsqueda engloba tanto a los escritores de novelas como a los guionistas y a los periodistas.

De los 20 trabajos “más deseados del mundo”, piloto, escritor, bailarín, youtuber y empresario ocuparon los cinco primeros lugares. Entre los países que más buscaron “cómo ser piloto” se encuentran Canadá, Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Una de las razones es el salario de los pilotos.

Puntualicemos algo antes de continuar. No podemos dar por válido así nomás este informe, que carece de una base científica y de una metodología, es simplemente un ejercicio de una empresa que decidió hacer una prueba, por lo tanto no podemos considerarlo una verdad revelada, sino que esto requería de un estudio de otra profundidad, que encarado a nivel global sería todo un desafío, económico y metodológico. No obstante podemos tomarlo como una suposición para hacer un análisis, a sabiendas de que tiene los mismos problemas de base.

En los años ‘90 hubo un fuerte despegue de las carreras universitarias relacionadas con la Comunicación, con récords de inscripciones en Ciencias de la Comunicación (Liccom), que en esa década se terminó ganando el derecho a tener una facultad propia en la Universidad de la República, la hoy Facultad de Comunicación y Información. Claro, porque aquellos años nadie buscaría en un supuesto Google “cómo ser futbolista profesional”, que era en realidad el trabajo soñado para la mayoría de los jóvenes de la época. Hoy tampoco lo hacen, seguramente, aunque ese sueño sigue más vivo que nunca, viendo las remuneraciones de las estrellas del balompié internacional, porque recuerden que seguimos hablando de sueños, más que de realidades.

Pero de qué nos habla este “cómo ser youtuber” que ha sido la mayor de las búsquedas, no solo en Uruguay, sino también en Chile, Bolivia, Perú y México, o la otra variante popular en la región, que lideró en Argentina, Paraguay, Colombia y Venezuela: “cómo ser influencer”, casi el mismo perro con diferente collar. La excepción parece ser Brasil, donde las búsquedas apuntan a “cómo ser empresario”.

¿Es necesariamente un dato negativo, alentador o preocupante que los jóvenes quieran ser youtubers o influencers? Claro, todos los padres quisiéramos que nuestros hijos desearan ser médicos, ingenieros, o cosas así. Lo cierto es que hoy hay una imagen de éxito muy fuertemente asociada a los fenómenos mediáticos de Internet, las redes sociales y el streaming, con figuras que se codean con las celebridades del momento (como es el caso del español Ibai Llanos, socio del futbolista Gerard Piqué, muy popular en este momento por sus idas y vueltas sentimentales con la cantante colombiana Shakira, pero también amigo cercano de otros como Messi, Luis Suárez o el “Kun” Agüero).

En definitiva, no hay nada nuevo bajo el Sol, porque estos influencers, streamers y youtubers de hoy, no dejan de ser los mismos Tinellis, Pergolinis y Petinattis que en los noventas empujaron a miles hasta las puertas de la Liccom, puertas de entrada a la vida universitaria para muchos uruguayos.

En todo caso no deja de ser, como planteaba Florencio Sánchez hace 120 años, una muestra más de un cambio de época en el que están cobrando cada vez más relevancia oficios y profesiones –programadores, diseñadores, testers, etcétera– relacionados con la tecnología y la penetración que ella está teniendo en nuestras vidas.

De cualquier forma hay que hacer ver que no todo es fama y dinero, o que en todo caso no es sencillo llegar a ellos. De acuerdo a las estimaciones, un youtuber vernáculo gana alrededor de 0,40 dólares (unos 16 pesos uruguayos) por cada mil visitas, en promedio, porque puede haber otros ingresos asociados. Con 100.000 visitas se logran unos 40 dólares y se debe alcanzar al millón de visitas para sumar unos 400 dólares, unos 15.660 pesos uruguayos, todavía por debajo del salario mínimo nacional (21.106 pesos).

Los más populares en nuestro país son los videos de Dosogas (los más recientes tienen más de 4 años de publicados), algunos de los cuales lograron más de 3.000.000 de visitas. Otro producto uruguayo muy conocido, por varias generaciones, e incluso fuera de fronteras es Tiranos temblad, cuyos videos en general rondan las 400.000 vistas. Quiere decir que tampoco es que ser youtuber sea llevarse la vida de arriba, sino que también hay que trabajar y estudiar bastante para tener éxito.