País caro, signado por cortoplacismos

A propósito de las perspectivas para el escenario socioeconómico de nuestro país en este recientemente iniciado 2023, es pertinente poner sobre la mesa datos de la realidad mundial y nacional en esta coyuntura, conjugados con reflexiones que sobre esta problemática aportan reputados economistas a través de sus visiones objetivas y subjetivas en base a sus conocimientos y experiencias.
Uno de ellos es precisamente el economista uruguayo Ricardo Pascale, profesor, escultor y doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento por la Universidad Abierta de Cataluña (2007), además de haber estudiado en la Universidad de California, Los Angeles, donde recibió el Diploma de Estudios Posdoctorales en Finanzas, quien coincide en señalar que 2023 será “un año peligrosamente incierto para las economías de los países”, según surge de entrevista en la publicación “Empresas y negocios” sobre lo que cabe esperar para este año.

Entre sus reflexiones, nos permitimos rescatar su concepto de que “nuestro país tiene enormes virtudes, también algunas ausencias. Uruguay tiene una mala relación con el futuro. Vive bajo la tiranía del corto plazo, pero como dice Max Weber, se debe también pensar en el largo plazo. De lo contrario el rumbo nos lo marcan otros”.
Analiza al respecto que “se han hecho y se hacen avances importantes y destacables a través de los años. No es poca cosa. Encontremos cuál es el tiempo para definir cuál es el rumbo de largo plazo del país. Mi temor es que cuando lleguemos a esa meta, el problema ya sea otro”.

Reconoce igualmente que “Uruguay ha mejorado notablemente el manejo macroeconómico. Esto es una condición necesaria para crecer, pero no suficiente para el desarrollo en la tercera década del Siglo XXI. Sin conocimiento, productividad e innovación la economía puede crecer ocasionalmente, pero no sostenidamente y con equidad”.
Agrega que aumentar el empleo y la productividad del trabajo “ayudará a crecer, pero éstos por sí solos no serán suficientes para cerrar la brecha de crecimiento y la divergencia. Se necesita mejorar la inversión en capital humano, la PTF (Productividad total de los factores) y la transferencia de conocimiento y la gobernanza de ciencia, tecnología e innovación”.

Estos planteos del economista, centrados en el conocimiento como eje imprescindible para apuntalar el crecimiento con desarrollo, indica que muchas de las respuestas que se necesitan no pueden obtenerse en el corto plazo, porque en muchos aspectos a esta altura se ha perdido el tren y por el contrario, deberían ser el resultado de acciones coordinadas y sostenidas durante un período significativo, con el convencimiento de cuáles son los objetivos. Lo considera al poner énfasis en que “a una mayor introducción del uso del conocimiento en una economía, se asocia un mayor Producto Bruto Interno (PBI) per cápita”.

Pero claro, la economía es un área muy compleja, muy interrelacionada, y donde hay pocas verdades absolutas, sino más bien reglas básicas a seguir para tratar de hacerla sustentable y generar condiciones para que por ejemplo, se radiquen y reinviertan capitales que promuevan fuentes de empleo, en lo posible con el mayor valor agregado, para potenciar el reciclaje de recursos e incorporar empleos de mejor calidad.

Como tal, la inversión implica radicar capitales y tecnología en aras de obtener determinada rentabilidad, para lo cual es imprescindible contar con ciertas condiciones y reglas de juego claras, porque ningún inversor va a venir a “rifar” capital cuando de un “manotazo” el gobierno de turno decida cambiar las normas en una suerte de expropiación en aras del “interés general”, como se ha dado en determinadas oportunidades en Argentina, y ni qué decir en la Venezuela chavista.

A esta altura corresponde traer a colación reflexiones y apuntes de otros académicos, en este caso de un grupo de economistas que integran la gestora de fondos Janus Henderson Group, con sede en Reino Unido, volcadas en el evento virtual “Perspectivas de mercado 2023”, sobre las perspectivas de los denominados mercados emergentes.
Según da cuenta el diario El País, después de dos años complicados por la pandemia y ahora la guerra en Ucrania, la mejora en el panorama global dependerá de las disparidades regionales y por sectores, y también de cómo los inversionistas jueguen sus cartas, según señalan los economistas.

En ese contexto sostienen que “habrá grandes ganadores y perdedores este año”, y en el caso de Uruguay, nuestro país tiene puntos a favor pero también puntos en contra en cuanto a las condiciones para captar las inversiones. Por un lado, si bien Uruguay tanto políticamente como económicamente es más estable que gran parte de América Latina, y por lo tanto aparecería a primera vista como un destino muy buscado para invertir, le juega en contra el hecho de que “para nosotros Uruguay es demasiado caro, y no es que no apreciemos que es una de las mejores historias de América Latina desde el punto de vista estructural”, según afirmó Thomas Haugaard, gerente de Cartera de Deudas en Mercados Emergentes del grupo.

Lo que no es ninguna novedad, por cierto, si tenemos en cuenta que desde hace muchos años nuestro país presenta altos costos internos medidos en dólares, y en este punto corresponde traer a colación los conceptos del economista Ricardo Pascale cuando refiere a la “tiranía del corto plazo” que padece nuestro país, porque de lo que se trata, fundamentalmente, es de urgencias político – partidarias, habida cuenta de que se apunta por regla general a tratar de no pagar costos políticos en la siguiente elección. Y por ello se buscan resultados rápidos, promoviendo supuestos escenarios positivos que duran lo que un lirio, porque se improvisa para “maquillar” situaciones, buscando el mejor rendimiento electoral. Uno de los recursos es “planchar” el dólar, a lo que han recurrido prácticamente todos los gobiernos, para contener la inflación, pero también con el resultado de encarecernos hacia afuera.

Por ende, sobran improvisación y “genialidades” de corto plazo, y se dejan de lado políticas de Estado, que implican rumbos trazados por encima del partido político que esté en el poder, y estos errores e intereses conflictivos se pagan caro, porque las respuestas estructurales sigue ausentes.
Y se pagan entre otros aspectos con un país caro, como bien sostiene Pascale, porque seguimos haciéndonos trampas al solitario.