Un problema gordo

En mayo del año pasado debieron desaparecer del Uruguay las grasas trans, responsables de que 5.000 millones de personas en todo el mundo se encuentren más expuestas a padecer enfermedades cardiovasculares y, a consecuencia de ellas, encontrar una muerte prematura.
Se trata de un tipo específico de grasas empleado por la industria alimenticia (no está presente en alimentos naturales) debido a que “aumentan el tiempo de conservación de los alimentos, brindan mayor estabilidad durante la fritura y aportan mayor solidez y maleabilidad para el uso en productos y dulces de repostería”. Pero estos beneficios para el procesamiento de alimento tienen como contrapartida severas adversidades en el organismo humano.

“Las grasas trans no tienen ningún beneficio conocido, pero sí enormes riesgos para la salud con ingentes costos para los sistemas de salud. En cambio, eliminar las grasas trans es una medida costoeficaz con enormes beneficios para la salud. En pocas palabras, la grasa trans es una sustancia química tóxica que mata y que no debería estar en los alimentos. Es el momento de eliminarla de una vez por todas”, afirmó el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, en el encabezado de un informe en el que se refiere la cifra del principio.
La OMS realizó en 2018 un primer llamamiento a la eliminación mundial de las grasas trans de producción industrial, y en ese entonces se fijó como objetivo su eliminación total para este año 2023. En el panorama actual la organización ha asumido que será imposible cumplirlo.

“La cobertura poblacional de las políticas basadas en mejores prácticas se ha multiplicado casi por seis. Cuarenta y tres países aplican ya tales políticas para eliminar las grasas trans en los alimentos, lo que supone la protección de 2.800 millones de personas a nivel mundial. Pese a los considerables progresos, 5.000 millones de personas a escala mundial siguen expuestas a los devastadores efectos de las grasas trans en la salud, lo que supone que el objetivo mundial de su completa eliminación en 2023 es ahora mismo inalcanzable”, indica la publicación. Actualmente el consumo de grasas trans –presentes por lo general en alimentos envasados, productos horneados, aceites de cocina y productos para untar– provoca medio millón de muertes prematuras por cardiopatía coronaria en todo el mundo.

En su informe la OMS señala un grupo de países que registran una mayor proporción estimada de muertes por cardiopatías coronarias debidas a la ingesta de grasas trans, que no cuentan con una política basada en mejores prácticas: Australia, Azerbaiyán, Bután, Ecuador, Egipto, Irán, Nepal, Pakistán y República de Corea. Destaca que un número creciente de países de ingresos medios han empezado a aplicar o adoptar estas políticas: Argentina, Bangladesh, Filipinas, India, Paraguay y Ucrania; a la vez que en México, Nigeria y Sri Lanka están en proceso de evaluación.

En el estado actual de las cosas, la OMS en este 2023 recomienda “que los países se centren en estos cuatro ámbitos: adopción de políticas basadas en mejores prácticas; seguimiento y vigilancia; mejores aceites alternativos y concienciación”, y ha “elaborado orientaciones para ayudar a los países a avanzar rápidamente en esas esferas”. A la vez la organización está alentando “a los fabricantes de alimentos a eliminar las grasas trans de producción industrial en sus productos, en consonancia con el compromiso asumido por la International Food and Beverage Alliance (IFBA), por el que se pide a los principales proveedores de aceites y grasas “que eliminen las grasas trans de producción industrial en los productos que venden a los fabricantes de alimentos en todo el mundo”.

Esta campaña de la OMS se está llevando adelante junto a la organización sin fines de lucro Resolve to Save Lives, con quienes publicó el informe titulado “Countdown to 2023 WHO Report on global trans fat elimination 2022” (“Cuenta regresiva a 2023, OMS Reporte sobre la eliminación global de las grasas trans 2022”), para hacer un seguimiento de los progresos hacia el objetivo global de eliminar las grasas trans en 2023. Esta eliminación se apoya en un conjunto de medidas denominadas “Replace” (Reemplazo), que comprenden: el examen de las fuentes dietéticas de grasas trans de producción industrial; el fomento de la sustitución de las grasas trans de producción industrial por grasas y aceites más saludables; la aprobación de medidas reguladoras; la evaluación y seguimiento del contenido de grasas trans en los alimentos y los cambios de consumo por la población; la concienciación en planificadores de políticas, productores, proveedores y la población sobre los efectos negativos de las grasas trans en la salud; entre otras.

Uruguay también aprobó una norma al respecto en el año 2018, a instancias del llamado general de la OMS. En la norma se definió un plazo máximo de 18 meses a la industria alimentaria para que el contenido de grasas trans en sus materias primas no supere el 2% del total de grasas y el 5% en el total de los alimentos ya preparados. Y se estableció un plazo de cuatro años –hasta mayo de 2022– para que el contenido de grasas trans no supere el 2%, tanto en alimentos de consumo directo como en ingredientes de uso industrial. No solamente no se logró, sino que además no se incluyó entre los rótulos octogonales del etiquetado frontal el que indicaría “Exceso de grasas trans”, bajo el argumento de que no se quería fomentar su uso, paradójicamente. Como en tantas cosas seguimos haciéndonos trampas al solitario y los platos rotos los siguen pagando las personas.