En todo cierre de año la constante es trazar un balance de lo acontecido en una serie de áreas que consideramos de mayor importancia, con lo bueno, lo malo y lo regular de uno y otro lado de la balanza, pero sin dudas, más allá de determinados puntos propios de carácter personal o familiar, en el contexto general las inquietudes tienen que ver con aspectos socioeconómicos, los avatares y las perspectivas, con la esperanza de que el futuro ya en el nuevo año va a ser mejor que el que queda atrás.
En este nuevo año, más allá del escenario que a cada uno nos toca en nuestro diario vivir, se da la particularidad de que en marzo tendrá lugar un cambio de gobierno, y las expectativas, de acuerdo al voto de cada uno o ideología, siempre hay esperanzas cifradas en que se va a lograr mejorar la situación de cada uno y del país en general, más allá de las preferencias partidarias de cada uno.
A su vez 2024 ha sido un año signado por la serie de contiendas electorales, y seguirá un 2025 en que también seguirá desarrollándose el largo ciclo electoral, con la convocatoria a elecciones departamentales, en el marco de una agenda electoral en la que las normas determinan que en cada departamento se definan los órganos de gobierno como intendencias departamentales, juntas departamentales y alcaldías, así como los respectivos concejos municipales, por lo que bien puede decirse que durante todo un año nuestro país queda en marcha en modo electoral, con todas las distorsiones que ello implica.
Pero por encima de quien gobierne, por supuesto que hay temas que se mantendrán en el tapete y que trascienden a quien está a cargo del Poder Ejecutivo y tenga mayoría o no en el Parlamento, porque hay una continuidad ineludible tanto en el orden interno como en el escenario global, que repercuten en nuestro tramado socioeconómico.
Y por supuesto, en los grandes temas como educación, empleo, vivienda, competitividad, costo país, pobreza, no hay solución mágica ni medidas inmediatas que puedan cambiar el panorama de un momento a otro solo por voluntad del gobierno de turno.
Ello indica que si bien siempre hay que abrigar esperanzas y expectativas positivas, según de lo que se trate, no será posible satisfacer en plenitud a todos los que se sientan a la mesa a reclamar, porque además los recursos son limitados, y de lo que se trata en el arte de gobernar es de administrar en base a prioridades, y asumir las consecuentes responsabilidades. Es que están de por medio lo urgente y lo importante, esto último vinculado más bien a decisiones con proyección hacia el mediano y largo plazo, y en lo posible, dar continuidad a políticas de Estado, que son las que diferencian a los improvisados de los países en serio.
Felizmente, contrariamente a lo que ocurrió hace cinco años, no tenemos en el horizonte una pandemia, pero sí subsisten sombras en el escenario global que refieren por ejemplo a la incertidumbre que implica que continúa la guerra por la invasión rusa a Ucrania, y la perspectiva de un recrudecimiento del proteccionismo en el comercio, sobre todo a partir de que asuma la Presidencia de Estados Unidos Donald Trump, mientras es positivo que Uruguay mantenga una inflación controlada, del entorno del 5 por ciento, aunque se mantenga un factor distorsionante como un déficit fiscal prácticamente en la misma magnitud que el que heredó Luis Lacalle Pou hace un lustro.
Pero como contrapartida seguimos siendo un país caro, con un tipo de cambio atrasado, pese a que hay un repunte del dólar en las últimas semanas, intentando seguir la devaluación brasileña, que sin embargo ha sido mayor que esta depreciación de nuestra moneda y por lo tanto hemos perdido competitividad con nuestros vecinos, lo que quiere decir que nuestros productos se han encarecido en ese mercado y además en el mercado internacional en el que compiten con nuestros propios commodities.
Además, mantenemos las mismas vulnerabilidades de siempre a los avatares del escenario global, y reducir estas debilidades no son cosas de un día ni de un solo gobierno, sino que responden a un proceso en el que es necesario acordar en términos de políticas de Estado, desde que atañe a problemas estructurales de larga data, y las acciones que se lleven adelante con esta intención requieren una mirada por encima de cortoplacismos y de búsqueda de rédito electoral, como lamentablemente ha sido tradición en nuestro país, con todos los gobiernos e ideologías.
En el regreso de la izquierda al poder, hasta ahora no se ha mencionado la intención de “hacer temblar las raíces de los árboles”, como expresara en su momento el expresidente Tabaré Vázquez, lo que naturalmente no sucedió, y en cambio todo indica que en muchas áreas habrá una necesaria continuidad, aunque pueda tenerse la tentación de cambiar drásticamente el rumbo, simplemente porque no hay mucho margen de maniobra.
Además, como en los gobiernos anteriores de izquierda, el Ministerio de Economía y Finanzas estará conducido por un técnico “moderado”, como es el Ec. Gabriel Oddone, distante de posturas extremas o voluntaristas.
Corresponde por lo tanto, ya ante la inminencia de un nuevo año, abrir una cuota de crédito para quienes habrán de gobernar los destinos del país, que tengan la imprescindible cuota de grandeza republicana de recorrer un camino positivo y constructivo, sin delirios fundacionales y sí para dar continuidad a lo que está bien y buen criterio para corregir lo que haya que corregir, con las miras puestas en el bienestar de los uruguayos.
Y en el sobreentendido de que todos estamos en el mismo barco, por lo que si le va bien al gobierno nos va a ir bien a todos.
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