Luis Alberto Paredes Cuevasanta tiene 72 años. Nació en Paysandú y desde joven combinó la pasión por el fútbol con el oficio de sanitario. En una charla con Pasividades, recordó su infancia de barrio, su paso por el fútbol, el oficio familiar de sanitario y una vocación por enseñar y ayudar, que hoy continúa en la organización Mojupep. Criado en un barrio de nuestra ciudad, recordó su niñez con alegría. “Una infancia muy buena, muy linda, muy feliz. Nosotros acá en el fondo teníamos un terreno baldío que después lo usábamos para jugar al fútbol, ahí jugábamos todo el día. De acá salieron jugadores para primera, como el caso mío, otros jugaron en el profesionalismo”. Fue en una de esas tardes de barrio cuando su destino comenzó a definirse. “Una tarde estábamos jugando y vino Passarello, que andaba en una cachila, de Centenario. Había un muchacho, Monje, que jugaba con nosotros también y me dice: ‘no, no, vos te vas para Centenario’. Y fue ahí que arranqué para Centenario”.
Toda su vida deportiva se desarrolló en ese club. Jugó en primera desde los 17 años, dirigió y fue técnico. “El fútbol te va a dar muchas amistades, buenas y malas, pero aprovechá las buenas. Te va a abrir distintas puertas y esas puertas tenés que ir aprovechándolas. Tener conducta, ser responsable, cuidarte y ser buena persona”, reflexionó.
Luis Alberto también estudió y trabajó desde muy joven. Hizo la Primaria en la Escuela 2, luego fue a UTU–en aquel entonces Escuela Industrial–, donde se formó como mecánico tornero. Más adelante, mientras trabajaba en el taller de su padre Carmelo, más conocido como ‘Camilo’, asistió durante tres años a un curso móvil del área sanitaria. “Era un sacrificio que me gustaba y lo necesitaba. Antes todo era sacrificio, al menos para el que quería hacer algo”, apuntó. Recordó con afecto a aquel maestro que lo apoyó: “Me decía ‘usted ya está trabajando, ya sabe de esto, yo le doy libre el jueves para que entrene tranquilo’”.
A los 22 años, cuando su padre se jubiló, él tomó las riendas del oficio familiar. “Nosotros somos de familia de sanitarios, tíos y primos que se dedican a lo mismo”, dijo. Durante casi cuatro décadas trabajó como patrón.
Luego, ya siendo adulto se dedicó también a la docencia. Primero, dio clases en UTU de Guichón y, más tarde, en Paysandú. “De los alumnos aprendés un montón, también de los docentes, se aprende de todos. Yo traté de ir aprendiendo todo lo que podía”, aseguró y confió que las aulas y ese contacto con los estudiantes “me traía recuerdos de cuando era chico”.
“LUCHANDO POR AQUEL QUE NO SE ESCUCHA”
Con una mirada sensible hacia el entorno, Luis Alberto desde joven aspiró a ayudar a los que más lo necesitan. Y con los años lo lograría concretar. Actualmente preside la organización Mojupep, desde donde se impulsan acciones solidarias no sólo con personas jubiladas, sino también hacia trabajadores que se encuentran en seguro de paro, o hacia personas que se encuentran en circunstancias difíciles. “Me siento muy orgulloso, contento por el grupo que hay, por la manera en que trabajan y como son. Siempre luchando por aquel que tiene menos, por aquel que no se escucha”, reafirmó.
Para él, la dimensión humana es lo que importa por sobre todas las cosas. En este sentido consideró que “estamos en un mundo que se está deshumanizando, lo que no quiero es que nosotros nos acostumbremos a eso”. Hoy, jubilado como docente y sanitario, igualmente permanece activo en su querido taller. “Ahora hago hojalatería únicamente, algún trabajo chico, porque el médico me dijo ‘no te vas a quedar sentado en tu casa’”, confió.
Se levanta temprano, camina todos los días al menos 20 cuadras y encuentra en su pequeño taller una fuente de equilibrio. Lo acompaña Negrita, una preciosa y fiel perrita. “Este lugar para mí es sagrado, yo vengo acá, trabajo, descanso, tomo un café o un té, salgo a caminar, me sirve para pasar el tiempo, andar con la cabeza bien y a su vez ayuda un poco con la jubilación”, contó.
Cuando se le pregunta si se siente una persona feliz y realizada, no duda: “Sí, totalmente. Me siento muy bien, muy cómodo. He sido una persona que ha vivido y ha tenido sus cosas buenas y malas, como todo el mundo”.
“LA DOCENCIA ESTÁ EN TODO MOMENTO”
“Si todos fuéramos docentes en la vida, se viviría mucho mejor, porque la docencia está en todo momento”, destacó.
Luis Alberto cree que las personas mayores deben seguir siendo un ejemplo para los más jóvenes. “Siempre tenemos que estar bien y hacer bien, porque nos están mirando, y ser solidario”, subrayó.
Consciente del valor de los vínculos, disfruta del reconocimiento en su barrio y de los encuentros casuales con antiguos alumnos. “Vivo en un barrio espectacular, los vecinos son buenísimos, y acá –donde se encuentra su taller– también, todo el mundo me conoce, y ando todo el día. Me siento con mucha suerte de conocer mucha gente y que a uno lo reconozcan también, como alumnos que ahora ya son hombres y me reconocen por la calle”. Justamente compartió una cálida anécdota de su época de docente: “Cuando yo cobraba, hacíamos una picada para compartir y así aprendían a compartir. Eso es fundamental. Es importante empatizar con el alumno”, cerró.
→ Leer más