De acuerdo a lo anunciado por el gobierno, la política educativa de Uruguay para 2025 se enmarca en el Compromiso de Política Educativa Nacional 2025-2030, que busca la construcción de una política de Estado en educación. Entre otros aspectos, los ejes principales son ampliar el Plan Ceibal, la creación de una Universidad de la Educación, el aumento de becas y la transferencia de decisiones a las comunidades, el fortalecimiento de la formación docente para enfrentar los desafíos tecnológicos y la inclusión, el monitoreo continuo de las trayectorias educativas para asegurar la permanencia y el egreso de los estudiantes.
Estos enunciados apuntan a fortalecer el sistema educativo, con educación de calidad para todos, promoviendo la equidad y la inclusión educativa, además de mejorar la formación docente, que incluye reforzar la preparación de los docentes para los nuevos desafíos, incluyendo la evolución tecnológica y las exigencias de la ciudadanía, según se indica en la propuesta.
También ampliar el acceso y la permanencia, incrementar las oportunidades educativas y asegurar la continuidad de los estudiantes en el sistema, uso de la tecnología y la información, ampliar el Plan Ceibal y generalizar el uso de sistemas de información para la toma de decisiones en todos los equipos directivos.
Otro aspecto mencionado es fomentar la participación de las comunidades educativas en la toma de decisiones, acercando el debate a la ciudadanía, mejora de la gobernanza educativa y la gestión de los centros educativos, con un enfoque en la autonomía y la participación.
En fin, enunciados en general compartibles, y más allá de énfasis en algún área u otra, se enmarcan en postulados que con matices han planteado gobiernos de todos los signos, con un saldo no siempre satisfactorio –depende asimismo del color del cristal con que se mire– pero también con el común denominador de las limitaciones en infraestructura, en recursos y bajo la presión y condicionamiento de los gremios de la enseñanza, poniendo piedras en la gestión de la autoridades legítimas en aras de obtener y potenciar su porción de poder.
Ni siquiera el expresidente José Mujica, con los gremios afines de la enseñanza a su postura de izquierda, pudo cambiar este estado de cosas pese a su recordado anuncio de “educación, educación, educación”, para terminar con un resignado “no me la llevan”, aludiendo a la postura y trancazos de los sindicatos del sector.
Con el actual gobierno, lo que se reclamaba de un porcentaje fijo del PBI, seguramente no tendrá andamiento ante las restricciones presupuestales ya materializadas en el proyecto que se discute en el Parlamento, y ello no augura un período tranquilo en la enseñanza.
Sin embargo, hay temas históricos a dilucidar por encima de coyunturas y “reformas”, que refieren al divorcio que históricamente ha sido planteado en cuanto a conceptos sobre la educación y la capacitación para el trabajo en el Uruguay. Este es un desafío que ha sido abordado hasta ahora solo tangencialmente, porque no se ha encarado con la contundencia y decisión necesaria el adaptar la capacitación a la evolución del mercado de trabajo. Ello determina que buena parte de los egresados de la educación secundaria y terciaria se encuentren con un notorio déficit en capacitación para los puestos laborales disponibles –insuficientes, lamentablemente– que se van creando en el país.
Es decir, hay desempleo importante pero a la vez hay sectores que tienen gran demanda insatisfecha por falta de generación de personas con la formación que requieren por ejemplo en el área de las TIC, es decir las tecnologías de la información y la comunicación, entre otras áreas en las que inversiones focales, como es el caso de la forestal, por ejemplo, han creado polos de desarrollo donde hay necesidad de formación específica.
A ello debe agregarse un porcentaje creciente de deserción a medida que se avanza en el sistema educativo, en parte porque hay desestímulo para la juventud en seguir los estudios, que puede deberse a hogares problemáticos en cierta medida, a falta de información sobre como canalizar aptitudes o inclinaciones para traducirlo en el área del empleo a través del estudio, y también a déficit en la oferta educativa para insertarse en la demanda laboral de las empresas.
En este escenario, los gremios docentes constantemente reclaman participar en la gobernanza de la educación, y en realidad no aportan respuestas, sino que son parte del problema, y tienen por regla general motivaciones ideológicas.
Pero seguimos en el gran debe de atender el divorcio entre educación formal y trabajo, la desconexión entre el sistema educativo y el mercado laboral, respecto a lo cual para empezar es fundamental preguntarnos por qué los jóvenes abandonan el sistema educativo, y básicamente las respuestas apuntan al abandono de los estudios para empezar a trabajar, ante necesidades propias o familiares de contar con ingresos en esta etapa de la vida. Por otro lado otros motivos indican que lo que estaba estudiando no era lo que quería o de su interés, como creía al principio.
Es una realidad que responde a un país donde los ingresos de los hogares promedialmente están por debajo de las aspiraciones o necesidades de los integrantes del núcleo y el joven se encuentra con el imperativo de la inmediatez, cuando además lo que aprenden no colma sus expectativas de ingreso al mercado de trabajo, orientación y/o capacidad.
Hay diversidad de factores que inciden para ir alejando al joven de esta etapa clave de la educación, pero en síntesis hay un esquema multicausal que refiere fundamentalmente a que se desacoplan las expectativas y la realidad, porque el estudiante duda si realmente lo que estudia, la oferta en la que participa, le servirá para su futuro y si vale la pena postergar urgencias de ingresos e incluso otros intereses, para una formación que percibe –muchas veces con razón– como de dudosa utilidad.
Estos elementos son los que deberían estar sobre la mesa a la hora de discutir, diagnosticar y actuar en materia de educación y capacitación, y lamentablemente la realidad indica que más allá de algún logro puntual, siempre bienvenido, seguimos con un serio déficit, mientras pasan las sucesivas administraciones y cada una cree venir con la solución bajo el brazo, o peor aún, se abraza a los debates interminables, a las convocatorias al diálogo, también interminables, sin conclusiones valederas y menos aún, con hechos que las respaldan y permitan cambiar la pisada.
Y por algo estamos como estamos.

