Primera Feria Educativa y Social en Plaza Lavalleja generó participación comunitaria

En la zona industrial de Paysandú, donde en los últimos años se ha registrado un notorio cambio en la dinámica social y poblacional, se desarrolló la Primera Feria Educativa y Social, instancia que reunió a instituciones educativas, organizaciones sociales, cooperativas y familias del entorno, con el objetivo de visibilizar el trabajo comunitario y fortalecer la convivencia barrial.

Un cambio silencioso pero profundo viene transformando desde hace algunos años a la zona industrial de Paysandú. Allí donde antes predominaban galpones y fábricas, hoy se levantan nuevas viviendas, conviven escuelas, jardines de infantes, cooperativas y centros sociales.

Ese nuevo mapa humano fue el marco en el que se concretó la Primera Feria Educativa y Social, una iniciativa que reunió a instituciones educativas, organizaciones sociales, programas estatales, cooperativas de vivienda y emprendimientos familiares, generando un espacio de encuentro que trascendió lo meramente expositivo.

La feria fue organizada por el Instituto de Alta Especialización (IAE) Paysandú, a través de su Unidad de Extensión, junto a las Escuelas 33 y 107, el Centro CAIF Agorita, el Centro Educativo San José Obrero, el CAFFI, el Cecap, el Foeb, la UTEC, el Programa Más Talentos, el Club de Niños Zorrilla, el Servicio de Violencia basada en Género de Mides-Inmujeres, además de emprendedores de la zona y cooperativas de vivienda.
Según explicó a EL TELEGRAFO la docente Laura Roca, referente del IAE, la idea comenzó a gestarse en reuniones del nodo zonal, donde diferentes actores comunitarios reflexionaron sobre los cambios sociales en el territorio. “Comienza como una iniciativa a partir del cambio que está surgiendo en la zona industrial, que pasó a ser de una zona netamente industrial a una donde hay más habitantes. Entonces, a partir de ese cambio, nosotros empezamos a visibilizar cosas que pasaban, positivas y otras que había que trabajar”, señaló.

INSTITUCIONES Y VECINOS

La feria fue posible gracias a la articulación de instituciones con larga trayectoria en la zona, como San José Obrero, y de otras más recientes, como el CAIF Agorita, que desde su apertura ha fortalecido el acompañamiento a familias y primera infancia. A ello se sumaron espacios educativos de distintos niveles: desde las escuelas 33 y 107, el Club de Niños Zorrilla y el Cecap, hasta propuestas universitarias como la UTEC y el IAE, que aportaron sus experiencias y proyectos.

El Foeb, por su parte, dio apoyo desde la organización sindical, mientras que el Programa Más Talentos aportó su enfoque en la promoción de capacidades juveniles. También participó el CAFFI, con sus propuestas de integración, y el Servicio de Violencia basada en Género de Mides-Inmujeres, que ofreció información y acompañamiento a las familias.

Roca destacó que una de las mayores sorpresas fue la convocatoria de emprendedores de la zona, muchos de ellos padres de niños que concurren a las distintas instituciones. “Invitamos a los familiares de los chiquilines que son emprendedores, a participar desde su emprendimiento. Eso fue algo fantástico, porque ninguno imaginaba que había tantos emprendimientos y tan necesarios de potenciar”, subrayó.
Los emprendimientos expusieron desde gastronomía hasta artesanías, textiles y servicios, mostrando que la feria también abrió un canal para la economía familiar y la generación de redes de apoyo.

UNA FIESTA COMUNITARIA

El evento contó con el respaldo de la Intendencia Departamental de Paysandú, que colaboró con iluminación, espectáculos y la presencia de artistas y artesanos.

La feria permitió, además, que diferentes generaciones convivieran en un mismo espacio: niños, jóvenes, adultos y adultos mayores recorrieron los stands, participaron de talleres y disfrutaron de las propuestas artísticas. En palabras de Roca, el encuentro se convirtió en un espacio de “humanización”.
“Estas experiencias le dan sentido a la comunidad y generan más participación. La idea es visibilizar quiénes somos, dónde estamos y qué hacemos. Pero, sobre todo, generar una mejor convivencia y espacios donde podamos juntarnos y reconocernos”, destacó.

El entusiasmo generado llevó a que ya se proyecte una segunda edición para el mes de diciembre, con el objetivo de ampliar la convocatoria e incorporar nuevas instituciones. “Quedamos todos copados con la idea, como para hacer otra en diciembre, un poquito más grande y con un poco más de experiencia”, adelantó Roca.Los organizadores prevén realizar en breve una evaluación conjunta para identificar fortalezas y aspectos a mejorar. El desafío es consolidar una feria que se convierta en punto de referencia para la comunidad y que refuerce el entramado social de la zona industrial. El proceso, sin embargo, va más allá de un evento puntual. La Feria Educativa y Social fue, en realidad, la expresión visible de una red comunitaria que se viene tejiendo silenciosamente en los últimos años, con la certeza de que el desarrollo territorial requiere tanto de infraestructura como de lazos humanos. “La idea es hacer comunidad, generar sinergias que tienen que ver con más humanidad”, resumió Roca, convencida de que la primera experiencia es apenas el inicio de un camino colectivo.

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