Los uruguayos y nuestra bandera

En las últimas semanas ha circulado, a través de las redes sociales, una convocatoria en la que se formula la siguiente invitación: “El 18 de julio en todo el país, por una democracia y contra la mentira, pongamos en casas y autos la bandera del Frente Amplio”. El mensaje, en el que aparece como fondo una bandera roja, azul y blanca sostenida por varias personas, tal como ha sucedido en los denominados “banderazos” organizados por esa fuerza política, merece dedicarle estas líneas.
Como es de conocimiento público, el 18 de julio se celebra en nuestro país la jura de la primera Constitución, que tuvo lugar frente al Cabildo de Montevideo en 1830 aunque ceremonias similares fueron realizadas en diversas ciudades y poblados del interior del país. La normativa vigente establece que en todos los organismos del Estado, paraestatales, gobiernos locales u organismos privados con protección oficial se enarbolará diariamente el Pabellón Nacional (comúnmente llamada “bandera uruguaya”) y que, cuando se conmemoran efemérides nacionales o cuando así expresamente lo determine el Ministerio del Interior, se enarbolará igualmente los pabellones de Artigas y de los Treinta y Tres. En lo que respecta a los particulares, muchas personas optan por exhibir desde las ventanas de sus hogares o en sus vehículos el Pabellón Nacional, como forma de adherirse a las diversas fiestas nacionales que registra el calendario uruguayo, sin perjuicio de hacerlo en ocasión de juegos o festejos deportivos.
La bandera nacional convoca, destaca y resume nuestro sentimiento de pertenencia y adhesión a la nación uruguaya y a los valores que la identifican, por lo que no se trata de un tema menor ni que pueda ser tomado a la ligera. Como lo ha señalado el secretario de la Sociedad Española de Vexilología (ciencia dedicada al estudio de las banderas), José Manuel Erbez, “a finales del siglo XVIII y principios del XIX nace la necesidad de identificar la nación con un símbolo y así surge la enorme carga simbólica de las banderas”, que “tenían más bien la función de identificar objetos y colectivos con el rey, como señalar el barco del monarca”, pero luego, “cuando la bandera pasa a identificar un colectivo, es cuando empieza a tener una carga simbólica más fuerte y más emocional. La gente sigue necesitando identificarse con un grupo y la bandera es un símbolo enorme: es una forma sencilla de expresar una idea muy compleja”.
Tratándose de un festejo patriótico en el que, además, se conmemora nada más y nada menos que un nuevo aniversario de la Jura de la Constitución, creemos que la “movida” a la que convocaron algunos adherentes del Frente Amplio está totalmente fuera de lugar. ¿Qué es lo que se pretende con este tipo de propuesta? ¿Seguir restándole importancia a las fechas patrias y desalentar el uso de los símbolos nacionales, tal como sucedió en nuestra ciudad el pasado 19 de junio y de lo que dimos cuenta en las páginas de EL TELEGRAFO? ¿O se trató de un “globo sonda” para intentar medir si los uruguayos estamos dispuestos a permitir o respaldar, poco a poco, la sustitución de nuestros símbolos nacionales por símbolos de un partido político determinado?
Cualquiera sea la respuesta a esas preguntas tan fundamentales, lo cierto es que quienes impulsan esta pésima idea buscan fomentar la división de la sociedad entre buenos y malos, entre “ellos” y “nosotros”, sin importar si estamos hablando de ideas políticas, filosóficas o religiosas; cualquier excusa (hasta la marca del auto que maneja una persona o la zona donde vive) sirven para instalar y hacer crecer lo que en Argentina se denomina “la grieta”. Esta táctica incluye la creación de supuestos “enemigos” a los que atacar, culpándoles de todos los males como forma de distraer la atención y lograr la fragmentación de colectivos sociales que deberían trabajar unidos por objetivos comunes.
La política de crear y fomentar enfrentamientos dentro de una sociedad no es nueva y ha tenido consecuencias nefastas en el siglo XX, pero basta recorrer las redes sociales para encontrar muchos ejemplos actuales de esas prácticas, incluso dentro de la comunidad sanducera.
El intento de suplantar el Pabellón Nacional por una bandera partidaria en una fecha tan importante causó tanto rechazo en las redes sociales que la fuerza política gobernante se vio obligada a despegarse de la convocatoria y, para intentar hacerlo, publicó el pasado 10 de julio en Twitter un mensaje cuyo texto fue el siguiente: “Ante la iniciativa lanzada en las redes de colocar la bandera del Frente Amplio el 18/7, aclaramos: el Frente Amplio no es el convocante”.
El filósofo español Fernando Savater sostuvo en una ocasión que los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz. Creemos que con la bandera uruguaya sucede lo mismo. Al fin y al cabo, se trata nada menos que de nuestra bandera nacional. Durante las fechas patrias los particulares no tenemos obligación de exhibir bandera alguna en nuestros hogares o vehículos, pero si quisiéramos hacerlo, no dudamos en que el Pabellón Nacional sería la opción acertada, porque no existe ninguna bandera de ninguna institución y de ningún partido político uruguayo que pueda ocupar ese lugar.
Hay una sola bandera bajo la cual todos los uruguayos somos uno: la bandera uruguaya; intentar reemplazarla o soslayar su importancia sería desconocer las más arraigadas tradiciones democráticas y republicanas de nuestro país, menospreciar las opiniones de los ciudadanos que no son frenteamplistas y adentrarse en un peligroso camino de enfrentamiento fratricida como el que hoy recorre Venezuela.