El gasto irresponsable tiene consecuencias

El auditorio del Banco Central del Uruguay fue escenario en las últimas horas de una jornada de análisis de expertos internacionales en el área económica, dirigido al escenario regional y nacional de los últimos años, enfocado sobre todo en un aspecto central y que es el eje de toda decisión –o por lo menos debería ser–, de generar sustentabilidad para mejorar la calidad de vida.
Un tema que hace al presente y al futuro, desde que las decisiones que se adopten para atender las urgencias y lo importante, conciliando ambas para tratar de generar condiciones para un futuro mejor. En los hechos será una forma de tender a revertir los procesos que alternan períodos de bonanza y de deterioro por falta de previsión en algunos casos, pero también como consecuencia de un alto componente de ideología y de intereses electorales.
En este foro se trajo a colación que la situación fiscal “delicada” que atraviesa América Latina es uno de los desafíos de la región, según el Banco Mundial (BM). Los componentes para que se djé este escenario fue motivo de debate entre técnicos del organismo, del gobierno uruguayo y economistas con el énfasis puesto en cómo se utilizaron los ingresos extra de la bonanza económica que se vivió entre 2007 y 2013 en cuanto a su repercusión en el presente y proyección de futuro.
La conferencia estuvo a cargo del economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, el uruguayo Carlos Vegh, y organizada por la Fundación Astur que preside el expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias. Como comentaristas participaron el presidente del Banco Central, Mario Bergara, y el exdirector de la Unidad de Gestión de Deuda, Carlos Sténeri.
En este contexto, el economista Vegh planteó que es evidente que “hay un problema fiscal” en la región, con 27 de 32 países que tuvieron déficit el año pasado y con la consecuencia de que cuando estos déficit se van acumulando, la deuda pública de los países aumenta significativamente.
Expuso que los déficit altos se produjeron porque “se ahorró poco en la década de oro”, porque “en tiempos de desaceleración (o recesión) de las economías los ingresos tributarios caen sustancialmente”, porque algunos países (mencionó a Chile, Colombia y México) hicieron una “política fiscal agresiva durante la crisis financiera de 2008 –lo cual me parece perfecto–” sin recordar que eso “se tiene que compensar en los buenos tiempos y tener superávit fiscal”, entre otros aspectos.
Eso lleva actualmente y llevará a varios países a hacer ajustes fiscales “en tiempos de vacas flacas”, puntualizó, y para Vegh una “preocupación importante” es que la “inversión pública tiende a ajustarse más que otros gastos” y eso sea da “particularmente en infraestructura” que necesita de fondos públicos, ya que “es mala” en la región.
El presidente del Banco Central, Mario Bergara, a propósito de esta visión, coincidió en que “el centro de los desafíos” a nivel regional (y Uruguay no es la excepción) “está hoy en el tema fiscal”, pero tuvo una evaluación distinta sobre cómo se ha aprovechado o no el período de bonanza por los altos precios de los commodities y a lo que pasó después. “Cuando subió la ola, tuvimos márgenes de crecimiento, más bienestar y holgura para manejar” la situación fiscal y de deuda, mientras que “hoy los márgenes de maniobra en el terreno fiscal son más reducidos”, explicó.
Respecto a nuestro país subrayó que en Uruguay la deuda bruta pasó del 100% del PBI al 60%, la deuda neta de 75% del PBI al 30% y que cuenta con “más de 20 puntos del Producto de ahorro previsional. Son todos elementos de ahorro, que no se ven en lo fiscal”.
El presidente del BCU hizo una cerrada defensa de la gestión del Frente Amplio en el ejercicio del gobierno, y desestimó apreciaciones de economistas y dirigentes políticos en el sentido de que se ha inflado sustancialmente el gasto sin tener en cuenta que una vez se diluyera el período de bonanza, se entraría en un círculo de demanda de recursos que no se podría satisfacer.
Reconoció que el actual déficit fiscal en 3,6% del PBI (en los 12 meses cerrados a junio) “nos genera preocupación” e insistió en que el gobierno hizo una “adecuación” fiscal (de casi 1% del PBI al subir impuestos), porque “ajuste suena a drástico (de 4% o 5% del PBI)” y al utilizar el término “adecuación” le “quitamos un poco de dramatismo a la palabra ajuste, no es solo semántico”.
Sténeri a su vez hizo alusión a que la región no tiene las desprolijidades de épocas pasadas en el manejo de las cuentas públicas, “pero sí déficit altos”. Señaló la suba del gasto en Argentina, Brasil y Uruguay y que “el endeudamiento aumenta” en esos países.
Es decir que el panorama no es todo rosas, como pretendió “vender” el titular del BCU, porque por ejemplo en el caso de la deuda de Uruguay se estiran los plazos de vencimientos, pero “hay que pagarla, incluyendo los intereses”, y los “niveles de deuda del 60% del PBI” son una “carga” para poder tener una política expansiva, según evaluó Sténeri.
Ocurre que cuando se gasta más allá de lo prudencial, con exceso de optimismo respecto a la evolución del escenario mundial de la economía, a la hora de establecer los ajustes en el gasto –que son necesarios pero a la vez impopulares porque significa recortar recursos para áreas en las que hay necesidades que no se han atendido–, las medidas suelen ser tibias y se posterga lo importante, que es precisamente un reaseguro para que no se reiteren las zozobras.
Esta condición se resume en lo que expresó Vegh al reflexionar que “en situaciones donde no es obvio de dónde va a venir el crecimiento (económico) en los próximos cinco años, es preocupante si como ha pasado, gran parte del ajuste fiscal cae en infraestructura”.
Como bien sostiene el economista, las necesidades, cuando no se ha sido prudente en el gasto y se ha incurrido en costos fijos que deben pagarse tanto en épocas de vacas gordas como de flacas, suelen atenderse por el lado del recorte con el menor costo social inmediato, para no pagar costos políticos, y la infraestructura es un área a la que se le mete mano para recortar recursos.
Es lo que ha ocurrido en gran medida en Uruguay, como en otros países de la región. Esta decisión política ante la realidad es equivalente a pegarse un tiro en el pie, sobre todo cuando una región jugada a las materias primas tiene la necesidad imperiosa de dotar de valor agregado a la cadena, para reciclar y multiplicar riqueza en lugar de seguir en la misma rueda de exportar materias primas para generar trabajo fuera de fronteras.