Los riesgos de la navegación: historia de un accidente que pudo ser tragedia

Es de vital importancia respetar el uso de chaleco salvavidas para quienes utilicen cualquier tipo de embarcaciones en el río Uruguay. (Foto ilustrativa)

El paterno es un espejo de agua fascinante, que invita a adentrarse en él y surcarlo, navegar sus aguas, conocer sus rincones y disfrutar de los arenales de la isla Caridad, a solo mil metros de nuestras costas. Y cada año son más los sanduceros que acceden a los medios para hacerlo, ya sea con un pequeño barco, un velero, una lancha, una chalana o una modesta canoa.
Pero esa superficie plana como un vidrio en minutos puede mostrar una cara mucho menos amable y transformarse en una suerte mar embravecido, con solo variar un poco las condiciones climáticas, algo que pasa con frecuencia en esta época del año. Y si bien generalmente no nos enteramos de situaciones graves que se hayan dado por estos motivos, las emergencias se dan con más frecuencia de lo que puede suponerse. Por ejemplo, muchos recuerdan cuando hace casi una década zozobró una lancha, la “Pinta 2”, que trasladaba pasajeros entre el Balneario Municipal y la isla, durante una repentina tormenta de verano. Tanto pasajeros como la tripulación tenían sus respectivos chalecos salvavidas colocados, lo que evitó una tragedia.
Lo mismo sucedió hace unos meses a una familia sanducera que, tras adquirir una embarcación liviana, cruzaron como tantos a la Caridad, a pasar un domingo pleno de sol.
Fue a fines de noviembre del pasado año, “más o menos en la misma fecha que se hundió el submarino ARA San Juan”, indicó a EL TELEGRAFO el padre de familia, quien se considera “hombre de río” porque siempre vivió en la zona portuaria y navegó en chalanas. En esta oportunidad, con algunos familiares habían decidido cruzar para disfrutar del soleado día en las arenas de la Caridad. Esa mañana se hicieron al agua en su flamante chalana de aluminio marítimo, de unos 3,50 metros de eslora, impulsada por un motor fuera de borda de 5hp, todo prácticamente a estrenar. Todo estaba en regla: había hecho el despacho (registro de partida) en la Prefectura de Puerto, todos los ocupantes tenían chalecos salvavidas adecuado, la embarcación estaba legalmente autorizada y él tenía habilitación de navegante (brevet). A media tarde hizo un segundo cruce, esta vez para buscar a su hija que iba más tarde. Pero al volver a la isla, notó que las condiciones climáticas estaban cambiando rápidamente, y el viento viraba hacia el cuadrante suroeste. Conocedor de que un viento así puede encrespar el río aún cuando la intensidad no sea demasiada, decidió que lo mejor era retornar cuanto antes.
Eran cerca de las 17.30 cuando estaban próximo al canal de navegación, a la altura de la toma de Norteña en el Balneario Municipal, cuando el viento se intensificó, con rachas fuertes y marcadamente Pampero. En eso, su hija –que iba en proa– le hizo notar que estaban embarcando agua debido al intenso oleaje que se había desatado. En la chalana iban cuatro mayores y una menor –él, su nuera, un yerno, su hija y su nieta, de solo tres años y medio–. La embarcación se movía entre los “corderitos” como una cáscara de nuez, y decidió entonces acompañar las olas, algo así como “surfearlas”, para lo cual viró hacia el norte. Pero en medio de la maniobra una ola repentina “se metió adentro” en un abrir y cerrar de ojos, volcando la embarcación que quedó invertida sobre la superficie. “Fue todo en un segundo”, relató. “Lo que atiné fue a dar vuelta el bote y rescatar unas gomas que flotan, y poner sobre ellas a mi nieta”. La lancha se hundió y de ella no se supo más nada hasta hoy.
“Habremos estado como media hora flotando y nadie nos veía en el río revuelto, hasta que al pasar frente al Club de Pescadores alguien nos vio y nos vino a rescatar. A mi nieta la encontraron aguas más abajo. Todos estábamos sanos y a salvo, gracias a que teníamos los chalecos puestos”.
“Reconozco que fue un error haber decidido cruzar en ese momento, pero el día estaba claro, no había tormenta, y además una cosa es quedarse solo en la isla llegado el caso, y otra es quedarse allí con una niña de 3 años toda la noche”, manifestó. “Lo que se rescata de todo esto es que hay que tenerle mucho respeto al río, porque un viento como el que hay hoy (por ayer sábado) que en el centro de la ciudad parece suave e inofensivo, puede darte un susto en el medio del río. Y siempre hay que tener los chalecos puestos, porque cuando ocurre el accidente no hay tiempo para nada, ni para ponérselos ni mucho menos prender la bengala de emergencia que exige la Prefectura a las embarcaciones”.
“Cuando pasan estas cosas que en parte fue por falta de conocimiento sobre qué se puede hacer y qué no, uno agradece a dios el estar vivo y que a ninguno le haya pasado nada más que un susto”, indicó. Ya en tierra, el hombre radicó la denuncia correspondiente en Prefectura.