Un día de furia

El presidente Tabaré Vázquez fue a buscar el hecho político y lo consiguió. Desde el sábado a la noche, una mayoría ciudadana se manifestaba indignada por la muerte por la espalda de una cajera de 26 años, Florencia Cabrera, madre de un niño de 7 años, en una rapiña a un supermercado de Montevideo, donde también resultara herido de gravedad un guardia de seguridad.
El lunes a las 14 horas, estaba previsto que las gremiales agropecuarias y los “autoconvocados” se reunieran con integrantes del Poder Ejecutivo para conocer las nuevas medidas orientadas al sector que se encuentra movilizado y en negociaciones con el gobierno desde enero. La presencia del mandatario no estaba anunciada, sin embargo, apareció durante media hora y a la salida se produjo un intercambio en tono elevado con algunas personas que aguardaban en la puerta del Ministerio de Ganadería.
De la parsimonia habitual, saltó al desasosiego y la respuesta a un grupo aislado que reclamó por todo en pocos minutos: la inclusión financiera, la tasa consular, el barril de petróleo, las promesas electorales, la inseguridad ciudadana, la honestidad, la mentira y la verdad. Todo junto y a los gritos, mientras permanecía latente un clamor popular por la reflexión contra la violencia y la ausencia de valores en una sociedad que ha padecido transformaciones vertiginosas que no ha logrado procesar.
En las horas siguientes el grupo que negocia, a través del diálogo, se desmarcó de estas conductas y emitió un comunicado, donde rechazan esta “afrenta inconcebible a las formas de convivencia republicana que caracterizan a Uruguay”.
Pero también el tiempo transcurrido sirvió para que desde Presidencia de la República, a través de su servicio de prensa, se difundiera la escueta misiva que aclaró que “el integrante de la Mesa de Colonos que acusó de mentiroso al presidente Tabaré Vázquez es el señor Gabriel Arrieta, ocupante de tierras de Colonización (INC) en Kiyú, San José. Desde 2008 tiene deudas con el INC, no ha pagado nunca por el uso de la tierra del Estado. Fue denunciado por productores. Desde 2013 se inició el proceso de entrega de la tierra, estando ahora en el proceso judicial correspondiente”. Es una actitud novedosa este uso del aparato estatal para escrachar a deudores que desde hace 10 años no pudieron desalojar, cuando en realidad no usaron el mismo sistema para denunciar a quienes hacían pingües negocios con Venezuela, desde oficinas instaladas muy cerca de la figura presidencial de entonces o para quienes dejaban hacer cualquier cosa en organismos estatales como Ancap. Entonces, ni lo uno ni lo otro: no respetar la investidura del primer mandatario es una actitud de nulo republicanismo y demuestra el nivel de inmadurez e intolerancia que lleva las discusiones que roza a los barras bravas. Pero descender a la altura del zócalo con las respuestas que involucró a Vázquez en un entredicho de boliche, no logró otra cosa que enlodarlo y demostrar una faceta frágil, en tiempos de grandilocuentes discursos contra todo tipo de violencia.
Pareció en todo momento un “acting” de escaso valor, que quitó el punto de mira en hechos fundamentales como la muerte de una trabajadora, enmarcada en una estadística que no miente porque indica un asesinato cada 21 horas y la ausencia de una palabra que, al menos, sirviera para acercar a una sociedad dividida entre buenos y malos.
Ante la falta de un mensaje mínimo por parte de las autoridades del Ministerio del Interior, que aún no enfocan la problemática de la inseguridad ciudadana con autocrítica y reflexión certera, en su jugada maestra el presidente logró quitar la atención de los serios cuestionamientos sociales. Pero no contaba con que los hechos son lo suficientemente porfiados como para detenerse en el tiempo de espera de los protagonismos políticos y nuevamente dejaron en evidencia que la presión social –a veces– logra en pocas horas lo que no se conseguía desde hacía dos meses y medio. Porque el homicida de la cajera era buscado desde diciembre por la muerte de su expareja y, a pesar de movilizarse en el mismo territorio, se escurría como si se tratara de algo inmaterial. Hasta que intervinieron otras fuerzas con mayor poderío: los sindicatos, las redes sociales y el consiguiente escrache. Parece que solo así se resuelven algunos casos.
También quedó en evidencia el exiguo valor que se extiende a las convocatorias ciudadanas cuando no piensan igual que la fuerza del gobierno porque la consideración como tal de “movimientos políticos”, no refiere a una enfermedad contagiosa, sino a las posibilidades que nos brinda la estatura democrática de este país.
Y es claro que las diferencias se expresan “en las urnas” porque una república no admite otro lugar para dirimir las desavenencias, así como el diálogo es la demostración evidente de que hemos aprendido algo de nuestro pasado reciente. El problema es que estos movimientos son una molestia en el camino que antes no tenía –particularmente– este presidente, muy desacostumbrado a lidiar con ello, porque lo habitual es que brinde un discurso a un auditorio amigable que ni siquiera habla o interfiere, ante su escaso margen de acción.
Después hubo que escuchar la diatriba reiterada del “juego de la derecha”, cuando es evidente que un grupo desordenado no representa a nadie, sin embargo, la ofensa es continua, terca y de tintes fanáticos que nada aportan a la paz social. Vázquez debería entender que su presencia no pasa desapercibida y que, en ocasiones, los ánimos no son los mejores y muchos menos, en momentos de hipersensibilidad tal como ocurriera el pasado fin de semana. Sus asesores lo van dejando solo y no cuidan la imagen de una figura preponderante como el presidente de la República. Nada costaba que enviara a un integrante del Poder Ejecutivo con los informes y las propuestas que personalmente decidió ir a entregar a las puertas del Ministerio de Ganadería y tampoco le costaba dejar para el día siguiente el discurso que resaltaba la necesidad de organizar el Mundial de Fútbol 2030 entre Argentina, Uruguay y Paraguay. No era tiempo para eso, y él lo sabe al igual que sus asesores porque tiene varios en su entorno.
Este es un país conservador, le pese a Vázquez y a los que armaron la gritería grosera a la salida de un encuentro que pretende negociar a partir de las diferencias. Y eso, en este marco de intolerancia que van a dejar las últimas gestiones, es bastante. Por eso, tendrá que bancarse los descontentos sociales y aprender a medir la magnitud de lo que enfrenta.