Un problema logístico y social

El gobierno anunció una campaña de información ante una caída en la “percepción del riesgo” de usar marihuana, ante la legalización del mercado de esta sustancia bajo el argumento del combate al narcotráfico, el lavado de activos y el fomento de un consumo más cuidado.
La apuesta a enfocar el mensaje a la familia insume más tiempo de lo previsto, mientras existen aún problemas para el funcionamiento de la ley. De hecho, una vez aprobado el registro de consumidores en 2014, recién a mediados del año pasado se habilitó la venta en farmacias que decayó nuevamente, ante las dificultades existentes con el relacionamiento bancario y la amenaza de clausura de las cuentas. Es que en el circuito global, la venta de droga es ilegal y las entidades financieras interactúan con las corresponsalías basadas en otros países. En Estados Unidos, el cannabis es ilegal al igual que otras drogas y con esta medida se evita el aislamiento del Banco República del circuito internacional, que le impediría cualquier tipo de operación.
La solución no ha resultado sencilla porque en este caso manda el GAFI o Grupo de Acción Financiera Internacional, que establece los parámetros orientado a la lucha de activos y exige la verificación de identidad de sus clientes y el origen de su actividad comercial. Ante la existencia de la ley de inclusión financiera que obliga a las empresas a bancarizarse para el pago de salarios y realizar operaciones diversas, se limita el accionar al uso de dinero en efectivo y complica la búsqueda de una solución a la bancarización del comercio del cannabis.
Mientras, la campaña oficial pretende enfocarse al cuidado familiar y su involucramiento efectivo en la vida cotidiana de los jóvenes para evitar problemas en el consumo de esta sustancia. Es que la iniciativa se apura desde el punto de vista sanitario, en tanto se han comprobado sus efectos como un factor de riesgo en la esquizofrenia y sus consecuencias negativas para la atención en el sistema público. A nivel nacional, es notoria la falta de equipos profesionales, logísticos y locales de atención a los consumidores problemáticos de cualquier sustancia, incluso el alcohol. Es evidente que de este problema deben encargarse instituciones que no están del todo bien vistas ni por la comunidad, ni por el gobierno. Pero tampoco a nivel oficial se ofrece una solución.
Las últimas estadísticas indican que el Estado tiene algo más de 200 plazas de atención en todo el país y las oenegés cuentan con unos 2.000 lugares disponibles, donde se mezcla la atención a víctimas de violencia doméstica y personas en situación de calle. Si estas no existieran, notoriamente el gobierno tendría un problema de difícil resolución. De hecho, existen dictámenes judiciales con derivaciones a estas organizaciones que no reciben dinero del Estado, antes que a la institucionalidad existente.
En la órbita de ASSE funciona el Centro Nacional de Información y Referencia de la Red de Drogas Portal Amarillo, cuyos trabajadores manifestaron su preocupación sobre las derivaciones, a raíz de las sentencias judiciales. Los funcionarios consideran que la mayoría de las camas se encuentran ocupadas por personas que cometieron delitos, pero son considerados autores inimputables y, en ocasiones, de mayor peligrosidad. Esto resta lugares para otros pacientes y complica la atención de un espectro más vasto.
Paralelamente, hay centros de atención en Artigas, Canelones, San José y Maldonado con unas 20 camas por cada servicio y la atención ambulatoria, además de los psiquiátricos que contienen a pacientes con consumo problemático. En algunos casos, hacen falta los procesos de aislamiento que tienen una duración dispar y sus resultados van de acuerdo al contexto del paciente y su entorno de referencia familiar. En las últimas horas, el gobierno informó que tras casi un año de la legalización de la venta de marihuana, se ha vendido más de una tonelada de la sustancia en la red de farmacias. Aunque Uruguay resultó ser un “conejito de indias” para medir la experiencia internacional, el país continúa registrando problemas en la distribución, venta y producción.
Pese a que hay 1.200 farmacias, solo venden 14, mientras aumenta de manera sostenida la cantidad de inscriptos para el consumo. Si en julio del año pasado había 5.000, actualmente suman más de 24.000. Los centros de expendio reciben menos cantidad de lo solicitado por los clientes y los consumidores tienen problemas para el acceso a la mercadería en forma legal, por lo tanto –como se puede leer en cualquier crónica– el circuito ilegal, el narcotráfico, microtráfico y lavado de activos no dejó de existir. En Uruguay hay dos empresas autorizadas al cultivo de dos toneladas anuales cada una, además de los cultivos colectivos y personales. A pesar de los cálculos optimistas, no se tomaron en cuenta algunas variables que incidieron en los resultados finales y globales, como el clima o las dificultades técnicas.
Mientras se incrementa el consumo de alcohol y mucho se habla sobre las percepciones sociales de su consumo abusivo, también se naturaliza el consumo de otras sustancias. Si se indagara sobre el nivel educativo y social de la población consumidora de determinadas drogas, también se comenzarían a quitar prejuicios de los esquemas sociales y se mejorarían los modelos de atención. Pero lo que se observa es demasiada cháchara técnica, condimentada con mayores niveles de capacitación que no ejecutan en el territorio una logística armada para la atención de la población consumidora que debe ser contenida, como se destaca más arriba, por oenegés a menudo de origen religioso.
Si existe la institucionalidad y los equipos profesionales designados, es notorio que a nivel nacional faltan los espacios de internación para un tratamiento a largo plazo. En ocasiones, el paciente debe volver a su hogar, donde se encuentran referencias familiares inestables que proporcionan ayudas inconstantes, cuando se requiere de lazos fuertes que impidan el retorno al abismo. Se insiste en evitar el prejuzgamiento social y la demonización de determinadas conductas, sin embargo, no es común que nos preguntemos ¿por qué resulta tan necesario consumir?