Ciudad sin belleza

El aspecto de las ciudades dice mucho de los ciudadanos que la habitan, más allá del poder adquisitivo de esos mismos pobladores, de la capacidad urbanística del entorno o del desarrollo de esas urbes. No es una cuestión de dinero –si bien ayuda– ser prolijo, cuidar el medio ambiente, mantener en buen estado el erario público, tratar de embellecer cuanto esté al alcance.
A fines de enero, el gran periodista y docente Tomás Linn, que se desempeñó muchos años en el semanario Búsqueda, publicó a fines de enero una particular columna en el diario El País, donde ahora escribe. Dejando de lado los temas de política que habitualmente aborda, se tomó el tiempo para reflexionar sobre el aspecto de Montevideo, la capital del país.
El columnista asegura que se hizo seguidor del artista plástico Alfredo Ghierra, quien inició hace nueve años la campaña “Ghierra Intendente”, con la que no apunta a llegar a través de las urnas al palacio municipal capitalino, sino que se trata de un proyecto para hacer más bella a la ciudad, sobre el que pretende “sea linda, tenga armonía, muestre algo de su escasa hermosura”. “No pide mucho y sin embargo, ante la creciente fealdad de la capital uruguaya, su mensaje tiene sentido”, dice Linn acerca de Ghierra.
Y Ghierra lo cuenta en su página web: “Ghierra Intendente a estas alturas es parte de mi persona, pero es en realidad el nombre de un proyecto artístico que nació para compensar el bajo nivel de la discusión política durante la campaña para las municipales de 2010. En aquel momento me sorprendió que la ciudad como objeto de discusión estuviera ausente del debate y que en su lugar se discutiera sobre obviedades inherentes a la gestión municipal. Por eso decidí reunir a un grupo de artistas visuales, arquitectos y diseñadores industriales para presentar miradas y proyectos en clave de parodia política, donde el candidato y su gabinete no vienen del mundo de la política sino que están más o menos relacionados con el mundo del arte”. Maravilloso.
Volviendo al columnista, se pregunta en su texto si “alguna vez” Montevideo fue linda pero está seguro que en la actualidad se encuentra “más fea y agresiva”, en un sitio en el que conviven el “mal gusto” y el “desorden urbano”, con atrasos en las obras públicas y con tres décadas de la gestión del Frente Amplio en la que se hizo “muy poco” para engalanar en algo a la capital. “Si bien urge realizar estas obras, se trata además de hacer las cosas con buen gusto y elegancia. La ciudad debe ser funcional y a la misma vez, mostrar belleza”, añade Linn.
Por lo tanto, cabe preguntarse a más de 350 kilómetros de distancia y con otra realidad, una realidad quizá más manejable por ser una ciudad más chica y con –supuestamente– menos problemas. ¿Cómo podemos definir a Paysandú en este sentido? ¿Fue alguna vez una ciudad linda? ¿Para alguien es linda hoy en día?
Es indudable que nuestra ciudad cuenta con sus buenos paseos, pero poca cosa más cuando sabemos que todo podría ser más lindo. Paysandú es una ciudad sumamente despareja, y muchas veces da la sensación que lo único que cuenta es el centro de la ciudad que, a su vez, puede y debe rendir más.
Además de la gran cantidad de calles en mal estado que pululan en toda la ciudad –los parches en algunas arterias son eso, parches–, encontrar una vereda sana es la novedad, los cordones tampoco le van a la zaga en cuanto al deterioro y suciedad contra la calle –jamás se limpian no hay barredores y la máquina que lo hacía hace años que no existe más–, los pastos y pastizales que crecen en muchos lugares sin control. Los arreglos en el espacio público que se demoran (por ejemplo, en el cruce de Sarandí y Setembrino Pereda, que aún no terminaron la reparación de la calle). Pero además, no se invierte en belleza, en arquitectura, en embellecer los espacios y edificios públicos: todas las obras son baratas y tienen lo justo para cumplir a duras penas con el objetivo para el cual se realizan, sin pensar en el agregado urbanístico, ese que hace de una ciudad, un lugar agradable para vivir, además de funcional; el que llena el ojo y hace pensar que vale la pena quedarse.
Pero las responsabilidades son repartidas entre lo público y lo privado. Parece existir una manía por lo chapucero, por lo berreta. Las vidrieras de las tiendas, en líneas generales, están muy mal presentadas; los carteles de los comercios o negocios –muchos de ellos ya deslucidos por el sol– suelen ser un atentado al buen gusto. Y las casas son simples viviendas sin diseño alguno, ni siquiera bien presentadas o cuidadas en lo estético –por ejemplo con veredas prolijas o esmerado jardín, como se acostumbraba antiguamente–. Basta cruzar a Colón, en Entre Ríos, para observar el contraste: en esa ciudad, que tiene menos de la mitad de la población de Paysandú, se desarrolla toda una cultura de servicio que parte desde el aspecto y buena presentación.
En esa ciudad entrerriana se trabaja apuntando al turismo y además saben aprovechar al máximo lo que ofrece el río, lo que no sucede en este lado de la orilla. Tenemos una hermosa costanera y el mismo espectacular río, pero no les sacamos todo el jugo posible.
Retomando la columna de Linn, se hace referencia a la ciclovía que la Intendencia construyó en el cantero central de avenida Italia y que costó “un dineral”. “¿Por qué no aprovechó la oportunidad para parquizar ese cantero y hacerlo más lindo? (…) Es el cantero de la principal entrada a la ciudad. Quién entre por primera vez a Montevideo no se llevará una buena impresión”.
¿Y Paysandú qué impresión está dando al visitante? Hay que pensar más en grande y saber que la ciudad tiene potencial, por su ubicación y por su historia. Pero se encuentra cada vez más descuidada y con zonas que se han expandido sin rigor urbanístico. Ojalá que en la ciudad exista alguna propuesta al estilo “Ghierra Intendente” para impulsar una urbe más linda y acogedora por la cual los sanduceros podamos sentirnos orgullosos.