Un desafío enorme

La noticia corrió como reguero de… algas. Toda la costa rioplatense y atlántica uruguaya, desde Colonia hasta La Paloma (Rocha) se tiñó de verde por la presencia de cianobacterias, que han arremetido contra la posibilidad del disfrute de las playas y el resentimiento en las cifras de turismo interno en estos días.
De acuerdo a lo expresado por el presidente de la Cámara Uruguaya de Turismo, Juan Martínez, las cianobacterias están complicando la temporada, impactando fundamentalmente en los uruguayos que se toman unos días para ir a la playa en el verano, lo cual se suma a otros factores que han incidido este verano y contribuido a una caída de actividad importante en lo que va de febrero.
En una entrevista en Teledoce el ingeniero Eduardo Blasina dijo que “mientras las cianobacterias estaban en Colonia eran una anécdota. Ahora pasaron a ser un tema nacional”. Desde el litoral podríamos agregar que mientras las cianobacterias estaban en Artigas, Salto, Paysandú o Río Negro el tema era intrascendente para las autoridades y los medios capitalinos al igual que para la mitad de la población del país que vive en Montevideo. Ahora, con 500 kilómetros de costas afectadas y playas que es imposible disfrutar en el Este en plena temporada, las cianobacterias son un tema nacional.
No es la primera vez que se da esta situación. Muy por el contrario, parece ser un síntoma de la falta de acciones efectivas de control y prevención, además de un asunto recurrente e indeseado por igual.
Hace más de 30 años que se habla de la existencia de cianobacterias en el río Uruguay y sus afluentes, en tanto cada temporada estival asistimos a las alertas por el “verdín” que se aprecia en sus aguas. Tal trascendencia ha tomado el tema que la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) cuenta con un programa de vigilancia de playas que lo incluye como uno de los aspectos sustanciales de su monitoreo conjuntamente con los niveles de coliformes fecales, escherichia coli y enterococos.
Luego de los conocidos episodios de floraciones de cianobacterias en el río Santa Lucía –principal fuente de agua potable de Montevideo– y en el río de la Plata, el gobierno y sus autoridades ambientales empezaron a tomar cartas en el asunto y a adoptar medidas de mitigación para dicha cuenca.
No podría ser de otra manera, ya que constituyen un problema debido a su toxicidad y los potenciales daños para la salud del sistema acuático, los animales y el ser humano. Cuando un ecosistema presenta un enriquecimiento de nutrientes a un ritmo que no puede compensar mediante sus formas de eliminación natural, comienza un proceso de eutrofización que trae aparejado un crecimiento excesivo de cianobacterias cuyas floraciones es necesario prevenir.
Por otra parte, el aumento de nutrientes (fósforo y nitrógeno) en las aguas se asocia con las prácticas agrícolas y los aportes de aguas residuales domésticas, industriales o ganaderas no tratadas, que llegan directa o indirectamente a los sistemas acuáticos.
En la actualidad, al agua dulce de Uruguay le está llegando demasiado fósforo y nitrógeno y eso atenta contra la sustentabilidad del recurso. La falta de saneamiento de muchas ciudades que aún siguen –entre ellas Paysandú– vertiendo sus efluentes cloacales sin tratamiento alguno, los residuos industriales y las prácticas agrícolas locales siguen generando un caldo de cultivo al cual se agrega lo que viene desde países vecinos en los cauces de agua transfronterizos, en particular el río Uruguay.
La situación también es preocupante desde hace décadas en relación a las aguas del río Negro, que presentan las mismas características de contaminación por cianobacterias, situación agravada por el uso de agroquímicos y el represamiento de grandes volúmenes de agua. Allí se han realizado estudios que muestran que las represas cuentan con importante concentración de cianobacterias, constatándose altos niveles de microcistina, una toxina cancerígena que afecta los tejidos blandos.
El Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente terminó admitiendo que el agua del río Negro está contaminada, lo cual se ha venido advirtiendo desde la academia desde hace años. En 2018 el gobierno emitió un decreto que, entre otros puntos establece la creación de un comité para ejecutar y dar seguimiento a las medidas para “prevenir, controlar, detener y revertir el proceso de deterioro” de este curso de agua. Pero a pesar de esto, el Gobierno está empecinado en permitir y hasta impulsar la mayor industria del país en su ribera, que agregará toneladas del fósforo y otros químicos a los lagos, por lo cual es esperable que la situación se agrave exponencialmente tras la instalación de UPM-2. Y toda esa masa verdosa que se multiplicará sin límites, seguramente llegará a Montevideo y la costa atlántica, haciendo de episodios como el actual una constante, cuando ya nada podrá hacerse para revertirlo.
“Este año tuvimos fenómenos climáticos absolutamente insólitos, con arrastres (de nutrientes) de los ríos Paraná y Uruguay”, dijo la ministra respecto a la presencia de cianobacterias en los cursos de agua. Explicó que en el caso del río Negro las dificultades se presentan en las zonas de grandes plantaciones agrícolas de los departamentos de Soriano y Río Negro, pero también en las nacientes del río en Brasil.
Por su parte, las poblaciones ribereñas de la zona han manifestado reiteradamente su preocupación por el agua que consumen, tema que también está en el tapete ante la inminente instalación de una nueva planta de fabricación de pasta de celulosa de UPM en la zona.
La preocupación es entendible si tenemos en cuenta no sólo la situación actual de deterioro de la calidad de agua sino también el aumento de los volúmenes de fósforo que implicaría la operativa de la empresa. Como referencia, cabe señalar que la empresa tiene permitido verter 74 kilos de fósforo por día al Río Uruguay por lo que no es descabellado suponer que una fábrica similar debería eliminar similar cantidad al río Negro –aunque la nueva planta de UPM procesaría aún más madera que la primera–, cuyo caudal es 10 veces menor al del río Uruguay.
Hasta el momento, y considerando el tiempo transcurrido desde el inicio de la manifestación del fenómeno de las floraciones por cianobacterias, la capacidad de reacción de las diferentes administraciones de gobierno ha sido escasa y su acción muy limitada.
En plena era de calentamiento global, las cianobacterias –que tienen más de 2.700 millones de años sobre la superficie terrestre– significan un desafío enorme producto, fundamentalmente de a propia actividad humana.
Según información oficial, en los últimos cinco años se han registrado floraciones en las fuentes superficiales de las que se abastecen el 25% de las plantas potabilizadoras del país. La calidad del agua que se consume en los hogares, que se usa para la elaboración industrial de alimentos y para el sector productivo, se traduce en calidad de vida para la población y, evidentemente, tiene –a corto o mediano plazo– un impacto directo en la economía del país. Revertir la situación no es algo sencillo pero tampoco podemos agravarla o no atacar las causas.