Delincuente le disparó cinco veces a comerciante

Una joven comerciante, que fue víctima de un asalto a mano armada por segunda vez, contó a EL TELEGRAFO lo ocurrido con los ojos vidriosos y la voz entrecortada al recordar la situación extrema por la que le tocó pasar. Con este hecho, desde que abrió un almacén de barrio junto a su socia, se suman cinco casos de inseguridad que han tenido que soportar. Consciente de que la situación cada vez está peor, dijo sentirse acorralada. “No sabés qué hacer. Si cerrar y encerrarte en tu casa o seguir trabajando arriesgando tu vida”, indicó.
A las 19, las puertas del almacén –situado en Joaquín Suárez y Ayacucho– cambian su estética. La puerta de dos hojas abiertas, que le da la bienvenida a sus clientes, se transforma en rejas con gruesos candados y una ventanita por donde se atiende. “Es hasta chocante para el vecino que viene a comprar”, comentó la muchacha.

Lo llevó una mujer

Mientras se acomodaba para atendernos -y decidió para eso cerrar el almacén por unos minutos- se la veía angustiada, nerviosa y expectante. “Llega un momento que empezás a desconfiar de todo el que viene a comprar. Es una situación muy fea”, comentó. A la vez que destacó el apoyo que han recibido por parte de los vecinos.
La mujer narró que estaba trabajando cuando, próximo a las 10.30 de la víspera, ingresó un hombre con el casco integral puesto. “Ya cuando lo vi dije ‘este viene a robar’, porque la apariencia lo indicaba. Tenía el casco puesto y abajo un cuello de esos parecidos a los de polar que se usan los días de frío. Como no había más clientes y yo estaba sola, dio la vuelta al mostrador en cuestión de segundos y sacó un arma con el que me apuntó”, manifestó.
Según su descripción, el delincuente es un hombre grande y parecía tener unos 30 años. “Le dije que no tenía plata y se puso más insistente. Opté por darle unos 1.300 pesos que tenía en la caja, porque no anduvo mucha gente y además se está vendiendo muy poco”. Al ladrón le pareció poco por lo que dijo que le diera “la plata grande”. La comerciante le respondió que no había más.
En ese momento –tal vez con intenciones de asustarla–, el malviviente disparó dos veces a unas botellas de refresco que estaban al lado de la mujer. “Sentí cuando corrió como para atrás el arma (descerrajó) y disparó. Yo quedé como en shock y no podía ni moverme”, agregó.
Al pretender huir, la víctima tomó coraje y salió a correrlo llevándose una sorpresa al ver que, en la moto que en que lo esperaban, había al mando una mujer. “En ese momento de rabia y nervios, todo junto, me salió gritarle varias cosas pero además le dije algo como: ‘¿Qué hacés mujer robando?’. Era una mujer que no parecía ser menor de edad ni muy jovencita. De pelo teñido de rubio y largo, que estaba con casco”. El coraje de la comerciante fue respondido con tres disparos dirigidos a su persona. Uno pegó en el cartel en que hay un saludo a las mujeres por su día. “Pensé que me baleaba y me metí corriendo para el almacén”, comentó. La pareja, en tanto, tomó por Joaquín Suárez al sur.

No saber qué hacer

De inmediato, la víctima se comunicó al 911 y contó lo ocurrido. Al llegar, los efectivos policiales le hicieron varias preguntas, así como constataron que dentro de unas botellas se encontraban dos balines que había disparado el delincuente.
Asimismo dijo que es la segunda vez que le ocurre tener que enfrentarse cara a cara con el malviviente. “La primera vez fue un hombre que entró y simuló tener un arma bajo el buzo. Le di algo así como 1.200 pesos y se fue. Lo salí a correr y vi que tiró un palo, que era lo que yo creía podía ser un revólver. Lo esperó otro en moto y se fugaron. En el momento en que te asaltan, aunque no veas el arma, vos no sabés si tiene o no, si es de verdad o no, si es te dispara o no”, indicó.
Otras veces, “nos entraron por la ventana. Se llevaron todas las galletitas. Y el 2 de noviembre hicieron saltar todos los candados y entraron. Nos salvó una vecina que venía de trabajar y pensó que estábamos atendiendo, aunque dudó porque eran las 6 de la mañana. Esa vez robaron diez mil pesos en paquetes de cigarrillos”.
Desde el primer asalto “estamos mirando y quedás asustada. A veces pasa una moto con alguien, dos o tres veces, mirando, y pensás que pueden venir a robarte otra vez. Nos ha pasado a las dos”, dijo la muchacha. “No sabés qué hacer. Nosotras tenemos niños y los traemos a veces. Mi compañera le da la teta a la nena. ¿Y si pasa una mañana que se la traigan a alimentarla y entra uno?”, comentó.
“Me gusta trabajar pero se me fueron las ganas. Y no es por cansancio ni nada. Es por miedo”, logró decir la mujer mientras era esperada por clientes en la puerta del comercio.