El feminismo manipulado por la ideología

“¡Qué estás haciendo acá!” fue uno de los reproches más suaves que recibió durante la marcha capitalina por el 8M, Día Internacional de la Mujer, la senadora nacionalista Verónica Alonso, de algunos grupos participantes en la manifestación en reivindicación de los derechos de la mujer. Haciendo gala de intolerancia y radicalización, no solo profirieron agresiones verbales y cánticos en contra de la precandidata, sino que también arrojaron bombas de pintura contra la Iglesia del Cordón.
Para no ser menos, la directora de Políticas Sociales de la Intendencia de Montevideo, Fabiana Goyeneche, criticó que los medios le dieran relieve a estos atentados por ser solo “unas manchas de pintura”, soslayando que de lo que se trata realmente es de una muestra más de intolerancia y fundamentalismo de quienes no aceptan siquiera una opinión discrepante y descalifican automáticamente por “machista” a quienes no sintonizan con su particular visión de la problemática.
No es una novedad que en todo colectivo de este tipo haya sectores a los que “se les va la moto” en la metodología y hasta en lo que promueven, porque consideran que hay muertes que son más importantes que otras, y que vale más la muerte de una mujer que la de un hombre, un niño, un anciano, cuando la violencia de género es solo una de las tantas manifestaciones de la violencia que desgarra a la sociedad y debe ser condenable en todos los casos.
Igualmente, más allá del justo reclamo contra las muertes por violencia de género, que es además parte de los actos de abuso en base a la supremacía física que se aplica también contra niños, ancianos o discapacitados –y no solo la esgrimen los hombres– en estas demostraciones se ha incrustado fuertemente –y ya es parte indisoluble del movimiento– el sesgo político-ideológico, con preeminencia inocultable y expresa de la izquierda, como lo indica una fuerte condena en la proclama de la coordinadora de feminismos al “capitalismo” como una forma de machismo. Puede ser la opinión de varios grupos intervinientes y es muy respetable, pero de lo que se trata en este caso es de una imposición para llevar agua a prepo hacia su molino, asimilar capitalismo al machismo, lo que dista un abismo de la verdad, tal como ha quedado demostrado a lo largo de la historia.
En este caso, la senadora nacionalista Alonso señaló a El Observador que ha expresado en varias oportunidades sus reparos con el feminismo radical y con muchas de las reivindicaciones que se hicieron sentir durante la marcha en pancartas y proclamas, como las manifestadas por la Coordinadora de Feminismos del Uruguay que se leyeron en la explanada de la Universidad al final de la jornada. “Yo fui con un grupo, éramos cerca de 15 mujeres, nos encontramos cerca de 18 de Julio y Paraguay, y no sufrimos ninguna agresión física pero sí agresiones verbales”.
Por su postura, mientras caminaba el viernes de noche, hubo quienes le hicieron saber la disconformidad con su presencia. “Desde el medio del tumulto, nos dedicaron cánticos que decían: ‘¡Qué estás haciendo acá!’, o que yo acá no podía estar; o también me decían: ‘Si sos de derecha, no sos feminista’. Pero no soy de derecha, no me considero con esa etiqueta, y sí considero el feminismo en el mejor sentido de la palabra”, aseguró.
De lo que se trata, lamentablemente, es de que justas reivindicaciones de organizaciones y personas muy bien intencionadas y que luchan por la igualdad de géneros, contra la violencia, son manipuladas en expresiones masivas y coordinadoras por sectores de izquierda, radicales e intolerantes que asimilan sus prácticas a las del fascismo y los soviets.
El punto es que quienes se creen dueños de la verdad se sitúan en una postura irracional y descalifican a cualquiera que opine distinto o no esté en sintonía con lo que promueven, como es el caso de las feministas radicales que por fuerza de cánticos, militancia y movilización parecen estar copando al resto e imponiendo en proclamas y declaraciones una visión maniqueísta e interesada desde el punto de vista ideológico.
La proclama de la Coordinadora de Feminismos de cara al 8 de marzo es una demostración patente de como reivindicaciones con las que evidentemente simpatiza la mayor parte de la opinión pública pueden pasar a ser un panfleto intragable para el ciudadano común, porque los radicales filtran su ideología, faltándole el respeto a las mayorías, con conceptos como “estamos en huelga feminista, porque deseamos deconstruir la maternidad como institución opresiva. ¡Radicalicemos las formas de maternar para construirlas feministas y anticapitalistas!”.
No es un secreto que las militantes de izquierda están en la columna vertebral del movimiento feminista, lamentablemente, y lo que hacen en los hechos es “contrabandear” ideología al mismo tiempo que reivindicaciones por los derechos de la mujer. Olvidan así realidades incontrastables, como el hecho de que en Uruguay la mayoría de los universitarios y quienes se reciben son mujeres, y en algunas carreras hay índices del 70% contra el 30% de los hombres, con profesiones como enfermería, magisterio y otras en que la feminización es de por lo menos el 90 por ciento.
Proclaman asimismo que “¡necesitamos una justicia feminista que parta de nosotras, que desborde lo normativo y se ubique fuera de la lógica del miedo!”, por lo que se promueve un exceso por el cual desconocer hasta la igualdad ante la ley y pretender que el asesinato de una mujer sea más grave que el de un hombre o el de un niño o niña. “La ley la vamos a hacer nosotros y para nosotros”, es el sentido que surge de este delirio de las fundamentalistas que destilan las más de las veces odio de género antes que la igualdad y que ponen al capitalismo como el origen de los males.
En suma, agitan fantamas que solo estos grupos identifican y se los enrostran y tratan de imponer a otras mujeres, las “ignorantes” que “increíblemente” todavía tienen una visión liberal y abierta del mundo, luchan cada una desde su lugar de estudio y/o trabajo, dedicando además mucha horas a las tareas del hogar, colaboran con su compañero o son jefas de hogar, y lo hacen despojadas de ideología de lucha de clases y de la apología del colectivismo tan caro para los activistas de izquierda.
“Inútil resultará argumentar que solo en países capitalistas existe algo parecido a la igualdad de género, la inclusión de la mujer en todos los estamentos sociales y el arrinconamiento efectivo de la violencia machista. Inútil razonar sobre el origen revolucionario e izquierdista del fascismo y el nazismo, ambos inspirados igualmente en el marxismo y alentados por el advenimiento de la revolución bolchevique”, reflexiona el periodista Gerardo Sotelo a propósito de este tema.
Y por cierto que tiene mucha, muchísima razón, aunque los/las dueños de la verdad absoluta y apologistas de lo políticamente correcto, lo cuestionen.