Hora de hacer algo

Desde antes de las reformas para la Copa América de 1995, que se desarrolló en nuestro país, el Estadio Artigas, o Parque Artigas, ya era motivo de orgullo de los sanduceros, un lugar en el cual la ciudad se identificaba y en donde los hinchas acudían en masa para seguir a las selecciones que verano tras verano eran protagonistas de los torneos en las que participaban. Que acudieran 10 mil personas en una noche de enero al máximo escenario deportivo de Paysandú era algo que se acostumbraba ver.
En ese tiempo, el Parque Artigas significaba una cancha muy complicada para los visitantes, que sentían el calor del público sanducero y el mismo equipo local salía expoliado por sus aficionados. Toda esa armonía se vino abajo en los años de 1990, tanto porque el hincha comenzó a cambiar –apareció la televisión por cable y ya no asistía como antes– y porque el nivel decayó, como también porque la Blanca dejó de ganar cosas importantes y el Parque dejó de ser Parque para transformarse en Estadio, en un lugar más amplio y con mayor aforo –se construyeron las tribunas cabeceras y se mejoró la principal–, pero también más frío y distante.
De repente, el penúltimo punto tiene que ver con el último: un escenario que es bastante más grande respecto a las necesidades y a la capacidad de llevar gente de las selecciones de Paysandú, en la que ese público llega apenas a incidir en el ánimo de los protagonistas. Partidos en el que se escuchan claramente lo que se dice un jugador a otro en el otro lado de la cancha; una característica bastante habitual en el último tiempo.
Entonces, este sería un buen tiempo para repensar el Estadio Artigas, en momentos en que la Organización del Fútbol del Interior (OFI) lo inhabilitó por las denuncias presentadas por Ecilda Paullier, el combinado que visitó el pasado sábado la ciudad para disputar la ida de los cuartos de final de la Copa Nacional de Selecciones. El equipo de San José Interior se quejó por el estado del vestuario y por la falta de agua caliente, que impidió que los jugadores se pudieran bañar luego de un encuentro que terminó con los ánimos muy caldeados.
Además de acomodar lo que reclamó Ecilda Paullier –la Intendencia dijo que los vestuarios estaban en buenas condiciones aunque reconoció un problema en la caldera–, es hora de hacer algo en otros aspectos de la infraestructura mucho más importantes, como es la recuperación de la Tribuna Oeste, en la actualidad inhabilitada para el público en general. Su estado es lamentable y genera una gran tristeza observarla con sus sectores resquebrajados y sus gradas sin bancos.
La tribuna que fuera reformada para la Copa América de 1995, cuyas obras abordó el gobierno departamental del entonces intendente Jorge Larrañaga, evidenció años atrás graves problemas de estructura y los expertos aconsejaron no utilizarla hasta tanto se efectuaran arreglos, los que aún no se han concretado. Los codos construidos en cada esquina, una contra la Tribuna Norte y otra contra la Sur, fueron colocados de forma pésima según arquitectos. La mala construcción general le siguió la falta de mantenimiento, un combo que marca la realidad de esa tribuna hoy en día.
Piedras sueltas, pastos altos, herrumbres, un aire de desolación y de desidia. Eso se observa desde fuera. Por dentro, la Tribuna Oeste también se presenta igual de mala. Los pasillos en el área de vestuarios se gotean cuando llueve; el ingreso principal al Estadio Artigas denota la total dejadez en estos años; muchas de las cabinas para la prensa carecen de puertas y de ventanas, a la vez que los vidrios están todos sucios y casi no hay bancos para sentarse, como tampoco enchufes. Los baños en ese sector no tienen puertas.
Esa zona para radio, televisión y diario siempre se encuentra habilitada pero con un mínimo mantenimiento, lo que es lamentable tanto para los periodistas que trabajan allí como para la imagen que se brinda a los visitantes al llegar al Estadio Artigas. También se puede acudir al lugar del palco, que queda más abajo de las cabinas, un sitio que cuenta con una cantina y que, dentro del contexto, es lo mejor que tiene esta tribuna.
En definitiva, el aspecto del Estadio Artigas deja mucho que desear, más allá del buen estado del campo de juego y de lo prolijo de los tejidos. También se puede añadir que no se han repuesto los focos que se han quemado de las torres o mismo la falta de pintura de las cuatro torres de luz; el aspecto exterior del escenario, que poco se ha hecho para embellecerlo, es un punto adicional de preocupación.
El Estadio Domingo Burgueño Miguel de Maldonado, otro que contó con una seria reforma para la Copa América de 1995, tuvo una tribuna en desuso por algunos años, pero recientemente lograron arreglarla y la dejaron habilitada. A la Intendencia de Paysandú –el Estadio Artigas es de su responsabilidad– le llegó la hora de acometer la recuperación de la Tribuna Oeste del escenario, buscar la manera de conseguir los fondos –convenios, inversores– y volver a lucir un lugar que es orgullo para los sanduceros.
No nos podemos conformar con tener esa parte del estadio en esas condiciones y pensar que la acomode el que venga. A su vez, cabría analizar el antiguo Parque Artigas en su conjunto; en la actualidad posee un aforo muy superior a la convocatoria de cualquier espectáculo deportivo en la ciudad. A menos que vengan los grandes del fútbol uruguayo o mismo la selección. Pero para que eso suceda con asiduidad se necesita un estadio diez puntos.