Uruguay: veinticinco años sin debates presidenciales

Los regímenes democráticos tienen sus fundamentos en una serie de premisas (algunas jurídicas y otras de hecho) que sirven de cimiento a la convivencia pacífica de los ciudadanos, a los cuales no solamente se les debe reconocer y respetar determinados derechos (expresión, reunión, libertad de movimiento, asociación), sino también el derecho a estar informado de las diversas propuestas político partidarias que se ponen a consideración en un acto eleccionario. Una de las manifestaciones más claras de ese derecho a la información son los espacios públicos gratuitos que muchas legislaciones brindan a los partidos políticos durante las campañas electorales.
El primer debate televisado tuvo lugar el 26 de setiembre de 1960 en los estudios de la cadena televisiva CBS en la ciudad de Chicago (Estados Unidos) entre los entonces candidatos John F. Kennedy (Partido Demócrata) y Richard Nixon (Partido Republicano) y se ha transformado en un hito en las campañas electorales a nivel mundial. Al cabo de las restantes tres rondas de debate, Kennedy logró capitalizar las presentaciones públicas en su favor al transmitir una imagen de serenidad, aplomo, dotes de estadista y autoconfianza que le faltó a su contrincante republicano. Dos años más tarde, en octubre de 1962, esa imagen se puso a prueba en la denominada “crisis de los misiles” que colocó al mundo al borde de una guerra nuclear por la instalación de armamento de largo alcance en territorio cubano. El hecho de que Kennedy haya podido mostrar esas cualidades en el mencionado debate –que la población estadounidense tomó en cuenta para su decisión electoral– muestra la importancia que tiene este tipo de eventos.
Cuando la ciudadanía cuenta con la información necesaria para tomar una decisión electoral, el gran beneficiado es el régimen democrático y como consecuencia de ello, el país todo. No debemos olvidar que informar adecuada y previamente a los electores de las propuestas de gobierno constituye un deber mínimo de los candidatos, porque como lo ha señalado el sociólogo español Salvador Cardús: “Es una obviedad que sin buena información no puede haber buena política. O, dicho de otro modo, que el ejercicio de la democracia presupone la existencia de un ciudadano bien informado, en los términos del sociólogo austríaco Alfred Schütz. Según Schütz, entre el hombre de la calle que sólo conoce lo que experimenta directamente y el experto en un campo específico, está el ciudadano que sabe que su mundo personal está determinado por asuntos públicos que no le son directamente accesibles”. Es precisamente por esa falta de accesibilidad que la información sobre propuestas políticas y planes de gobierno que se maneja en los debates presidenciales se vuelve tan importante. Los candidatos deben explicarle a la ciudadanía qué piensan hacer y cómo piensan hacerlo.
Se trata ni más ni menos que informar para la democracia, un concepto que José Pedro Varela exigía hace más de cien años al referirse a temas educativos en los siguientes términos: “Si para el individuo, en todas las zonas, y para todas las sociedades humanas, la educación es cuestión de vital importancia, lo es más, aún, para aquellos pueblos que, como el nuestro han adoptado la forma de gobierno democrática-republicana. (…) El gobierno democrático republicano, sin duda el más perfecto de todos los que los hombres han adoptado, hasta ahora, para la dirección de los negocios públicos, garantiendo a todos los miembros de la comunidad la libertad, en todas sus manifestaciones, llamando a todos a tener una participación activa en el gobierno, dejando abierto el campo a todas las aspiraciones, con la acción constante del pensamiento y de la actividad pública, despierta la acción y el pensamiento del individuo, en un grado desconocido para los pueblos que viven bajo otra forma de gobierno”. Así pues, los debates presidenciales constituyen una valiosa fuente de información para los electores y una forma de respaldar su educación cívica al exponerlo al intercambio respetuoso de ideas contrapuestas, lo que en definitiva redunda en mayor consciencia sobre la importancia del acto de votar.
A pesar de lo expresado anteriormente, resulta justo mencionar que existen muchos actores políticos y politólogos que entienden que tales debates no resultan fundamentales. Ignacio Zuaznabar por ejemplo, de la empresa Equipos Consultores, sostuvo hace diez años, en declaraciones a radio El Espectador “que los debates tienen un impacto limitado y menor al que la gente se imagina. Por un lado, cuando se produce un debate, la enorme mayoría de la población ya llega con una posición, una preferencia que ya está tomada previamente al debate y es muy difícil que modifique esas actitudes previas. (…) Estos parecen dirigirse más a ese público que está en el medio, que está indeciso, que es la minoría. Obviamente es una minoría que puede estar definiendo la elección. Pero, adicionalmente, esta minoría que es la que queda por definirse consume mucho menos información política y tiene mucho menos probabilidad de ver el debate de la que tiene el público martirizado”. Asimismo, expresó que “si la elección es muy peleada, el debate puede ser decisivo, como lo fue en 1994 entre Sanguinetti y Vázquez”.
Sin perjuicio del indudable prestigio de la empresa Equipos Consultores y del propio Ignacio Zuaznabar, creemos que los debates presidenciales televisados sí son importantes para la vida democrática de un país, especialmente cuando ha transcurrido nada más y nada menos que un cuarto de siglo desde la realización del último evento de esta clase. En esa ocasión el moderador imparcial del debate entre Sanguinetti y Vázquez fue el entonces rector de la Universidad de la República, el Ingeniero Jorge Brovetto, quien luego ocuparía los cargos de presidente del Frente Amplio (2004 a 2012) y ministro de Educación de Cultura (2005 a 2008), en este último caso durante la primera presidencia del propio Tabaré Vázquez.
En Uruguay, la realización de debates televisivos no escapa a la lógica uruguaya de “hablar mucho y hacer poco” y desde el año 1994 tales eventos se han frustrado por mezquinas valoraciones electorales que han dejado a los electores sin un insumo valioso para su decisión. Al parecer las elecciones nacionales de noviembre de este año podrían ser la excepción, ya que varios de los candidatos presidenciales, como por ejemplo Daniel Martínez, Pablo Mieres, Ernesto Talvi o Luis Lacalle Pou han manifestado públicamente su disposición para celebrar este tipo de debates.
Creemos que luego de veinticinco años de silencio, quienes aspiran a gobernar los destinos del país y tanto gustan de poder expresarse en público, deberían confrontar sus ideas y propuestas ante aquellas personas a quienes le están pidiendo algo tan importante como su voto.
Esperemos que en esta ocasión quienes sean electos como candidatos presidenciales por sus respectivos partidos no le priven a los electores de su derecho a la información, algo tan importante para hacer posible un voto consciente que reafirme nuestro régimen democrático. Al fin y al cabo, como ha señalado la periodista española Victoria Prego, “es imprescindible tener una información justa, adecuada y honesta para elaborar un criterio que convierta al ciudadano en algo distinto de un súbdito”. Los políticos uruguayos de todos los partidos tienen la palabra.