Las “ganancias” a costa del monopolio

En tono de evidente satisfacción, recientemente el Directorio de Ancap presidido por Marta Jara anunció que el balance del ejercicio 2018 del ente arrojó ganancias por 88 millones de dólares, lo que a fin de cuentas es una buena noticia si comparamos este saldo con las performances del pasado inmediato, signado por sostenidos déficits que obligaron a la recapitalización del ente por unos 800 millones de dólares, nada menos.
Es que las pérdidas que se agudizaron durante la gestión del exvicepresidente Raúl Sendic se han dado nada menos que en un ente monopólico, que puede fijar el valor de los combustibles a su antojo, porque precisamente no tiene competencia, pese a que sigue arrastrando el lastre de la producción de cemento a pérdida. Este último aspecto se da porque tiene competencia en la industria privada, que es más eficiente y por lo tanto ello no permite que el ente ponga el precio a voluntad, como en el otro caso.
Por supuesto, salvo comentarios autocomplacientes desde el oficialismo, los reparos desde otros sectores políticos y los actores reales de la economía han sido una constante, y ello no debe sorprender, porque todos los uruguayos, todos los sectores de actividad, sufren en carne propia las consecuencias de tener los combustibles más caros de la región y uno de los más caros del mundo, de la misma forma que las onerosas tarifas de UTE conspiran contra la viabilidad de los emprendimientos productivos y la rentabilidad de las empresas, además de agobiar la economía familiar.
La presidenta del ente, Marta Jara, anunció este viernes en conferencia de prensa que se había duplicado la utilidad de U$S 39 millones registrada en 2017. Explicó ese balance positivo por un precio del crudo en promedio más bajo que el proyectado y ahorros de funcionamiento, algo con lo que no coinciden quienes no pertenecen al oficialismo.
Entre otros comentarios, el precandidato por el Partido Independiente, Pablo Mieres, consideró que se debe “reconocer un trabajo fuerte en la búsqueda de reducir costos”, pero también afirmó que “es más sencillo alcanzar estos números cuando se maneja de forma monopólica el precio del combustible y no se traducen los movimientos favorables en el mundo a reducciones de precios”.
En la misma línea, luego de que se anunciara que por tercer año consecutivo Ancap resultó con superávit, el precandidato colorado Ernesto Talvi dijo que el Gobierno “nos toma el pelo” al jactarse de los buenos números de la empresa estatal de combustibles, ya que cobra a los uruguayos un elevado precio por sus productos.
Talvi puso como ejemplo a Nueva Zelanda, al señalar que “Nueva Zelanda en 1985 tenía el mismo problema que hoy tiene Uruguay: empresas públicas manejadas políticamente que producen servicios mediocres a precios caros”, señaló.
“Hoy mismo (en referencia al viernes), el Gobierno nos toma el pelo y se jacta de que Ancap ganó en el año 2018 U$S 88 millones. Lo que el Gobierno no nos dice es que si Ancap hubiera cobrado el precio promedio de las naftas a nivel internacional, es decir, un 30% menos de lo que nos cobra, entonces hubiera perdido U$S 686 millones”, explicó.
En enero, un informe de Global Petrol Prices (que se dedica a recolectar datos de los precios de la gasolina en todos los países del mundo) señaló que nuestro país es el que tiene la nafta más cara de la región.
De acuerdo a dicho reporte, el costo promedio de la nafta en el mundo es de U$S 1,09, en tanto con U$S 1,7 dólares por litro, Uruguay ocupa el lugar 7º del ranking de países con la nafta más cara (9 si se considera al micro-estado de Mónaco y la isla francesa Wallis y Futuna, que no tienen registros oficiales)
Para el precandidato colorado, Ancap “se jacta de que ganó U$S 88 millones, pero si hubiera cobrado naftas al precio promedio mundial –en lugar de un 30% más caro– hubiera perdido 686 millones de dólares. Paren de exprimirnos los bolsillos”, y en esta misma línea conceptual el también precandidato colorado José Amorín Batlle sostuvo que “no hay nada que aplaudir. Fundieron la empresa más grande del Uruguay. Un monopolio. Y para mantenerla en pie, hace años que se aprovechan de los bolsillos de los uruguayos. Hasta que dejemos de pagar sobrecostos, no hay nada que aplaudir”, escribió en la misma red social.
Es que no se necesita ser un experto en economía, sino simplemente evaluar objetivamente el escenario, para inferir que además de la ineficiencia de las empresas públicas, en este caso concreto Ancap, que se traduce en altos costos de producción, tenemos un Estado que sigue demandando más y más recursos y tiene a las empresas estatales como organismos recaudadores de impuestos para volcarlos a Rentas Generales, lo que igualmente no alcanza para revertir un déficit fiscal que ha seguido creciendo y que ha trepado hasta el 4,5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
Sin dudas, el Directorio que preside Marta Jara está llevando adelante una gestión más racional que la de sus inmediatos predecesores –no se precisa mucho– y ha heredado una estructura que resulta muy difícil de desarmar y eventualmente corregir, por lo que no se le puede cargar las tintas sobre esta situación a las actuales autoridades del organismo.
Es que además de tener costos de funcionamiento que están lejos de ser satisfactorios, tenemos un Estado insaciable que sigue demandando cuantiosos recursos para hacer frente a su presupuesto, porque ha aumentado el gasto incesantemente como si la bonanza fuera a durar para siempre, y los obtiene mediante impuestos que representan más del 50 por ciento del precio en boca de surtidor.
Así, con estos sobrecostos se obtienen excedentes para las arcas de Rentas Generales, tal como ocurre también en el caso de UTE y Antel, y con ello se contribuye a exacerbar los costos de un país ya muy caro, que cada vez tiene mayores dificultades de colocar sus exportaciones frente a los competidores, porque a ello se suma que para cualquier empresa privada resulta sumamente difícil sostener su plantilla de personal, el pago de impuestos, cargas sociales e insumos que presionan la ecuación económica.
Estos costos asimismo son un factor que contribuye a la desaceleración económica que sigue manifestándose sobre todo desde el segundo semestre del año pasado, sin que el gobierno tenga margen de maniobra porque se ha encerrado en su propio corral de ramas y acotado al máximo sus alternativas para contener el abultado déficit en las cuentas públicas.
Y mientras sigamos con los “ahorros” y presuntas “ganancias” que no mueven la aguja de los costos, seguiremos en cuesta abajo sin freno, y lo que es aún peor, ya condicionando al próximo gobierno a revolverse en un mar de dificultades desde el vamos, para seguir de frustración en frustración, solo por no haber hecho en tiempo los ajustes que se debieron hacer.