Los más caros, para mantener al Estado

El último informe de la consultora SEG Ingeniería da cuenta que, sobre datos del mes anterior, Uruguay volvió a posicionarse como el país de la región que tiene el costo eléctrico más caro para hogares e industrias, lo que se repite con las naftas y el gasoil, en clara reafirmación –por si alguien tenía alguna duda– del sobrecosto que se aplica en la venta de energía. Ello se agrega a los elevados costos de otros insumos y la presión tributaria, para hacer un combo que encarece sustancialmente al país.
SEG Ingeniería señala en su informe que el precio del megavatio hora (MWh) para una industria de media tensión en Uruguay alcanzó los 126 dólares durante el tercer mes del año, en tanto este valor para Chile es de U$ 119, Brasil 124, Argentina 100 y Paraguay 46 dólares.
En el caso de los hogares la diferencia es aún mayor: en Uruguay es de 271 dólares, en Paraguay 66, en Argentina 123, en Brasil 222 y en Chile 184, lo que indica –a modo de ejemplo– que el costo de la electricidad, del que los porteños se quejan amargamente ante las políticas de quita de subsidios de Mauricio Macri, en nuestro país duplica al que se les cobra.
En cuanto a los combustibles, Uruguay se ubicó en marzo nuevamente como el más caro de la región con un precio de 1,65 dólares por litro de nafta, cuando en Argentina se vende a 1,02 dólares, en Chile 1,16 y en Brasil 1,12, mientras que en lo que respecta al gasoil el litro se expende en los surtidores a 1,21 dólares, en Argentina 0,96, en Brasil 0,92 y en Chile 0,86. Solo en el supergás, también derivado del petróleo, que está subsidiado en nuestro país, el Uruguay es competitivo, e incluso más barato que en Chile, pero en lo que refiere al gas residencial por cañerías, Uruguay también es el país más caro de la región, y por ejemplo triplica al precio que se cobra en la Argentina.
Por supuesto, estos valores de la energía no pueden tomarse aisladamente, sino que su incidencia negativa se multiplica en inflación y en el costo país que hace que la producción de bienes y servicios nos ponga gradualmente fuera de carrera en el contexto internacional,arrastrando hacia el fondo la competitividad para colocar productos en el exterior, cuando los actores de la economía hace rato que están en proceso de ajuste y sobreviviendo, en el mejor de los casos, entre escasos márgenes de rentabilidad, cuando lo tienen, y a la vez lamentablemente prescindiendo de personal con envíos al seguro por desempleo, reduciendo horas y a veces con desafectación de empleados cuando entienden que el proceso es irreversible de otra manera.
Las gremiales empresariales vinculadas al agro hace rato que advierten que el nivel de precios de los combustibles atenta contra la competitividad y que la producción ya hace tiempo se encuentra comprometida dado los altos costos.
Las dirigentes ruralistas señalaron que “Uruguay repite desde hace ya mucho tiempo la lógica de precios de combustibles más altos comparados con la región”. Recordaron que el precio del gasoil y la nafta superan en 40% y 50% respectivamente los promedios regionales. “Todo este tiempo el sector productivo ha asumido la suba de tarifas y de otros costos, sin poder trasladar estos incrementos”, reclamaron las gremiales.
En ese sentido, consideraron que “los organismos del Estado y en especial las empresas públicas deberían actuar en la misma línea, obligados a lograr eficiencias que permitan el desarrollo de la actividad y el cuidado de puestos de trabajo”
No es poca cosa tener desde hace ya mucho tiempo los combustibles más caros de la región, sobre todo en el caso del gasoil, que está un 50 por ciento más caro que en la Argentina, a lo que se agregan otros energéticos en los que también estamos al tope en la región, como el valor de la electricidad. Y mucho más aún si le agregamos serios problemas en infraestructura y logística, así como la incidencia del altísimo costo de la incorporación de valor en la cadena, cuando existe esta posibilidad, con decisiva influencia en el tramado socioeconómico del país.
Estos costos exacerbados se trasladan a los bienes y servicios que vendemos al exterior, y no es extraño –más bien es de toda lógica– que nos resulte cada vez más difícil competir en la región y en mercados internacionales, en los que no tenemos acuerdos preferenciales como sí tienen otros bloques y países competidores.
La competitividad es, por lo tanto, factor decisivo para no ser desalojados de los mercados, y cada vez que se reajusta –aunque sea solo un peso– el litro de combustible o la electricidad, como otros insumos, quedamos un poco más lejos de poder ingresar con nuestros productos.
En torno a esta problemática, el presidente de la Federación de Cámaras Empresariales del Uruguay, Gerardo García Pintos, evaluó para el semanario Búsqueda, en línea con planteos que estamos formulando ya desde hace varios años en nuestra página editorial, que el Estado pesaba hace veinte años no más del 25 por ciento en la economía, en tanto actualmente lo hace en no menos del 35 por ciento.
Razona que este escenario implica “una mochila demasiado pesada para la sociedad y para el sector privado”, en tanto “hay 300.000 empleados públicos, 70.000 más que hace 15 años y que esa cifra significa no menos de 1.000 millones de dólares al año, en forma directa por salarios y cargas sociales”, por lo que “este exceso va a la carga tributaria y al encarecimiento de la economía, en un país que se ha vuelto carísimo para vivir y producir”.
Asimismo, en estos años, “todo el crecimiento lo ha hecho el sector privado, que ha venido del exterior, de la región, que nos han mandado los agricultores argentinos, de los flujos de capital cuando en el mundo las tasas de interés eran muy bajas. Todo eso se está cortando y hay luces amarillas. Las exportaciones dejaron de crecer y es magrísimo el desempeño del comercio en el Interior, que entró en una competencia feroz con el informalismo y el contrabando”.
“Hay dificultades de rentabilidad y endeudamiento en la lechería, en la citricultura, el arroz, y no son los únicos. Hasta la industria de la carne está amenazada. Al final del día el costo exagerado del país, que va en la carga tributaria, las tarifas públicas, los combustibles, es un combo infernal”, puntualizó.
Y aquí es donde volvemos a traer a colación la incidencia de que tengamos la electricidad y los combustibles más caros de la región y entre los más caros del mundo, a años luz de los que tienen los países que son nuestros principales competidores en los mercados internacionales.
Es que el gobierno con sus políticas procíclicas se ha ido encerrando en la toma de decisiones y no cuenta con margen de maniobra para salir de este dilema de hierro. Es que ante el abultado déficit fiscal, el excesivo gasto del Estado, mantiene sobreprecios en las tarifas de UTE y en los combustibles, para obtener recursos que puedan más o menos contener –hasta ahora infructuosamente– el aumento del déficit fiscal, mientras procura no comprometer demasiado el índice inflacionario sin hacer disparar el dólar ni generar desconfianza entre los operadores.
Y ya cerca de terminar su mandato, nada indica que se quiera siquiera arañar los problemas de gestión y de estructura que nos han arrastrado a esta situación, porque ya el sentido de las decisiones de gobierno es el de no innovar, no hacer olas, y que se arregle el que siga, del palo que sea.