Las termas también son corredor

El 15 de abril del año 2016 se puso en marcha el Corredor de los Pájaros Pintados, con la firma en la ciudad de Mercedes, Soriano, del acuerdo entre los intendentes de Artigas, Salto, Paysandú, Río Negro y el del departamento anfitrión, en el marco de una sesión plenaria del Congreso Nacional de Intendentes a la que asistió también la ministra de Turismo.
Tres años y medio después de este punto de origen se puede decir que muchas cosas se han hecho en la región, que actualmente comprende también a las ciudades de Carmelo y Nueva Helvecia, del departamento de Colonia.
Una parte importante de la estrategia ha sido la generación de infraestructura y el aporte de embarcaciones con el objetivo de promover el desarrollo del turismo náutico en el río Uruguay y afluentes, lo que inicialmente fue la gran bandera del Corredor, pero que fue perdiendo impulso conforme se fue encontrando con dificultades.
Se generaron así los centros de visitantes y las estaciones fluviales en localidades que hasta entonces no contaban con servicios básicos como una cafetería, servicios higiénicos o una ventanilla de información para asesorar a los turistas. En algunos lugares se reciclaron estructuras de relevancia histórica y cultural y en otros directamente se realizaron construcciones nuevas. Así se trabajó en Villa Soriano, Nuevo Berlín, San Javier, Montes del Queguay, Meseta de Artigas, Bella Unión y en Fray Bentos, en el barrio Anglo. También estaba prevista una estación fluvial en Belén, pero se optó por construir un paseo costero sobre el lago de Salto Grande.
A estas inversiones en madera y ladrillos se sumaron otras en equipamiento, con la adquisición de una serie de embarcaciones, la primera de las cuales –destinada a Nuevo Berlín– estuvo demasiado tiempo fuera del agua. Hoy ya está a la orden para salir de recorrida por las islas, al igual que lo están las dos embarcaciones –más pequeñas– destinadas a Bella Unión, que gestiona un club deportivo local. También se adquirió una embarcación para prestar servicios en Paysandú, que lleva un buen tiempo a la espera de poder hacerse a las aguas.
El Corredor generó además una nueva institucionalidad en la región: por un lado creó una asamblea, un ámbito participativo que se reúne dos veces por año en el que se discute y se resuelve el rumbo a seguir. De ella participan tanto las autoridades departamentales como los técnicos designados por el Ministerio y representantes de los “adheridos”, actores del sector privado y de la sociedad civil que forman parte del Corredor y de la toma de decisiones. A la vez funciona una Mesa Estratégica y una comisión de comunicación, que genera contenidos para la organización y difusión de eventos y promociones.
Durante estos tres años y medio también se han llevado a cabo otras acciones tendientes a la consolidación de un destino turístico, han sido numerosas las instancias de capacitación en todos los departamentos, incluso en pequeñas localidades en las que hasta hace muy poco ni siquiera se soñaba con hablar de turismo.
En simultáneo se emprendieron acciones más ambiciosas, como el desarrollo de campañas publicitarias con mucho énfasis en redes sociales, la instrumentación de un observatorio que permita disponer de estadísticas con el financiamiento de CAF, un fondo concursable con el apoyo de la Agencia Nacional de Desarrollo y una ruta de Sabores, para la que se obtuvieron recursos de Salto Grande, que también aportó para la colocación de cartelería.
Por todo lo enumerado es que no se puede decir que no se ha hecho nada, al contrario, ha sido un esfuerzo importante, tanto desde el punto de vista de la gestión como en términos de inversión económica.
Los “adheridos” a los se hacía mención superan ya los 200, según se dio a conocer recientemente, lo que marca el creciente interés por participar en el Corredor. Como política ha tenido impactos muy favorables en localidades específicas, como San Javier o Guichón, en las que, además, hay actores locales que han tomado con mucha fuerza el trabajo para el desarrollo turístico. Coincidentemente también se trata de dos localidades que son referencia para las áreas protegidas Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay y Montes del Queguay, y en especial Guichón tuvo también el impacto favorable de una importante inversión en infraestructura, como lo fue la construcción de un hotel cuatro estrellas en el complejo termal de Almirón y la difusión que logró a partir de ello. Hay un rumbo trazado, sin lugar a dudas.
Sin embargo, al menos en Paysandú, esta política pública –nacional y departamental– dirigida al desarrollo turístico en la región ha olvidado una importante pata, que es la de los complejos termales, especialmente en Guaviyú, donde no se han realizado prácticamente inversiones públicas lo largo de este período de gobierno. Sí se inauguró –hasta con corte de cinta– el tobogán que se colocó en una de las piscinas, tal vez la mayor innovación que se realizó en estos cinco años. Muy poco para un complejo que evidencia el paso de los años y la pérdida de competitividad respecto a las otras propuestas del sector en nuestro país, porque ya no hablemos de competir con los modernos complejos que existen en varias ciudades de la vecina provincia de Entre Ríos.
No viene al caso enumerar aquí los problemas que largamente han sido planteados por los vecinos y empresarios de la zona, en infraestructura, en atención al cliente, en calidad de servicios, etcétera.
Por otra parte, en el departamento de Salto, en un artículo recientemente publicado en diario Cambio, un grupo de empresarios manifestaba su preocupación por la “pérdida de protagonismo” del producto termal en la oferta turística de la región.
Si bien los complejos termales forman parte de la oferta y de la estrategia de comunicación del Corredor, en los hechos las grandes inversiones que se han realizado en este lapso se han enfocado más en el desarrollo de las actividades “complementarias”, en las que el turista pueda ocupar más tiempo y encontrar en qué más gastar, y no se han acompasado con mejoras en estos complejos.
Debe considerarse una omisión el no haber invertido al menos una parte de estos recursos que se volcaron en la región en modernizar los centros termales, que siguen siendo –pese a todo– el gran diferencial del turismo en el Litoral, por lo menos mientras el turismo náutico siga siendo un sueño difícil de cumplir.