Los dirigentes y el riesgo para los chicos

Eran las 13.40 cuando el árbitro pitó el final del partido que jugaban chicos de 8 años, con un sol que rajaba la tierra.

Las recomendaciones del Ministerio de Salud Pública quedan atrás. Y el hecho de que el país entero se conmoviera hace unos meses por la muerte súbita de un juvenil de Boston River, que llevó a que incluso se paralizaran las actividades también en el fútbol del Interior, parece haber sido de la boca para afuera.
A tal punto que mirar los detalles de los partidos fijados tanto por la Liga de Fútbol como de la Liga Sanducera, fue sorprendente. Más allá de que finalmente la Sub 14 suspendió su inicio, había partidos previstos para la hora 11 e incluso para las 13.15, cuando el sol estuvo en los últimos días realmente insoportable. Para los Sub 18, en tanto, había choques previstos para la hora 13.
Y yendo a la Liga Sanducera, fue increíble ver partidos de chicos de 8 años corriendo en la cancha a las 12.30. “Los niños caían al piso y se quedaban un rato. El que cabeceaba se quedaba sentado en el piso. Varios pidieron el cambio, cosa que nunca sucede y todos terminaron bien colorados. La peor hora para jugar un partido. Es lamentable”.
Si algo en lo que los dirigentes deben prestar sensible atención es en este tipo de situaciones, y tienen la responsabilidad de hacerlo para evitar cualquier hecho que perjudique a niños y adolescentes.
Más allá de lo complicado para diagramar la competencia fin de semana tras fin de semana, está claro que las formativas no pueden ser el relleno de la programación, cuando luego se habla permanentemente de la formación. Y menos todavía someter a los jugadores a la tortura de las altas temperaturas, y a un riesgo innecesario.