Recordar, actuar, prevenir

El tipo de movilidad vial que desarrollamos genera un gran número de muertes y lesiones graves cada año como consecuencia de los accidentes de tránsito, los cuales son muy difíciles de disminuir a pesar de los esfuerzos que se realizan tanto a nivel local, nacional o internacional.
La meta de un tránsito más seguro está presente en numerosos programas de acción que se desarrollan en estos tres niveles y es un objetivo deseado para nuestras sociedades aunque se requiere una conjunción de esfuerzos institucionales, empresariales y personales para superar los inmensos desafíos que esto significa.
Cada año 1,3 millones de personas fallecen en accidentes de tránsito en el mundo, lo que se considera una verdadera pandemia. A su vez, entre 20 y 50 millones de personas sufren traumatismos no mortales provocados en accidentes de tránsito y muchas de estas lesiones constituyen una causa importante de discapacidad.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, entre las tres principales causas de defunciones de personas entre los 5 y 44 años figuran los traumatismos causados por accidentes del tránsito. La proyección de estos traumatismos la harán convertirse en la quinta causa mundial de muerte con 2,4 millones de fallecimientos en el 2020.
Los latinoamericanos tenemos la tasa más alta de mortalidad a causa de los traumatismos por accidentes de tránsito. En nuestro país, cada 16 horas muere una persona en un siniestro de tránsito, afectando fundamentalmente a hombres (3 de cada 4 fallecidos son varones). La motocicleta y la no utilización de casco continúan siendo dos factores de riesgo más relevantes: más de la mitad de los fallecidos circulaban en una moto mientras que el 20% eran peatones, según un informe realizado por la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev).
Nuestro pequeño país tiene un promedio anual de aproximadamente 25.000 lesionados por siniestros de tránsito, cifra que equivale a la población de Pando, Rocha o Fray Bentos. De ellos casi 3.200 personas resultaron con heridas graves el año pasado.
A instancias de Naciones Unidas, el próximo domingo se conmemorará el Día Mundial de las Víctimas del Tránsito. En Uruguay, el acto central será frente al Anfiteatro del Río Uruguay, en Paysandú, organizado por la Red Nacional de Víctimas y Familiares de Siniestros de Tránsito.
De acuerdo a lo anunciado en ese lugar se dibujará el contorno del Uruguay y dentro de él, serán colocados 528 pares de zapatos representando cada uno a una de las víctimas fatales de siniestros de tránsito en 2018.
El acto en sí mismo y las demás acciones que se realicen en esta fecha en distintos lugares del país suponen una nueva oportunidad para que, como sociedad, reflexionemos sobre lo que representa este flagelo que tiene como consecuencias más visibles la pérdida de vidas humanas pero que también deja otras menos perceptibles que involucran la pérdida de calidad de vida de las víctimas que quedan con secuelas permanentes.
Las lesiones causadas por el tránsito provocan enormes costos para los individuos, las familias y la sociedad. Sobrevivir con secuelas un siniestro vial se ve reflejado en el corte abrupto de la vida productiva de las personas con consecuencias directas en su salud, su posición familiar –dado que en muchos casos son personas que pasan a estar en relación de dependencia– pero también representa un impacto para los países en términos de costos operativos de la atención y la recuperación en términos de salud.
Otro impacto es el costo acumulativo del sufrimiento, ya que cada año se agregan más personas afectadas y cuyo sufrimiento en ocasiones se agrava por la respuesta inadecuada a su pérdida. Por otra parte, está comprobado que además del dolor emocional y psicológico, la pérdida de un familiar puede llevar a una situación de gran estrés económico. En muchos casos, los costos de una prolongada atención médica llevan a una familia a la pobreza, la pérdida de uno de los contribuyentes al sustento familiar o de la ayuda económica adicional para cuidar de las personas con discapacidades.
Si bien los jóvenes son la franja de edad más afectada a nivel mundial, la siniestralidad vial atraviesa a todos los estratos sociales. Y lo más triste es que los accidentes de tránsito pueden evitarse.
En este sentido, se han identificado distintos factores que aumentan el riesgo de las lesiones, como la velocidad inadecuada o excesiva, la falta de uso de cinturones de seguridad y sillas protectoras para los niños, la conducción en estado de ebriedad, la falta de uso de cascos protectores por parte de los conductores de vehículos de dos ruedas, una infraestructura vial mal diseñada o insuficientemente mantenida y vehículos viejos, mal conservados o que no cuentan con dispositivos de seguridad.
Según Naciones Unidas, las normas y otras medidas impuestas para hacer frente a esos factores de riesgo han dado lugar a una disminución drástica de los accidentes de tráfico en muchos países. También se ha comprobado que los servicios de atención de emergencia para traumatismos son importantes para mitigar los daños de los accidentes viales.
En los últimos años en Uruguay se ha avanzado bastante en los aspectos normativos –aunque hay graves problemas de fiscalización en algunos departamentos– pero no así en la atención de la emergencia existiendo aún el gran problema de la atención de los siniestros viales en rutas, que no están cubiertas.
También hay mejoras en la atención a las víctimas que sobreviven con secuelas, a través de la asistencia, el acompañamiento y el apoyo en rehabilitación para la reinserción social y laboral. En este sentido, el Centro de Ayudas Técnicas y Tecnológicas del Programa Nacional del Discapacitado (Pronadis) asiste a muchas personas víctimas de siniestros en procura de mejorar su calidad de vida y ofrece asesoramiento integral y ayudas técnicas como sillas de ruedas, camas articulables o prótesis y además asesora sobre trámites como pensiones o las posibles soluciones arquitectónicas del propio hogar para mejorar la movilidad.
Son respuestas necesarias y siempre perfectibles pero el meollo de la cuestión es tratar que no ocurran los accidentes de tránsito. Una parte de la responsabilidad para evitarlos recae en cada persona por su simple condición de peatón o conductor de un vehículo. La otra cuota de responsabilidad implica contar con un sólido compromiso político con continuidad en el tiempo que incluya no sólo leyes sino también programas, estrategias y financiamiento para llevarlo a cabo.
Las acciones de memoria o performativas como la que tendremos en Paysandú el próximo fin de semana son importantes como recordatorio de los que ya no están y las causas de ello pero también deberían interpelarnos como sociedad para concientizaros y actuar en defensa del valor de la vida propia y de quienes nos rodean.