Adolfo Casaretto deja el SUL tras 31 años en la institución

Doctor Adolfo Casaretto.

Pasaron 31 años desde que el doctor Adolfo Casaretto ingresó a trabajar en el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL). Y a pocos días de cerrar un período de trabajo y acogerse a la jubilación, afloran muchas anécdotas y recuerdos de una actividad que le permitió conocer prácticamente todo el país, y cosechar la amistad de mucha gente.
Al momento de contar sobre lo vivido, la palabra que más abunda en este médico veterinario es “agradecimiento”. A la institución, que le permitió en este período laboral “formar la familia y criar los hijos. Agradecimiento a los productores y familia del campo, porque nos han enseñado mucho a lo largo de todos estos años. Agradecimiento a los compañeros, a los de antes y los de ahora”, sostiene.
El profesional ingresó a la institución lanera en el año 1988, con 25 millones de ovinos en el país. Pero dejó en claro que en esos inicios tampoco era la mejor situación para el país, ya que “esos millones de lanares sobrepastoreaban el campo natural, y no era solamente el mérito por el precio de la lana, el vacuno pasaba muy mal y era más un bien de capital que de producción, y el objetivo era no cuerear, y con eso los productores se sentían satisfechos”.
Manifestó que en esos comienzos a fines de la década del 80, “no había forestación y la agricultura se había caído en monocultivos de invierno, tanto trigo y cebada y no pasaban un buen momento”, explica. La lechería estaba en sus comienzos. Y enfatizó que “si bien era una situación esplendorosa para el rubro ovino, no era el mejor panorama para la agropecuaria nacional”.
Sostuvo que “trabajamos tres décadas con un rubro ovino en disminución, agredido por factores ajenos a lo productivo, en donde el SUL y el rubro debió adecuarse e integrarse a otros rubros hasta la realidad que hoy conocemos”.
Recordó que cuando salía de gira en épocas lluviosas, por ejemplo para ir al norte tenían que llamar a la comisaría de Valentín porque el río crecía a la altura de la ruta 31 en esa localidad, y partía el departamento de Salto en dos.
La cruzada en la ruta 30 a la altura de Tomás Gomensoro a Artigas también “era una expedición, donde no había pavimento ni bitumen, los autos no tenían aire acondicionado, la tierra era increíble y las comunicaciones no eran como ahora.
“Salíamos una semana de gira con el coterráneo Horacio Norbis y la comunicación con la familia era un llamado semanal para lo cual había que buscar una cabina de Antel en cada capital departamental, para que de ahí se comunicaran con mi familia, para saber como estaba todo”.
Hoy, “estás unos pocos minutos sin señal en el celular y parece que fueras el ser más aislado y más desamparado, lo que muestra dos realidades muy diferentes”, dijo Casaretto. En las primeras décadas de trabajo en el SUL “pasábamos mucho en las estancias. No sé si era el trabajo de extensión o la oveja, pero las relaciones con los productores y el personal eran muy intensas, porque donde hay ovejas hay gente radicada al lado de esas ovejas”, indicó.

EL SUSTO
Recordó algunos insucesos con el vehículo, como la vez que “coseché 4 terneros, un accidente importante en la ruta 5, algún vuelco, producto de los miles de kilómetros realizados y no por mi impericia como chofer”, aclaró.
Una noche de invierno en Estación Francia, “había pinchado en un lugar muy desolado y no se veía nada, y pasan dos personas caminando de las que no me había percatado, que me saludan al pasar y me pegaron un susto que 20 años después aún no me puedo olvidar”, sostiene entre risas.

EL JINETE
El sentido del humor y la forma del trato de Casaretto con los productores siempre fue muy particular. Durante años “embromaba de mi destreza con el lazo, en la jineteada y la doma y quería conseguir algún documento que lo avalara, algo que nunca pudo lograr –a pesar de las bondades del Photoshop–, y por eso hoy todavía hay quienes se lo recuerdan”.
En realidad, el pedido del famoso Photoshop fue a este cronista, por lo que damos fe de no haberle concretado el pedido, pero sí de conocer a quienes deseaban saber si era cierto que tenía habilidades como jinete.

FUTBOLISTA
“Tuve la suerte de jugar durante dos años en el fútbol profesional en primera división. Viajé con el futbol universitario a jugar un Mundial en Japón”, comentó Casaretto sobre el deporte en épocas de estudio de la carrera de veterinaria.
“Fueron momentos que me marcaron mucho porque yo venía del fútbol universitario”, indicó, al tiempo de agregar que “también jugué en Guichón, defendiendo la selección de esa ciudad”.

EL FUTURO
Convencido de que el campo es su vida y que le gusta “ser más productor que técnico”, sostiene que “fui 30 años productor rural y me gusta la vida en el campo. Le he transmitido a mis hijos este gusto por los animales y el campo, y ambos van a ser profesionales del campo”.
Le dedicará ahora más tiempo y con menos estrés a la vida del campo. Y más allá de su desvinculación de la institución, “esto no quita que cuando el SUL o los productores demanden una mano, honorariamente vamos a estar, quedando totalmente a la orden”, señaló finalmente.