Desafío de salir del estancamiento

Dos noticias desde distintas procedencias, una de índole interna, y otra de origen internacional, tienen sin embargo en común el contribuir a insuflar cierto optimismo de cara al futuro para nuestro país, más allá del cambio de gobierno a partir del 1º de marzo, un factor que siempre implica expectativas nuevas en todo tiempo.
Así, por un lado se supo que tras cinco trimestres de estancamiento, la economía uruguaya creció 0,6% en el tercer trimestre frente al período previo, en tanto el crecimiento en el tercer trimestre fue del 0,9 por ciento, si lo comparamos con el mismo período del año pasado. A su vez, comparado con el segundo trimestre de 2019 (medición desestacionalizada), el Producto Bruto Interno Bruto (PBI) creció 0,6%, según se desprende del Informe de Cuentas Nacionales publicado el martes por el Banco Central de Uruguay (BCU).
Tenemos que en el primer trimestre la medición desestacionalizada había bajado 0,1%, y en el segundo trimestre había crecido 0,3%. Si se toma esta medición, la economía uruguaya retomó el crecimiento en julio-setiembre tras cinco trimestres estancada. A su vez, si se toman los 12 meses cerrados a setiembre, el PBI creció 0,3% respecto al mismo período de 2018, según la estimación de la consultora Grant Thornton.
Teniendo en consideración el crecimiento registrado durante el último trimestre del 2018 hasta el tercer trimestre de este año, y aún si la economía no creciera en lo que resta del año, se asegura un piso de expansión de 0,59% (de acuerdo al efecto de arrastre estadístico).
Las cifras indican a su vez que en términos nominales, el PBI totalizó U$S 56.712 millones en los últimos 12 meses, mientras que en el año a fin de setiembre de 2018 era U$S 60.252 millones. La medición en dólares del último año se vio afectada a la baja dado que el tipo de cambio promedio subió un 11,22% en el período considerado.
Claro, tampoco estamos hablando de tasas asiáticas ni nada que se le parezca, y según indicó a El País el economista y socio de Vixion Consultores, Aldo Lema, los datos de la actividad económica del tercer trimestre no representaron “mayores sorpresas” y mencionó que “ratifican que el crecimiento 2019 de Uruguay se ubicará en torno a 0,5%”.
Incluso, indicó que “el crecimiento de 0,6% de Uruguay en el tercer trimestre (versus el segundo) estuvo en línea con los mostrados por Argentina (+0,9% informado el lunes), Brasil (+0,6%) y el mundo (+0,75%)”.
Otros analistas también evalúan que las cifras mostraron una aceleración moderada de la actividad económica en el tercer trimestre del año, y que los datos estuvieron en línea con lo que habían sugerido distintos indicadores adelantados de la actividad y en consonancia con cierta mejora de expectativas constatada tanto a nivel de los consumidores como de los empresarios.
En cuanto a los orígenes de este pequeño repunte, se ha registrado una leve mejora en la actividad comercial que estuvo atada a la recuperación de expectativas de los consumidores, un mayor dinamismo en otros servicios, conjugado con el desempeño de la industria manufacturera, a instancias de mayores niveles de actividad en celulosa, refinería y alimentos diversos.
Por supuesto, estos “brotes verdes” como se les suele llamar no indican que estamos ante una recuperación por mejora estructural en la economía ni nada por el estilo, sino que responden a factores coyunturales, porque subsisten los graves problemas de competitividad, de altos costos de producción de bienes y servicios, debido a los exorbitantes valores de la energía, tarifas y componente salarial, cargas sociales y carga impositiva, que nos dejan en inferioridad de condiciones frente al mundo. Ello es agravado por el hecho de que Uruguay prácticamente no ha suscripto tratados de preferencias arancelarias con países en los que podríamos ingresar con menores costos de aranceles, aún teniendo en cuenta nuestra baja competitividad.
Como es sabido, en economía existen ciclos, y el comportamiento o nota de un gobierno tiene mucho que ver con la capacidad de anticiparse o asimilar los ciclos, es decir contar con discernimiento y sentido común para disponer de un margen de ahorro en la época de las vacas gordas para tener capacidad de maniobra cuando el ciclo se revierta, como se ha dado a partir de 2014, solo que el gobierno del Frente Amplio desarrolló por motivos ideológicos una política económica procíclica e hizo crecer el gasto en época de bonanza, lo que hizo crujir la economía cuando se llegó a la meseta y al estancamiento.
Hablando de ciclos, es precisamente oportuno destacar que se insinúa en el horizonte un elemento positivo para nuestro país y la región productora de commodities y escaso valor agregado: se manifiesta una tendencia mundial al alza del precio de los alimentos, precisamente en aquellos rubros en los que el país tiene ventajas comparativas para producir.
Así, tenemos que en noviembre el índice de precios de la FAO alcanzó su máximo de los últimos dos años, impulsado por la carne (afectada por la peste porcina en China) y el aceite. Asimismo un informe del Banco Nomura alerta que la era de los precios bajos podría llegar a su fin por el alza de la demanda y restricciones a la oferta que impulsarán los costos en los próximos años.
Debe tenerse presente que en cuanto a ciclos, los alimentos llevan años vendiéndose en mínimos históricos, situándose en aproximadamente un 45 por ciento por debajo de la media de los últimos 120 años. El punto es que se están dando incipientes cambios en los mercados mundiales, que los observadores catalogan como una mezcla de tendencias de fondo y de causas coyunturales que calientan el mercado, hasta alcanzar el último mes el máximo en dos años.
Es decir que salvando las distancias, se podría dar una situación como el viento de cola –ojalá– que se dio por más de una década a partir de 2004, lo que podría significar un contundente paliativo para muchas de nuestras desventuras y un punto de partida interesante para comenzar a revertir el proceso de deterioro de los últimos años.
Tampoco es cosa de confundir deseos con realidad: El economista y director de Equipos, Alejandro Cavallo, señaló a través de Twitter que “el consumo privado se aceleró en forma notoria en el tercer trimestre, tal como esperábamos”. Asimismo, indicó que “parte de la mejora es atribuible al ciclo electoral” y que en los próximos meses se evaluará “qué tan importante fue este efecto y, por ende, qué tan duradera o efímera resultará la recuperación”.
No puede ignorarse, sin embargo, que con un déficit fiscal que supera el 5 por ciento del PBI, el Estado sigue llevándose cuantiosos recursos de nuestra economía, y que este costo es asumido íntegramente por el emprendedor, la actividad privada, que es la única apuesta posible para un crecimiento genuino y sostenible.
Pero si tomamos como válidas –o por lo menos esperanzadoras– expresiones del economista Santiago Rego, en el sentido de que “lo importante” es que la inversión privada “dejó de caer” y que “a pesar del entorno desafiante, la economía empieza a salir del estancamiento”, hay buenas razones para considerar que lentamente podríamos estar ingresando en tiempos mejores. Crucemos los dedos para que así sea.