El Mercosur de los intereses comunes en lugar de las afinidades ideológicas

Los cambios de gobierno en los países que integran el Mercosur no deberían ser un factor distorsionante per se si se tratara de un bloque que funcionara adecuada y articuladamente, en función de un marco orgánico al que se ciñeran sus socios, pero lamentablemente, cuando ha funcionado incluso como un club de presidentes amigos, cuando durante la oleada progresista en los países de la región, lo político ha primado sobre lo jurídico, como proclamara sin pruritos el expresidente José Mujica, así nos ha ido.
Por lo tanto, ante esta falta de organicidad y de rumbo firme, con instituciones de control y coordinación que aseguraran su desenvolvimiento por encima de avatares políticos, todo indica que seguiremos asistiendo a los problemas inherentes al recambio de gobiernos, que se agregan a la inacción y quietud crónica que ha expuesto el bloque durante más de veinte años, es decir, desde su creación.
Por cierto que el acuerdo mercosuriano ha estado lejos de ser satisfactorio y ha funcionado en muchos casos como un corsé para países como Uruguay, que por el reducido tamaño de su economía necesita imperiosamente abrirse al mundo.
En estos días, mientras atraviesa un “limbo”, el Mercosur enfrenta su primera batalla en la Cumbre en Brasil que tiene lugar esta semana y se espera una definición respecto al arancel externo común, en lo que puede constituirse como el primer choque entre el mandatario brasileño Jair Bolsonaro y el electo presidente argentino Alberto Fernández.
El punto es que en oportunidad de este encuentro en Rio Grande do Sul (Brasil), que culmina con una reunión de jefes de Estado, el punto álgido es la búsqueda del acuerdo sobre la rebaja del arancel externo común (AEC), con la particularidad que el Mercosur se encuentra en una especie de impase, ya que dos de los cuatro socios que participan en el encuentro están por culminar el mandato.
Esto se da porque tanto en Argentina el kirchnerista Alberto Fernández (que asumirá el 10 de diciembre) como en Uruguay el presidente electo Luis Lacalle Pou, quien comenzará su mandato en marzo, piensan dar un cambio radical en su política exterior en relación a las visiones de Mauricio Macri y Tabaré Vázquez, respectivamente.
El futuro canciller Ernesto Talvi ha admitido que un tema a analizar es la rebaja del AEC y el mandatario electo agregó que debe atenderse “el momento” en que llega la propuesta. Algunos creen que previendo la oposición de Fernández a la iniciativa, el presidente brasileño adelantó unos días la cumbre.
“Las propuestas no solo son buenas en sí mismas, es el momento en que la propuesta llega. Y en un momento de aparentes fricciones, quizás profundizar de inmediato la flexibilización fragilice más el bloque”, advirtió Lacalle Pou.
Por su lado, la semana pasada, el canciller argentino saliente Jorge Faurie señaló que habría una decisión de consenso para rebajar el AEC: “Hemos formado un grupo de trabajo a principios de año. Coincidimos los cuatro países en que el arancel externo común que tenemos es alto, que le quita competitividad a las cuatro economías y que tenemos que trabajar sobre ello”.
Pero las dificultades no son pocas para alcanzar un consenso, porque un Mercosur que nunca ha funcionado coherentemente, ni siquiera cuando estaba integrado por presidentes “amigos” alineados ideológicamente, presenta aún más dificultades cuando los conflictos de intereses agregan un factor agravante en la disidencia.
Asimismo analistas especializados en comercio internacional coincidieron en que la discusión del AEC implica un punto de conflicto entre Brasil y Argentina, transformándose la cumbre en “la primera batalla” entre Fernández y Bolsonaro, aún antes que el mandatario peronista asuma.
El punto es que en economías que atraviesan serias dificultades, el mantener alto el arancel externo común obra como un cordón proteccionista hacia las industrias locales, de forma de mantener actividades con provisión de empleo artificial ante la imposibilidad de competir con similares de fuera del bloque.
Precisamente el AEC ha funcionado como un cinturón protector de las industrias locales al fijar una tasa unificada que deben pagar todos los productos del mismo tipo que sean importados desde fuera del bloque. En contrapartida también da por ejemplo a las industrias argentinas condiciones de acceso a Brasil que ningún otro país del mundo tiene, salvo los restantes socios Paraguay y Uruguay.
Con la rebaja del arancel podrán entrar productos extrazona con aranceles más bajos, lo que perjudica a las industrias de los países del bloque, en especial a las de Argentina, cuando precisamente el próximo gobierno peronista ha puesto énfasis en aplicar políticas proteccionistas en 2020, para dar respuestas a las presiones internas, caso de los sindicatos y los propios empresarios que quieren condiciones que les aseguren poder vender en su mercado interno.
Pero en el pecado está la penitencia: el tope máximo del AEC en el Mercosur es 35% y a lo largo de los años se han incorporado excepciones que llevaron a una tasa promedio de 12,5% actualmente, elemento que, sumado a la ausencia de acuerdos comerciales relevantes, ha transformado al Mercosur en la zona del planeta con aranceles a la importación efectivos con promedios más altos.
Según trascendió, la intención de Brasil es reducir la tasa al menos a la mitad del promedio actual, con la amenaza implícita de que de no aceptarse la propuesta de reforma, Brasil podría romper definitivamente con la unión aduanera, a la que en realidad nunca le dio mayor trascendencia, y esta posibilidad es la que procuraría evitar a toda costa el gobierno de Alberto Fernández, desde que Argentina es el principal socio comercial.
En esta línea, el secretario de Negociaciones Bilaterales y Regionales de la cancillería brasileña, Pedro Miguel da Costa e Silva, señaló directrices para aumentar la libertad entre los socios económicos, y al respecto mencionó la agenda interna brasileña: “aumentar la competitividad, abrir la economía, facilitar los negocios, reducir las barreras económicas. Es una agenda que facilita la vida de la gente, reduce la burocracia y aumenta la cooperación”.
Lo que es muy cierto. Y es de esperar que esta postura se traduzca en coincidencias muy necesarias dentro del Mercosur, para obrar en consecuencia, de forma de abrir una etapa de apertura hacia el mundo en lugar del encierro de veinte años, por encima de los cambios de gobierno que tenga cada país. Porque de lo que se trata es de defender intereses comunes que están en juego más allá de afinidades ideológicas circunstanciales.