En clave argentina

Nunca nos cansaremos de decir que Argentina es un país maravilloso, de abundantes bellezas naturales, de ingentes recursos, con gente fantástica, creativa y profesional. Una nación diversa, grande, ancha, con muchos rincones para conocer, con una potencialidad que da envidia. Pero hay otra cara, muy conocida desde este lado del charco: esa manía por meterse en camisa de doce varas, como darle otra vez la confianza al kirchnerismo. Y, obviamente, el show comenzó.
Alberto Fernández, junto a su vicepresidenta Cristina Fernández, asumió el pasado 10 de diciembre, sucediendo en la presidencia al triste Mauricio Macri. Desde la misma ceremonia de asunción, con Cristina destratando a Macri con gestos desubicados y con su peor cara, el nuevo gobierno ha mostrado algunas señales de ser afecto al tipo de manifestaciones que poco tienen que ver con administrar un país.
Lo último fue la visita el jueves de Diego Maradona a Alberto Fernández en la Casa Rosada. Claro está, el exjugador desenvolvió su carisma para la ocasión. Elevó sus manos al pecho, y luego miró hacia el cielo, mientras sostenía la réplica de la Copa del Mundo en su mano izquierda. “¡No vuelven más! ¡Que Macri se vaya a vivir a Tailandia!”, gritó desde un balcón mientras una multitud lo ovacionaba detrás de las rejas, en la Plaza de Mayo, y distintos funcionarios festejaban la ocurrencia.
La presencia del expresidente Evo Morales, refugiado en Argentina tras renunciar a su cargo en un contexto de acusaciones de presiones de las Fuerzas Armadas, tampoco se comprende mucho desde que llega con acusaciones de fraude y de querer perpetuarse en el poder, más allá de que haya salido por un golpe de Estado. Incluso, Morales llegó para hacer campaña. Una vez arribado a Argentina dijo que se encontraba “fuerte, envalentonado y animado” para participar de la campaña política en Bolivia de cara a las nuevas elecciones esperadas en el país andino.
Pero, esto ciertamente no le cambiará la vida a los argentinos. Y para eso, para sacar al país de la crisis en la que se encuentra, de las deudas contraídas con el FMI, Alberto Fernández emprendió rápidamente algunas medidas tendientes a sacar del estancamiento a esta nación, para reducir la pobreza y generar empleo genuino en todos los ámbitos.
El desplome del crecimiento, una inflación por las nubes, la alta desconfianza de los mercados hacia el país y una tasa de desempleo del 10% son algunas de las figuras que reflejan la profunda recesión económica que padece Argentina.
Es que el recién asumido Alberto Fernández no solo debe remontar las falencias del gobierno anterior, sino también las barbaridades de la predecesora de Macri, la propia Cristina Fernández, la actual vicepresidenta. La economía arrastra desequilibrios que muchos gobiernos no han podido solucionar.
En este panorama, el presidente sacó a la luz un amplio paquete de medidas impositivas y sociales para paliar la crisis, que fueron ingresadas al Parlamento bajo el nombre de “Ley de solidaridad social y reactivación productiva”, nombre pomposo como suele suceder en gobiernos populistas, aunque no podemos aventurar aún que este sea uno de ese tono.
Entre las leyes de “emergencia económica” figura una que ya existió en el pasado –y que generó muchos problemas, sin muchos frutos reales– y es particularmente polémica: el “dólar turista”. Se trata de un impuesto del 30% a los consumos realizados en el extranjero aplicado a los residentes argentinos. Una medida que socava claramente la temporada turística uruguaya, tan necesitada de los argentinos en cada verano.
Aquello incluye diversas operaciones como la compra de pasajes y paquetes turísticos, las compras con tarjeta de crédito en moneda extranjera, el retiro de dinero en efectivo efectuado en el exterior. También comprende cualquier servicio que se pague en dólares, como por ejemplo, las aplicaciones de Netflix, Spotify o Airbnb. El impuesto también se aplicará para cursos online dictados en el exterior o licencias para utilizar determinados softwares. Completo.
A su vez, los primeros días de enero se conocerá el cronograma de enero y febrero para la entrega en todo el país de las dos millones de tarjetas alimentarias, una idea a priori loable, pero que bien puede ser pan para hoy y hambre para mañana, y es evidente que se necesita algo más profundo y radical para reducir la pobreza y generar puestos de trabajo.
La intención del gobierno de Alberto Fernández es avanzar en una primera instancia en el Conurbano Bonaerense, en Córdoba, en Rosario, en San Miguel de Tucumán. Son los lugares donde hay mayor concentración de población en situación vulnerable. Y para marzo se buscará cubrir el 80% de la población que necesita el refuerzo alimentario. Otra intención ambiciosa que, ojalá, no se quede en eso.
Argentina, seguramente, salga adelante como tantas veces, con la pujanza de su gente y de las riquezas con que cuenta. Lo que resulta más complicado será acortar la brecha que existe en su sociedad, que estos mismos que están en el gobierno se han encargado, y se encargan, de ensanchar. Como Maradona en la Casa Rosada.