El desafío que se plantea en la industria

En un país en el que sistemáticamente se han venido perdiendo puestos de trabajo en la industria manufacturera en los últimos años, con una economía exportadora primarizada, cierre de industrias por los elevados costos y escasa o nula rentabilidad, surge claramente que la misión del próximo ministro de Industria Energía y Minería resultará un desafío titánico, en el que además su trabajo deberá estar estrechamente ligado a otros ministerios, sobre todo el de Economía y Finanzas, para una coordinación y sintonía en objetivos imprescindible.
Para este cargo ha sido designado el Ing. Omar Paganini, a quien secundará en la subsecretaría nuestro conterráneo Walter Verri, en buena medida como reconocimiento al Paysandú industrial que aflorara en la década de 1940, y que se ha ido apagando hasta llegar a una época actual de media agua, siguiendo el rumbo que ha tenido el país, pero con una repercusión socioeconómica mucho más grave en un departamento en el que las industrias han sido la clave de su pujanza y dinámica.
Por supuesto, el nuevo ministro no podrá partir de cero para hacer y deshacer a voluntad, sino que heredará una problemática tan vasta como compleja, en tanto su trabajo deberá desarrollarse en clave de la política económica que encare el gobierno que encabezará Luis Lacalle Pou.
La realidad indica que estamos en un país en el que emprender es un desafío formidable y en el que prima la cultura del Estado proveedor de bienestar y empleos cómodos de por vida, así como empresas estatales monopólicas e ineficientes protegidas con el dinero de todos los uruguayos, que las financian y como en el caso de Ancap, hasta las han capitalizado.
En entrevista concedida a Montevideo Portal, el futuro secretario de Estado dijo acerca de su gestión que entiende necesarios algunos cambios de las empresas públicas, que viren hacia cierta “flexibilidad” y “permeabilidad”, para apostar a la “innovación” y “competitividad”.
Asimismo, considera que las tarifas son un tema que estará desde el primer momento en el tapete, por cuanto se debe seguir la evolución de parámetros de costos que han cambiado significativamente en un año, y por lo tanto a su juicio, el gobierno de izquierda que está terminando debió haber realizado ajustes que no ha efectuado para que las decisiones las adopte el nuevo gobierno, pero ya con los costos atrasados.
A juicio de Paganini, cuando se tiene un mercado libre de un determinado bien o servicio no existen tarifas, sino precios, los que son fijados por el mercado de acuerdo a la interacción, interés, consumo y oferta, pero en el caso de las empresas estatales, con un mercado regulado, lo que sucede con los monopólicos u oligopólicos, como la electricidad, los combustibles, las tarifas se suelen fijar de manera administrativa por algún ente que tiene la potestad de decidir el precio.
Según el próximo jerarca, la visión moderna indica que “el propio prestador no puede ser el que fije sus propias tarifas, una decisión que de alguna manera le daría demasiado poder en un mercado monopólico. La tradición uruguaya es que esa decisión se negocie, digamos, entre la empresa responsable de proveer el servicio y sus necesidades económicas, el Poder Ejecutivo y su realidad. Le llamo discrecional a eso porque no es que se base en una regla determinada, sino en una negociación de cierto contexto. Esas tarifas salen de una discusión del tipo ‘yo necesito tanto’, ‘yo también’ o no… Por eso es discrecional”.
Bueno, esta es la historia del Uruguay, el Estado y los monopolios, los precios políticos y también los sobreprecios de acuerdo a las necesidades de caja del gobierno de turno, y en el caso del Frente Amplio, el abultado déficit fiscal ha hecho que en los últimos años sobre todo se haya puesto énfasis en recaudar por la vía de las tarifas de las empresas públicas, con el consecuente incremento de costos para los emprendimientos de todo tipo y naturalmente también para las economías domésticas.
Esta presión de costos es precisamente echar nafta al fuego de los problemas que tiene Uruguay para proyectarse en competir tanto en la exportación como en lo interno para productos de importación, porque tenemos precios altos en la comparativa regional y global, y se ha ingresado en un círculo vicioso en el que ha resultado harto difícil romper con el status quo ante el mínimo margen de maniobra que deja el gobierno que se va.
Según Paganini “las tarifas deben reflejar la realidad técnica, que los costos sean razonables para ser trasladados a tarifas, más un margen de ganancia. Cuando uno no tiene ese mecanismo técnico, lo que termina sucediendo es que deriva en una decisión política. Y a veces esa decisión es correcta, pero a veces no”, en tanto “nosotros creemos que las tarifas deben reflejar la realidad técnica en el sentido de que los costos sean razonables para ser trasladados a tarifas, más un margen de ganancia que también es natural que exista”.
Argumentó que “cuando uno dice que deberíamos ir a una visión técnica es que deberíamos ir a ver cuáles son los costos, ver si variaron, y si los costos variaron hay que ajustar el precio. Y en un año, en el combustible, los costos variaron, tanto del petróleo como del dólar. Y variaron en forma sustantiva. Entonces, si eso no se ajusta, lo que sucede es que uno le genera un problema a la empresa porque la hace operar en un contexto de costos mayores con precios congelados. Eso es lo que estamos diciendo nosotros como gobierno entrante: que el ajuste debió haberse realizado”.
Planteadas así las cosas, en medio de un déficit fiscal en el que la coalición de izquierdas ha seguido la línea de gobiernos anteriores en el sentido de que se recauda por las tarifas para enjugar las necesidades de caja inmediata de Rentas Generales, es muy difícil que el nuevo gobierno no encare de entrada un “ajuste” en el precio para no seguir aumentando el agujero en las finanzas, porque por fuerza de las circunstancias, lo urgente hace postergar lo importante y necesario y cada gobierno suma parches para seguir tirando, como una constante.
Ergo, el Ministerio de Industria, Energía y Minería encuentra un sector afectado seriamente, que viene condicionado desde hace varios años con una tendencia que no es alentadora, con pérdida de mano de obra y de empresas.
Si bien es absolutamente de recibo la visión del próximo ministro de que hay herramientas a implementar, habida cuenta de que la reactivación del sector es de interés fundamental para el país, el escenario macro, el costo país, es piedra angular para todo lo que se haga, más allá de medidas puntuales de estímulo.
Las buenas intenciones de muy poco servirán si no se pone acento en abatir los costos internos y la competitividad. Ocurre que esa no es tarea de un solo ministerio y posiblemente ni siquiera de un solo gobierno, sino que corresponde a políticas de Estado que estén por encima de ideologías y que deben estar regidas por el sentido común, más allá de la ortodoxia, que es precisamente lo que ha estado ausente todos estos años en que solo se vivió el presente.