Buenas perspectivas

A las puertas de una nueva vendimia, el sector vitivinícola uruguayo espera una buena cosecha en un contexto en que el consumo local se ha mantenido y continúa evolucionando el valor del vino exportado en botella. Son noticias alentadoras para un sector que se desarrolla a cielo abierto con mucha dependencia del estado del tiempo en meses claves de la producción.
De acuerdo a lo informado por el presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura, enólogo José Lez, la vendimia en Uruguay puede ser excelente este año, obteniéndose materia prima de muy buena calidad.
En declaraciones a El Observador señaló que aunque la sequía podría generar una merma de kilos a cosechar y en algunos establecimientos se requirió realizar riego, el estado del tiempo ha sido favorable presentando días calurosos, buena radiación solar y noches frescas en la mayorías de las jornadas, lo que es muy bueno en la etapa final de la producción de los viñedos, minimizando dificultades sanitarias y evitando inversiones en curas.
Nuestro país es el cuarto productor de vinos de Sudamérica –después de Chile, Argentina y Brasil– y su clima subtropical húmedo así como la cercanía del océano Atlántico –que modera la temperatura en los meses calurosos– le otorgan una situación geográfica privilegiada para este tipo de producción, encontrándose además entre la latitud 30º y 35º al igual que la mayoría de los productores de vino. Se destaca además que es el único país del continente que, con influencia del océano Atlántico, se asemeja a Burdeos en temperatura, lluvia y vientos, y posee diversidad de buenos suelos con diferentes niveles de drenaje y fertilidad.
Cada vez que un vino uruguayo es premiado en un concurso internacional nos sentimos orgullosos de ese logro que no sólo premia el trabajo de una bodega específica que ha sabido crearse, sobrevivir o reconvertirse ocupando mano de obra local e invirtiendo en tecnología de producción, sino también por ser un paso más adelante para todo el sector, el cual es además depositario de una tradición.
La industria del vino en el país es de tiempos remotos, pero es después de constituida la República, en 1830, que la viticultura encontró un entorno favorable para su expansión. Como es sabido, el vino llegó a Uruguay de la mano de familias inmigrantes que traían su saber desde el Mediterráneo. Hacia 1870 se establecen dos viñedos que marcarían historia en el suelo uruguayo, el del vasco francés Pascual Harriague en San Antonio Chico (Salto), y la granja del catalán Francisco Vidiella en Colón (Montevideo), quien en 1878 adaptó la primera variedad de vid de procedencia europea al clima uruguayo.
Con la experiencia de estos pioneros más el trabajo de otros tantos que se sumaron a la empresa vitivinícola el sector se afianzó en el país y alcanzó un crecimiento que logró sustituir buena parte de la producción extranjera hasta que en 1898 se instaló la filoxera y cambió el modelo productivo. Luego de la destrucción por fuego de todas las cepas atacadas por la plaga el gobierno hizo frente a la crisis y obligó a sustituirlas por plantas injertadas sobre pie americano. Lo que no se esperaba, y fue un hallazgo, es que la vid injertada resultó ser sensiblemente más productiva que la de plantación directa aspecto que, junto a la adopción de fertilizantes orgánicos creó una nueva vitivinicultura de la cual son herederos los emprendimientos actuales del sector.
Esta historia, tradición y trabajo es uno de los factores que seguramente ha contribuido al reconocimiento de los vinos uruguayos en el mercado internacional, consolidando a la uva tannat como la principal variedad de nuestro país por su buena adaptación al suelo y al clima, así como por la aceptación de los consumidores.
En lo que respecta a las exportaciones, según información aportada por el Inavi, continúa evolucionando el valor del vino exportado en botella, con un incremento del 0,95% en el precio promedio por litro y un ingreso global en el último año de 15,8 millones de dólares por la colocación de algo más de 4 millones de litros. En concreto, en 2019 se exportó un total de 4.121.000 litros, a un valor de 3,85 dólares por litro.
Entre las empresas que han logrado o tienen potencial para desarrollar un producto acorde a las exigencias de los mercados externos, existe un número menor que se plantea el desafío de exportar. Sin embargo, la enorme mayoría de las bodegas tienen como principal objetivo abastecer el mercado interno.
Se trata de un mercado muy fiel a los vinos nacionales, lo que se manifiesta en el hecho de un consumo mantenido durante los últimos cuatro años así como en los resultados del último estudio sobre el posicionamiento del vino entre los uruguayos realizado por el Inavi, que constató que se encuentra entre las bebidas preferidas por los consumidores adultos.
Actualmente Uruguay cuenta con 6.150 hectáreas de viñedos. La presente vendimia está comenzando y se desarrollará hasta mediados de marzo aproximadamente. Se espera un volumen de uva cosechada de entre 93 y 98 millones de kilos de uva, algo superior a lo del año pasado que se situó en 83 millones de kilos. Si así ocurre, se podrá vinificar un volumen de 74 millones de litros, de acuerdo a las previsiones del Inavi.
Aunque las zonas de cultivo más grandes están situadas al Norte de Montevideo y en Canelones (el departamento vitivinícola más grande del país), donde se concentra aproximadamente el 75% del terreno destinado a la producción de uvas, existen viñedos en Maldonado, Colonia, Durazno, Rivera, Paysandú y Salto.
Aquí en el litoral las temperaturas elevadas y la gran amplitud térmica y humedad así como la fuerte influencia de los ríos Uruguay y Daymán, junto a la diversidad de suelos dan origen a vinos con características particulares. Son regiones donde la humedad hace todo más difícil, pero le da al vino más sabor y aroma.
Paysandú, con un suelo fértil y rico en contenido calcáreo, bueno para tannat, cabernet sauvignon y syrah, cuenta con una tradición vitivinícola también desde la segunda mitad del siglo XIX, y es la más “grande” de las regiones pequeñas de vino uruguayo, con unas 30 plantaciones en 170 hectáreas.
En definitiva, es de esperar que las buenas perspectivas se cumplan para este sector de la actividad productiva que genera mano de obra y proyecta al país y la calidad de su producción en el exterior, atrayendo turistas interesados en conocer las bondades de vides y vinos. De esta forma numerosos establecimientos vitivinícolas han abierto las puertas de forma permanente u ocasional al turismo a través de visitas guiadas, degustaciones y diferentes tipos de eventos, algo que aún no ha sido incorporado en forma estable en Paysandú aunque seguramente tendría buena respuesta tanto por parte de lugareños como visitantes.