Dos sanduceras que volvieron de Europa están en cuarentena en sus casas y en buen estado de salud

En el aeropuerto de Carrasco no se respeta mantener distancia de un metro por cada persona. Pocos viajeros usan tapaboca.

Lo que sería un viaje planificado durante meses, de 14 días por diferentes destinos de Europa, terminó en un cambio de jugada para dos sanduceras a quienes les reprogramaron el itinerario debido a la expansión mundial del coronavirus. Si bien debieron ir hacia otros destinos, evitando algunas ciudades de Italia, cumplieron con el cometido de conocer parte del viejo continente. En tanto, una vez llegadas al aeropuerto de Carrasco –el pasado domingo– les llamó la atención la falta de preparación para llevar adelante algunas de las exigencias sanitarias que sí vieron en otras terminales aéreas. Al no contar con los síntomas de la enfermedad, las sanduceras se dirigieron en taxi hacia Tres Cruces para abordar un ómnibus que las trajo a Paysandú, donde permanecen en cuarentena.

CRÓNICA DEL VIAJE

“Nuestro viaje era inicialmente de 14 días”, contó una de las mujeres a EL TELEGRAFO. “Íbamos a Londres, después a París, a Zúrich (Suiza) y luego a Verona y Venecia. Seguiríamos para Florencia y luego Roma donde íbamos a ir al Vaticano y hacer una excursión a Capri y a Pompeya. Cuando llegamos a Zúrich, donde al día siguiente iríamos a Italia, fue cuando se empezó a descompaginar todo por el coronavirus. Entonces nos dijeron que a Italia no viajaríamos y que el recorrido sería reprogramado”, contó.
Antes de salir de Uruguay, las viajeras hicieron consultas sobre si era conveniente viajar y demás. “Las agencias nos dijeron que no era necesario cancelar, pero yo creo que no se imaginaban la magnitud de lo que sería todo esto”.
Las sanduceras formaban parte de un grupo de nueve personas que al llegar a París se transformó en uno de sesenta. “Nos enganchamos con otro grupo que venía de estar dos o tres días en España. Había gente de México, de Colombia, Perú, Chile y Argentina”.
Ya en Suiza, “la agencia de Europa que era la que nos armaba todo siempre excelente nos dijo que nos llevarían a la ciudad de Innsbruck en Austria, que ya era destino nuevo digamos”. “Pasamos una noche ahí y luego nos fuimos a Múnich (Alemania) y a Friburgo de Brisgovia que es la zona de la selva negra. Esa mañana que íbamos a hacer recorrida en Friburgo no pudimos completarla porque estaban cerrando la frontera y teníamos que irnos. De ahí nos fuimos a Lyon en Francia”.
“Ya en Lyon encontramos que algunas personas del grupo tenían problemas con el retorno. Es decir que sabían que al volver a sus países, tal vez no los dejarían entrar. Entonces tuvieron que adelantar la vuelta del viaje, cambiar pasajes y encontrar vuelos que ya era difícil”, contó.
“A ellos se les re complicó y la pobre guía fue la que iba solucionando todo porque tenían marcado un vuelo a las 3 de la mañana y lo habían cancelado. La gente se empezó a ir antes de tiempo”, agregó.
Quienes quedaron en el grupo se dirigieron a Niza “donde algunos ya empezaron a reprogramar vuelos”. “Había una señora argentina con sus nietos adolescentes que les habían cancelado el vuelo, pero finalmente pudieron viajar el día anterior, y los cinco uruguayos: una pareja de Salto, una muchacha de Montevideo que viajó sola y las dos sanduceras, quedamos para último pero por suerte no nos cambiaron nada. En el caso de los salteños salieron desde otro aeropuerto ya que tenían destino final en otra ciudad francesa”.
“En nuestro caso no tuvimos ningún inconveniente con los vuelos de los que nos habían reprogramado. Hicimos escala en Madrid, solo en el aeropuerto, y de allí ya nos vinimos para Montevideo”, precisó.

PREOCUPACIÓN EN NIZA

La sanducera, que trabaja junto a su compañera de viaje en el sector de la salud, dijo que comenzaron a notar mayor preocupación por el tema al llegar a Niza, Francia. “Había gente caminando pero no un tantas como uno espera de una ciudad turística, y se notaba que la mano ya venía complicada”.
“El último día que estuvimos ahí fuimos a la parte histórica y estaban todos los restaurantes cerrados. Nos habían avisado que antes de llegar procuráramos almorzar porque no encontraríamos nada. Paramos unos kilómetros antes en un parador y ya lo que había era solo para llevar. No se podía sentar en una mesa a comer. Podías comprar algún sándwich, pancitos, algo más como de autoservicio”.
“Cuando llegamos a la ciudad, lo mismo. También nos encontramos con los restaurantes cerrados y te vendían algo para llevar. Al otro día, que ya nos volvíamos, aprovechamos la mañana para ir un palacio y conocer. Y empezamos a ver que afuera de los supermercados había gente haciendo cola, espaciados, porque entraban de a poquito y en lugares donde se vendía al mostrador, como por ejemplo una panadería, solo podían entrar de a dos personas”, dijo.
Para hacer el retorno “fuimos al aeropuerto de Niza donde ya había poca gente”. “Ahí comenzamos a usar tapabocas hasta que llegamos a Paysandú. En nuestro caso lo llevamos desde acá cuando nos fuimos al viaje porque íbamos viendo la situación”, precisó.
“En Niza estaban los free shop cerrados, los lugares de comida también. Había solo un comercio abierto donde se vendían algunas cosas para comer al paso y recuerdos. Lo demás estaba todo cerrado. Éramos de las pocas personas que usábamos tapabocas, pero ya en Madrid (aeropuerto de Barajas) la situación fue distinta. Todo el mundo usando tapaboca y permanentemente por los parlantes iban diciendo que se mantuviera un metro de distancia entre cada persona. Había personal que nos separaba si veía que estábamos muy pegados. Y para ir de una terminal a la otra, que es enorme, para lo que usamos un tren, te pedían que nos separáramos en los distinto vagones y que mantuviéramos el metro de distancia”, narró.
En el avión, las viajeras usaron tapabocas en forma permanente. “La mayoría de los pasajeros tenían y algunas de las azafatas también. En el caso de ellos sí usaban guantes de látex para entregarnos la comida y eso. Nosotras nos poníamos constantemente alcohol en gel y siempre mantuvimos los tapabocas, salvo para comer obviamente y los colocábamos enseguida”.

PASE LIBRE EN CARRASCO…

Al llegar a Uruguay, “cuando la gente se para antes que abran la puerta del avión y empieza a sacar las valijas y mochilas, nos pidieron que permaneciéramos en los lugares porque nos iban a entregar una declaración jurada que había que completar”. En esa documento “nos pedían los datos personales, nombre, dirección, en qué vuelo habías viajado y cuándo. Quiere decir que no es organizado por vuelo comercial o identificado como tal. Por qué empresa habíamos viajado, el número de asiento y que marcáramos si tenías fiebre, resfrío, tos, alguna insuficiencia respiratoria, dolor de garganta. En nuestro caso no teníamos nada así que marcamos todo bien”.
“Bajamos del avión y para poder hacer los trámites estábamos todos amontonados. Un señor le dijo a una de las muchachas del aeropuerto –que estaban ordenando a la gente– que ahí no estábamos manteniendo el metro de distancia como en Madrid. Y le contestó que el espacio no daba”, dijo la mujer.
En ese ínterin que estaban esperando por los trámites, llegaron tres vuelos más. “En un momento había un amontonamiento de gente que no se podía ni avanzar. Yo por ejemplo trataba de mantener la distancia con quien tenía delante, pero al costado estaba lleno. Pensamos que tal vez habría algún control después. Salimos de esa parte. El Free Shop estaba abierto cuando en todos los demás aeropuertos estaba cerrado (en realidad hay que atravesarlo para poder llegar al área de equipajes). Lo único que las muestras de perfumes no estaban disponibles para ponerse cada uno, sino que tenías que pedir y el personal con guantes, pero sin tapabocas cuando ahí circula gente de tantos lados, te lo alcanzaba”, dijo.
Asimismo, comentó que en el aeropuerto había carteles donde se indicaba que en caso de requerir asistencia médica fuera solicitada en tal área.
“Nosotras nos imaginamos otra cosa porque la información que nos iba llegando era seria. Incluso nuestros familiares nos decían que tal vez nos iban a pedir que nos quedáramos en Montevideo para alguna prueba o algo así. Pero no. Salimos sin problemas. Tomamos un taxi porque el ómnibus de Cot no se sabía si ingresaría. El taxista cargó las valijas sin guantes, como siempre, cuando se debería tener en cuenta que son valijas que anduvieron por varios lugares y en bodegas donde se juntan con las de otros viajeros. Incluso había una cantidad importante de argentinos que como nos los dejaban bajar en Ezeiza lo hacían en Carrasco y de acá se iban por tierra”.
Una vez en Tres Cruces, encontraron que el movimiento era normal. “Sacamos pasaje y casualmente nos tocaron los asientos 1 y 2 que en parte fue mejor porque no teníamos a nadie delante. Una sola persona además de nosotras iba con tapaboca. Pero en el coche sí, nos dijeron que la ventanilla del techo iba a permanecer abierta para ventilar y la puerta que nos separa digamos con el chofer”, contó.
Al arribar a Paysandú, descendieron en la terminal y se dirigieron cada una a sus domicilios donde ahora guardan cuarentena. “Estamos las dos bien. Ninguna ha tenido síntomas de nada, siquiera de resfrío porque cambiamos muchas veces de temperatura y por ejemplo en París nos mojamos dos días que anduvimos paseando”.
Ya en sus casas, cada una está pasando lo mejor que puede sin entrar en pánico. En el caso de la entrevistada cumplirá con la cuarentena pero trabajará de manera a distancia. “Si me hace falta algo, le pido a mi hija que me lo compre y lo deje en la puerta. Pero por ahora todo marcha bien”, dijo a EL TELEGRAFO.