El jaque a la sociedad global

Desde la aparición del virus SARS-Cov-2 las teorías conspirativas al respecto están a la orden del día. Ayer nomás una publicación en Facebook decía que Woodstock, el emblemático festival, uno de los eventos más multitudinarios de la era moderna, se desarrolló durante el curso de una pandemia, la de la “Gripe de Hong Kong”.
“La pandemia de 1968 fue causada por el virus de la influenza A (H3N2). Apareció por primera vez en los Estados Unidos en setiembre de 1968. La cantidad estimada de muertes fue de 1 millón a nivel mundial y alrededor de 100 000 en los Estados Unidos. El gran número de muertes se dio en personas mayores de 65 años. El virus H3N2 sigue circulando a nivel mundial como un virus de la influenza A estacional”, relata el Centro de Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, CDC.
¿Qué de diferente ocurrió en 2020 respecto a 1968 para que el comportamiento de la humanidad haya sido tan distinto como para que en 1969 se permitiese tal concentración de personas y ahora haya que hacer turno para no ingresar de a más de dos o tres a la vez a la panadería?
La primera explicación podría venir por el lado de una diferencia en la fatalidad o en la facilidad con la que se contagia este virus, pero son datos más bien técnicos y pueden argumentar las medidas que se han adoptado desde los ámbitos gubernamentales, pero no justifica de por sí el cambio de comportamiento entre las personas. Hoy no solamente se ha masificado el uso de tapabocas, impensable hace apenas semanas atrás; hoy nos incomoda ver a más de tres personas compartiendo un espacio, así sea al aire libre, nos apartamos hasta el borde cuando caminamos por la vereda y vemos venir alguien en sentido contrario, dejamos de besarnos y de abrazarnos en público, incluso de estrecharnos las manos. Hemos exteriorizado como nunca lo del espacio personal.
Estos cambios parecen responder a un algo subjetivo, algo que es fruto de un relato que parece bien construido y que ha circulado hasta el hastío por todos los canales de comunicación del mundo. Un caldo de cultivo para las teorías conspirativas, por cierto.
Pero tal vez la mayor diferencia es que el de 2020 es un mundo mucho más “globalizado” –en el sentido de “interconectado”– que aquel de fines de años ‘60. Eso ayudó a una difusión mucho más rápida del virus, los vuelos comerciales en avión permiten a miles de personas estar en el extremo opuesto del mundo en pocas horas. Tal vez la tecnología de aquellos años ya lo permitiera, incluso en ese entonces, previo a la crisis del petróleo, los aviones volaban más rápido, pero es que justamente hacerlo algo más lento (entre otros cambios) permitió a las aerolíneas bajar sustancialmente el costo operativo y así los pasajes aéreos. La cantidad de personas que se desplazaban por todo el mundo a fines de 2019 era brutal y cayó a prácticamente cero, sumergiendo en profundos problemas a las aerolíneas. Esta semana, sin ir más lejos supimos de la quiebra de Avianca, la segunda más grande del continente.
La sociedad en sí misma tenía hasta el inicio de esta quietud obligatoria una conducta mucho más “móvil”, de hecho pensemos en el teléfono, los celulares han permitido que estemos muy conectados aún lejos de nuestros hogares. ¿Cuántas personas hoy llaman a un teléfono fijo? En los ‘90 y comienzos de los 2000 el porcentaje de chances de encontrar a alguien llamando al teléfono de su casa era alto.
La globalización también ha hecho que la información se mueva incluso más rápido que las personas. Entre la generación de una noticia en un punto distante del planeta y su recepción en nuestro país podía pasar algún tiempo, dependiendo de la urgencia. Un virus que empezaba a matar personas en Hong Kong, que después saltó a otros países como Estados Unidos podía apreciarse tan lejano como veíamos al comienzo esta epidemia. Pero desde cuando sobrevino la situación en Italia y España, y todo se detuvo, no pasó demasiado para que todas las noticias que circulaban estuvieran de alguna forma u otra relacionadas con este tema. Quizás hasta en exceso, opacando otros temas que hasta hace pocos meses eran los más importantes en la agenda, u otros que en circunstancias diferentes nos tendrían sumamente preocupados, como la pronunciada bajante del río Uruguay.
Pero el mundo cambió desde enero de 2020 a la fecha. Las personas cambiamos, como ya veíamos. ¿Podrá este cambio acaso revertir esta “globalización” o, por el contrario, la acentuará? Hay señales en ambos sentidos: estamos más aislados físicamente, pero virtualmente más conectados aún que antes.
Las plataformas digitales para trabajar o relacionarse están viviendo sus minutos de fama. Si serán solo quince, o si después de esto quedan instaladas como un elemento más de la modernidad, solo el tiempo lo dirá; pero es casi seguro asumir que si no es estrictamente necesario tomarse un avión y atravesar continentes, y las cosas se pueden resolver a través de un contacto virtual, esta será desde ahora la modalidad preferida. ¿Cuántos vuelos se pueden reducir sin este flujo de pasajeros? El transporte aéreo tendrá, desde que se abran los destinos, el flujo turístico para recuperar su actividad. Muchas personas están ansiosas por poder viajar, pero, ¿están las personas locales afines a recibir visitantes en sus destinos? Reacciones negativas podrían en el futuro desestimular esta actividad, por lo que el regreso del turismo deberá ser muy planificado y tendrá que ofrecer grandes garantías.
Hay quienes especulan que las consecuencias de esta pandemia podrían hacer tambalear estructuras supranacionales que aparecían como bastante consolidadas, no hablemos del Mercosur, por supuesto, sino de la Unión Europea, que venía tratando de resolver el cimbronazo de la salida de Gran Bretaña cuando ahora navega en una división por el plan de rescate del euro a través de la compra de deuda pública de los diferentes países. Sin olvidar el ingrediente de una tendencia de posturas comerciales cada vez más proteccionistas, como las que llevaron al poder a Trump en Estados Unidos y pueden encontrar en esta crisis la excusa perfecta para posicionarse.